Los antibióticos (AB) son sustancias químicas producidas por un ser vivo o fabricadas sintéticamente, capaces de paralizar el desarrollo de ciertos organismos patógenos (causantes de enfermedad) o de causar su muerte. Actúan inhibiendo diversos procesos metabólicos que son esenciales para la supervivencia de los microorganismos.
El primero que se descubrió fue la Penicilina (Albert Fleming en 1928) y le siguió la Estreptomicina (1944), eficaz contra el bacilo de Koch, causa de la Tuberculosis. Desde entonces se han fabricado numerosas moléculas de síntesis dirigidas a causar un efecto concreto.
Qué los diferencia
Se conoce como espectro de acción de un antibiótico al conjunto de especies bacterianas y de otros microbios que se muestran sensibles al mismo. Los hay de «amplio espectro» y otros de acción más limitada: «espectro reducido». Los virus no son afectados por los antibióticos. Cuando este espectro de acción varía sobre lo esperado, hablamos de «Resistencia», fenómeno por el que el germen sensible a alguno de ellos, deja de serlo.
Para qué se usan
Para curar enfermedades, siempre que sean susceptibles de respuesta. Los virus no lo son ni la gran mayoría de procesos infecciosos. El consumo de antibióticos aumenta en invierno debido a las frecuentes infecciones respiratorias (de origen vírico en su mayoría), cuyos procesos se auto limitan (ceden en unos días) con tratamiento sintomático y no precisan de fármacos.
Otros efectos añadidos
Los profesionales sanitarios deben valorar cada proceso para asegurar el uso adecuado de los antibióticos y evitar efectos indeseables como: reacciones alérgicas, alteración de la flora del cuerpo (especialmente digestiva) y las citadas Resistencias, que aumentan cuando las bacterias se familiarizan con su uso frecuente e inapropiado. La aparición y progresión de Resistencias crece rápidamente, mientras su disminución es más lenta y conlleva importantes esfuerzos.
Consecuencias del uso inadecuado
Actualmente, existe un gran número de Resistencias a los antibióticos eficaces para las bacterias más comunes por un uso incorrecto. España es el segundo país de Europa que más AB consume. En 2006, se vendieron 56 millones de antibióticos. Además, estamos entre los países con mayor número de Resistencias. El problema es tal que condiciona la posterior respuesta a la infección del individuo e incluso de la comunidad. Sin olvidar que se derivan gastos que podrían dedicarse a otros objetivos de salud.
Quiénes son los más afectados
Los datos muestran un uso excesivo en niños, sobre todo en menores de 5 años, edades en que enfermedades infecciosas se producen principalmente por virus. Así, un estudio español indica que el 70,4% de los niños de 1 a 2 años habían recibido AB frente al 35,8% de los mayores de 10 años.
Esto es un problema de salud pública de primer nivel e implica que los efectos no deseados, incluidas las Resistencias, pueden tener consecuencias futuras importantes sobre ese colectivo.
¿Sólo es un problema del sistema sanitario?
No, el 50% del gasto español en AB se usa para explotaciones agropecuarias y zoosanitarias. Así, se incorporan a la cadena alimenticia humana y aumentan las Resistencias.
Por otro lado, las personas hacen uso incorrecto cuando aprovechan los restos del botiquín familiar de otro tratamiento o piden en la Oficina de Farmacia (OF) medicamentos sin receta y los toman por su cuenta. España tiene el mayor porcentaje de automedicación, sólo 2/3 de los antibióticos que consumimos tienen prescripción médica.
Cómo hacer un buen uso de los antibióticos
Ante este problema y en prevención de males mayores, el Ministerio de Sanidad y Consumo ha realizado una campaña divulgativa sobre el uso responsable de antibióticos: «Sin tu ayuda los antibióticos pueden perder su eficacia. Pueden dejar de curar». Se pretende llegar a los profesionales y a los ciudadanos para evitar que el aumento de Resistencias bacterianas hagan ineficaces estos fármacos.
¿Se puede hacer algo más ante un proceso infeccioso?
No debemos olvidar que existen otras medidas no farmacológicas para superarlos: adecuada alimentación (rica en frutas y verduras) e hidratación, cuidado con el aire acondicionado, medidas higiénicas al comer y beber, no fumar y especialmente importante en niños y población de riesgo (determinadas enfermedades crónicas y edad avanzada) la vacunación frente a determinados gérmenes. Muchos de los procesos víricos frecuentes en la infancia y la edad adulta, se pueden prevenir siguiendo el calendario vacunal oficial. Esta medida es eficaz individualmente y reduce el riesgo de infecciones en la comunidad por intercambio de gérmenes.
FORMAS DE USO INADECUADO
- Ingerir antibiótico por cuenta propia y/o sin receta.
- Uso para la indicación incorrecta.
- No completar el tratamiento.
- No seguir la pauta indicada. Tanto por exceso como por defecto.
- Errores en la preparación del medicamento.
- Tomar antibiótico aislado como tratamiento sintomático.
FORMAS DE MEJORAR EL USO DE AB
- Sistema sanitario. Revisar envases para adecuarlos a sus indicaciones y que no queden restos de medicamento y se usen mal posteriormente o se desperdicien. Informar a los profesionales de las Resistencias de la comunidad donde trabajan. Controlar la dispensación de antibióticos en la OF. Procurar que la oferta de fármacos obedezca a las necesidades de salud de la población.
- Profesionales. Deben conocer los fármacos en cuanto a su forma de actuar, así como el perfil de Resistencias de las bacterias en su zona/comunidad. Además, deben tener tiempo suficiente para realizar un diagnóstico preciso, valorar alternativas terapéuticas (no siempre farmacológicas) y elegir la terapia consensuada con los pacientes o sus tutores (en caso de niños).
- Oficinas de Farmacia. Asesorar en el uso adecuado de fármacos y no extender estos sin receta médica.
- Usuarios. No decidir su uso por cuenta propia (ni del botiquín familiar ni en OF). Seguir la pauta dada por el médico que conoce cuándo, cómo y por qué usar un tratamiento concreto. Cuando éste no da AB tiene sus motivos.