Qué podemos aportar nosotros al Plan Nacional frente a las resistencias bacterianas


Alberto Gil-Setas. FEA Microbiología. Coordinación Científico técnica y representación del PRAN (Plan Nacional Resistencia Antibióticos) en Navarra. Hospital Universitario de Navarra.

Print Friendly, PDF & Email
Las bacterias son los organismos más abundantes del planeta, y son omnipresentes, encontrándose en todos los hábitats, incluso en los más extremos. Tan es así, que, gracias a su capacidad para habitar manantiales de agua caliente (entre 50 a 80ºC), hemos sido capaces de desarrollar una técnica, que comúnmente denominamos PCR, y que nos permite diagnósticos muy precisos sobre muestras que pueden contener muy escaso material bacteriano o vírico.

Tras la pandemia del SARS-Cov2 (coronavirus), hoy todo el mundo está familiarizado con el acrónimo PCR. Sin embargo, esta técnica se pudo desarrollar gracias a una “herramienta” que posee una bacteria que se llama Thermus aquaticus, y que tiene la especial característica de trabajar a altas temperaturas.
Cuando oímos hablar de bacterias, las personas de cierta edad pensamos en las clásicas enfermedades que antes de la aparición de los antibióticos causaban una gran mortalidad. Por ejemplo, la tuberculosis, la sífilis, las fiebres tifoideas, la brucelosis, la neumonía neumocócica y la meningitis meningocócica. Las generaciones más jóvenes, en cambio, están más familiarizadas con los conceptos de microbiota o probiótico, que son fáciles de encontrar en las redes sociales o incluso en los anuncios de televisión.
Las evidencias fósiles, datan la presencia bacteriana en nuestro planeta hace más de 3.500 millones de años. Si lo comparamos con la aparición del homo sapiens hace unos 200.000 años, resulta una comparación casi ridícula. La civilización egipcia tiene unos 5.000-6.000 años de antigüedad. En momias de Egipto, se han evidenciado lesiones de tuberculosis ósea. Referencias a la Lepra encontramos en la Biblia. Por eso decimos que nuestra relación con las bacterias viene desde los inicios de la humanidad.

La resistencia bacteriana a los antibióticos

Como las bacterias son ubicuas y llevan tanto tiempo con nosotros, también se encuentran en nuestro cuerpo. A las bacterias habituales de nuestro organismo se les llama microbiota. Las bacterias que forman nuestra microbiota son tantas que superan en número incluso a las células de nuestros órganos. Nuestra boca, el tramo final del intestino y la piel son las zonas con mayor presencia de bacterias. Cuando las bacterias se encuentran en el cuerpo de forma habitual se dice que lo colonizan. No es lo mismo colonizar que infectar. Hay bacterias que nunca van a formar parte de nuestra microbiota, y por tanto las vamos a considerar siempre como patógenos obligados y causantes de enfermedad. Los ejemplos más clásicos son la tuberculosis, la lepra, la brucelosis o las fiebres tifoideas, entre otras. Sin embargo, al neumococo o al meningococo, que causan enfermedades tan graves como la neumonía o la meningitis, no podríamos considerarlos así, ya que previo a la infección, deben colonizar nuestro organismo, y desde allí, y sólo en muy escasas ocasiones, pueden llegar a producir una infección. Un caso paradigmático es el de Escheria coli, que es una de las bacterias más frecuentes entre las encontradas en el intestino, y que, desde allí, y por múltiples razones, se convierte en la primera causa de infección de orina.
La resistencia bacteriana a los antibióticos es un aspecto natural de su evolución. Suele ser el resultado en cambios en su material genético. Todos los medicamentos tienen algunos efectos adversos, pero cuando se emplean correctamente los beneficios superan a los efectos no deseados. Cuando los antibióticos se emplean de forma incorrecta tienen el efecto indeseado de generar bacterias resistentes. Desde el descubrimiento de la penicilina y su uso a mediados del siglo pasado, el desarrollo de nuevas moléculas de antibióticos y su rápida expansión en medicina y veterinaria, cambió el rumbo de la medicina moderna. Paralelamente, la gran presión que dichos antibióticos han ejercido sobre las bacterias, ha provocado que hayamos ido seleccionando las bacterias resistentes a los mismos. De tal manera, que resulta más rápido y eficaz la evolución y selección de bacterias resistentes, que la investigación y aparición en el mercado de nuevos antibióticos. A día de hoy, y si seguimos en esta tendencia, resultará difícil el tratamiento de las infecciones más comunes. Y si nos ponemos en el peor escenario, nos podemos encontrar en una situación similar a la era pre antibiótica, con tasas de mortalidad elevadas por cuadros infecciosos comunes.

