Abordaje de la separación de padres desde la perspectiva de la psicología en la Atención Primaria


José Manuel Sanz Cruces. Psicólogo clínico. Centro de Salud Mental Infanto-Juvenil. Hospital Universitario Institut Pere Mata (Reus). David Navarro González. Médico Adjunto de Medicina Familiar y Comunitaria. Parque de Bomberos Trinitarios

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Las derivaciones de niños y preadolescentes de pediatría a psicología a propósito de problemáticas secundarias a separaciones entre padres son comunes en los centros de salud en los que trabajamos los psicólogos clínicos.

Estos casos pueden dividirse en dos categorías principales. En primer lugar, están los padres preocupados por el posible “trauma” que la separación pueda causar en sus hijos. En segundo lugar, los progenitores que buscan ayuda porque “el niño no quiere ir con el padre/madre y se pone muy nervioso cuando piensa en ello”.

Los primeros casos suelen obedecer a angustias y sentimientos de culpa de los progenitores y tienden a remitir de forma espontánea, sin requerir intervención psicológica, tras un periodo de adaptación a la nueva configuración familiar que puede durar meses. Mientras que los segundos, aquellos en los que la relación entre los padres es de confrontación y baja capacidad para llegar a acuerdos y colaborar, son mucho más complejos de manejar y tratar, pudiendo llegar incluso a incumplir los acuerdos de custodia dictados por la justicia.
Analicemos desde la perspectiva de la psicología clínica que hay detrás de este segundo escenario. Utilizaré las palabras “madre” y “padre” para referirme a los roles habituales que cada sexo cumple para el niño (pero no siempre tiene por qué coincidir).

Identificarse con el progenitor

Para intentar abordar estas situaciones de la manera más efectiva posible y no convertirse en un elemento más de la dinámica de alianzas y conflictos entre los padres, es fundamental entender el funcionamiento típico de estos casos. En general, el niño tiende a identificarse con el progenitor que considera más débil, adoptando sus creencias, actitudes y comportamientos.

El otro progenitor, habitualmente el padre, puede ver al niño como un reflejo de la madre y acusar a esta última de “manipularlo”. Así mismo, este padre termina por vincularse con el niño como si de su “exmujer” se tratara, actuando el rechazo inconsciente que siente hacia aquel.

Esto lleva al niño a percibir ese rechazo y confirmar sus sentimientos de no ser suficiente y de ser culpable de la separación. También puede darse lo contrario, que el niño se identifique con el padre ausente y llene de rechazo y rabia a la madre que se encuentra sola y desbordada en la crianza. El resultado es similar, la vinculación madre-hijo se vuelve ambivalente y el hijo se anega de rabia y culpa que no sabe gestionar.

En términos clínicos, el motivo principal que me encuentro en consulta suele venir de la madre que refiere “mi hijo no quiere ir con el padre, se pone muy nervioso cuando lo piensa y vuelve descontrolado después”.

La edad de los hijos en la separación

Además de la ansiedad y el negativismo, estos casos suelen manifestar una variedad de síntomas, que dependen de factores como la capacidad intelectual, la adaptación escolar, el sexo y la edad del niño en el momento de la separación de sus padres. Por ejemplo, en niños suelen surgir dificultades para atender y concentrarse en la escuela, y problemas de comportamiento como ataques de rabia y desafíos a la autoridad. En el caso de las niñas, se pueden observar conflictos en la adaptación social, manifestándose como sentimientos de exclusión, celos o relaciones excesivamente dependientes de otras niñas, en definitiva, inseguridad. La edad que tienen los hijos en la separación de sus padres es otra variable de importancia ya que los niños cuanto más pequeños, mayor narcisismo y, por lo tanto, mayor tendencia a atribuirse la culpa de la separación.

La rabia y la pérdida de autoestima

Subyacente a estos problemas clínicos, hay como común denominador dos factores: la rabia, y la pérdida de autoestima.
1. La rabia se dirige hacia el progenitor que el niño considera más fuerte y sobre el que proyecta su propia culpa por la separación, esto es, el dolor que siente por no haber sido suficiente para mantener el matrimonio unido. Este dolor está en la génesis de la clínica de estos niños.

2. La pérdida de autoestima es a su vez secundaria al abandono de las funciones del padre. Esta baja autoestima del niño puede hacerse más severa si el padre vuelve a formar otro núcleo familiar, lo que puede generar sentimientos de exclusión, celos e ira incontenibles (suelo encontrar relaciones muy complicadas entre la hija y la nueva pareja del padre).
A pesar de conocer el funcionamiento de estos casos, el tratamiento es muy complicado ya que el niño se convierte en un objeto de disputa entre los padres, y tenerle en el propio bando confirma la culpabilidad del otro y una victoria frente al “adversario”. Esta motivación inconsciente entra en conflicto con el deseo genuino de bienestar para el hijo, por lo que el motivo de consulta al psicólogo o pediatra puede ser ambivalente de inicio. También el trabajo puede complicarse cuando uno de los progenitores, habitualmente el padre, no quiere acudir a las consultas porque las vive como una forma más de manipulación de la madre o un sinsentido para él, afirmando muchas veces que “el niño está bien”. Mientras el padre se ausenta, el niño queda atrapado por la madre ocupando un lugar de excesiva responsabilidad, como el de acompañarla o cuidar de ella en algún sentido, generando angustia y culpa nuevamente. Así, la madre transforma lo que inicialmente era “el niño no quiere ir con el padre” en “no quiero que mi hijo vaya con su padre”, acabando ambos progenitores utilizando a los hijos en sus propios conflictos.

¿Qué debemos transmitir para ayudar a estos padres?

• El objetivo principal es el bienestar de sus hijos. Este bienestar está estrechamente ligado a la vinculación que tengan con él.
• Ayudar al niño a que comprenda que vino al mundo por deseo y amor de esos mismos padres que ahora parecen odiarse.
• Comunicar y transmitir a los hijos la nueva situación familiar de manera clara. Los niños desarrollan en su mente lo que no se les explica.
• El conflicto que tenga entre ellos debe separarse de la relación con sus hijos, evitando utilizarles, consciente e inconscientemente.
• El profesional sanitario está presente para ayudar en este proceso. No se posiciona, no toma partido, es alguien objetivo e imparcial, y su fin último es el bienestar de los niños.