La sociedad occidental actual genera continuamente nuevos estímulos que a su vez promueven nuevos comportamientos. Incita de forma constante al consumo de actividades y de objetos para alcanzar satisfacción. Además libera un exceso de tiempo que hay que ocupar. Esto supone un proceso evolutivo en el que es frecuente que existan distorsiones que en su máxima expresión se configuran en trastornos adictivos. Así nuevos hábitos y comportamientos en principio adaptativos, aparentemente inofensivos, pueden acabar complicando la existencia a las personas, igual que lo hacen sustancias como el alcohol o las drogas.
En las últimas décadas se da un aumento de lo que se denomina adicciones sin sustancias, también llamadas adicciones comportamentales y/o conductuales, adicciones sin drogas, adicciones psicológicas o trastornos adictivos sociales. Son situaciones que, al igual que las adicciones a sustancias químicas, merman las capacidades de la persona llegando a producir síntomas parecidos: afectación orgánica, pérdida de control, ansiedad, síndrome de abstinencia y deterioro personal, familiar, laboral y social.
En estos procesos podemos incluir el juego patológico o ludopatía, las compras compulsivas, adicciones al trabajo, al ejercicio físico, a internet, al sexo o al uso del móvil. Aunque no se incluyen en las clasificaciones internacionales (excepto el juego patológico, incluído en los trastornos del control de impulsos no clasificados en otros apartados), según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 4 personas sufre trastornos de la conducta relacionados con nuevas adicciones.
La adicción sin sustancia supone un gran gasto de recursos, psicológicos y de otro tipo (tiempo, dinero, salud física…) para la persona, por ser incapaz de controlar el consumo o romper el vínculo con el objeto de su dependencia, a pesar de las consecuencias negativas. Estas dependencias no marginalizan como las drogodependencias, sino que al ser procesos de uso habitual son más aceptadas socialmente. Así, en el caso del trabajo, del ejercicio o del uso de nuevas tecnologías es una cuestión sólo de tiempo dedicado: la mayoría de la gente tiene estos comportamientos pero el adicto los mantiene durante mucho más tiempo.
La ludopatía, adicción muy extendida
Igual que en las drogadicciones se considera que hay una vulnerabilidad neurobiológica personal y una similitud en los procesos neuroquímicos y en las sustancias cerebrales implicadas (dopamina, serotonina, endorfinas y ácido gammaaminobutírico). Esta predisposición personal influye en que estas adiciones concurran entre sí o con otras adicciones químicas, así vemos personas adictas al juego y también al alcohol, adictos al trabajo o al ejercicio físico y también a la cocaína, o personas que abusan de medicamentos y sufren trastornos de bulimia y de compras compulsivas.
Desde el punto de vista clínico existen semejanzas con las adicciones a sustancias: se dan procesos psicológicos similares con patrones conductuales consolidados y resistentes al cambio, como el impulso de repetir una conducta perniciosa o desadaptativa que se incrementa de forma directamente proporcional al tiempo de privación, provocando tensión, que se alivia una vez se ejecuta la conducta adictiva y con el tiempo se reinicia de forma gradual el nuevo impulso.
La ludopatía es la adicción sin sustancia más extendida y una de las que conlleva consecuencias más graves para el individuo y la familia. Sus manifestaciones clínicas son variadas: negación o minimización del problema, pensamientos obsesivos con el juego, trastornos de ansiedad o del ánimo con ideación suicida y síntomas físicos variados.
Las compras compulsivas son más frecuentes en las mujeres (80%). La persona no puede evitar el deseo de comprar, lo que le reporta un bienestar pasajero que se sigue de culpabilidad y baja autoestima. Se acompaña de engaños a la familia (esconder la compra) y problemas económicos. El comienzo suele ser alrededor de los 18 años, pero los pacientes no buscan tratamiento hasta pasados varios años, cuando son evidentes los problemas económicos. El proceso suele cronificarse con recaídas. Trabajar en exceso y tener un elevado compromiso puede dar lugar a la adicción al trabajo, un riesgo psicosocial que en contra de lo que pudiera creerse genera conflictos entre trabajadores y en las organizaciones. En España se estima que sufre esta adicción el 10% de la población. Se caracteriza por una exagerada dedicación laboral, trabajando todos los días del año y muchas horas al día; por la compulsión y esfuerzo en el trabajo con desinterés hacia otras actividades no laborales como la vida cotidiana familiar y social.
Las consultas por adicciones relacionadas con nuevas tecnologías se están incrementando en el tiempo. Suelen ser adolescentes o jóvenes traídos por sus familias debido a que han abandonado sus actividades habituales y pasan muchas horas encerrados en su habitación con Internet. La adicción a Internet, a la red o a su contenido, se ve facilitada por factores como el anonimato y la interactividad lo que le hace muy estimulante y reforzador de las conductas adictivas. La adicción se instaura cuando altera aspectos importantes en la vida como los lazos familiares, el trabajo o la situación económica, pasando en ese momento a ser centro de interés permanente, relegando la “vida real” a un segundo plano. El objetivo del tratamiento no es la abstinencia completa de Internet, sino conseguir adaptarse a un uso limitado y adecuado. Pueden pasar varios años desde que aparecen los primeros síntomas hasta que se realiza el diagnóstico porque el paciente no suele tener conciencia de enfermedad y los familiares pueden tardar en darse cuenta de la situación.
Tratamiento personalizado
El tratamiento de estos trastornos se personaliza en función del entorno y del tipo de adicción, siendo de vital importancia la entrevista clínica y el acuerdo terapéutico. Al inicio del tratamiento el paciente puede negar su problema o no reconocer la gravedad del mismo, por eso la principal premisa es conseguir la suficiente concienciación. Después, a través de técnicas psicoterapéuticas cognitivo- conductuales se pueden corregir las distorsiones cognitivas, ayudando al paciente a la toma de decisiones racionales y a reducir el tiempo dedicado a la conducta adictiva. La psicoterapia interpersonal puede mejorar la actitud del paciente hacia sus relaciones con los demás. Además hay que tratar enfermedades asociadas si existen (sobre todo depresión). A veces también utilizar fármacos que faciliten el control de la adicción.
Las recaídas pueden ser frecuentes sobre todo en los tres primeros meses tras finalizar el tratamiento, siendo más improbables pasados los 2 años sin conducta adictiva.
Los indicadores sociales, económicos y medioambientales ponen de manifiesto que se espera un agravamiento de las adicciones actuales y la aparición de otras nuevas, pero también es esperable un incremento en la concienciación social por el problema, una evolución en los mecanismos de detección y el desarrollo de nuevos programas de tratamiento especializados.