“Los antibióticos NO sirven para todo”

Para enfrentarnos a esta amenaza, la Comisión Europea en el año 2011 solicita a los estados miembros la implementación de planes de acción frente a las resistencias bacterianas. En España, en el año 2014 se pone en marcha el plan nacional frente a la resistencia a los antibióticos (PRAN). Su objetivo principal es reducir el riesgo de selección y diseminación de resistencias a los antibióticos y, consecuentemente, reducir el impacto de este problema sobre la salud de las personas y los animales, preservando de manera sostenible la eficacia de los antibióticos existentes. Este plan, contiene varias líneas estratégicas, destacando los programas de optimización de uso de antibióticos (PROA) y las líneas de comunicación y sensibilización de la población. Conocidas son las campañas en televisión sobre el mal uso de los antibióticos, “Los antibióticos NO sirven para todo”.
En general, las campañas inciden en no usar antibióticos para las infecciones respiratorias invernales (resfriado común y/o la gripe), ya que no son infecciones bacterianas, sino víricas, que no se van a beneficiar de su empleo. Se suele incidir en ambas patologías, porque el uso de antibióticos es estacional. En el hemisferio norte, su consumo aumenta en los meses fríos del año, que son los meses con mayor circulación de virus respiratorios. Sabemos, que aproximadamente el 80% de las infecciones respiratorias invernales son debidas a virus.

¿Y qué podemos hacer nosotros para contribuir a preservar la acción de los antibióticos?

Debemos utilizar los antibióticos exclusivamente cuando nos lo recete el profesional autorizado para ello. También es muy importante prevenir las enfermedades respiratorias, cumpliendo el calendario vacunal, lavándose las manos con frecuencia y usando mascarilla cuando tengamos síntomas. Además, debemos tener en cuenta tres sencillas reglas para contribuir a la lucha contra las resistencias bacterianas:
1. Siempre que obtengamos un antibiótico, debe ser con receta, no debemos solicitar en la farmacia antibióticos sin una receta
2. No auto-medicarnos. El médico siempre valora la estricta necesidad de los antibióticos antes de prescribirlos y así evitar el riesgo de diseminación de las resistencias antibióticas.
3. Para evitar la automedicación, nada mejor que evitar tener antibióticos en casa. Por eso, no se deben guardar los sobrantes de un tratamiento. Lo que se debe hacer es entregarlos en cualquier farmacia.
La presión que ejercen los antibióticos sobre la selección de bacterias resistentes es la principal causa de la aparición y diseminación de resistencias bacterianas. Pero, no debemos pensar que esta presión es ejercida solamente sobre los humanos, también son utilizados en veterinaria y son eliminados al medio ambiente, bien por los individuos que los usan (humanos o animales) o bien al deshacerse de ellos por fregaderas, baños o basuras. De manera que su acción sigue ejerciéndose sobre las bacterias del medio ambiente, donde se seleccionarán resistencias antibióticas.
En resumen, las bacterias son ubicuas, las compartimos entre nosotros, con los animales y con el medio ambiente. La presión que ejercen los antibióticos sobre la selección de bacterias resistentes es la principal causa de la aparición y diseminación de resistencias bacterianas. Las resistencias bacterianas se han convertido en un importante problema de salud pública.
Es muy importante consumir antibióticos solo cuando sea estrictamente necesario y quien es capaz de valorar esa necesidad es nuestro médico. Debemos evitar la automedicación y evitar consumir antibióticos “sobrantes” por nuestra cuenta.

AUTOR:

Alberto Gil-Setas. FEA Microbiología. Coordinación Científico técnica y representación del PRAN (Plan Nacional Resistencia Antibióticos) en Navarra. Hospital Universitario de Navarra.