Las personas no eligen pasar por una depresión. Con frecuencia se encuentran inmersas en ella, deseando volver atrás o cerrando los ojos a lo que resulta evidente para los demás, aunque lo más adecuado es ser conscientes de ella, aceptarla y aprovecharla para evolucionar y adquirir nuevos recursos.
La tristeza, las preocupaciones, el desinterés y los sentimientos de fracaso son normales cuando se atraviesan situaciones duras o complicadas y su presencia no supone un trastorno ni un episodio depresivo. No obstante, cuando son excesivos en intensidad, frecuencia y duración, e impiden o limitan las actividades cotidianas, estamos ante un caso de posible depresión.
La depresión es el desánimo y la falta de fuerza que nos lleva a dejar de hacer cosas y de estar con los demás, hasta el aislamiento en sus formas más graves. Es una “falta de ganas” que supone descontento y malestar, lo cual aumenta el desánimo a modo de círculo vicioso.
La depresión es un trastorno mental muy frecuente. Un 11% de la población ha padecido algún episodio de depresión y un 4% lo padece en este momento.
Son muchas las formas clínicas y los grados de depresión, siendo habituales y duros de soportar la irritabilidad, los sentimientos de inutilidad, de odio a sí mismo y culpa, la incertidumbre, la confusión, el dolor, la angustia, la impotencia, la desesperanza, los pensamientos de muerte y sin olvidar los ingratos miedos (miedo a no volver a ser el de antes, a hacer daño o a dañarse en un momento de descontrol, a sensaciones extrañas, a volverse loco, etc.). Para que estos miedos nos dejen avanzar, es de gran ayuda darles la importancia que merecen y diferenciarlos de la realidad.
Hay muchas cosas que nos pueden servir de ayuda.
Pautas en el día a día de la persona con depresión
Pedir ayuda
Es el perfecto aliado. Con esto conseguimos detener la evolución, la gravedad y las recaídas y también disminuir el sufrimiento y los sentimientos de soledad.
No etiquetarse
Nuestra mente está pasando por ello, pero somos mucho más que una persona deprimida.
No culpabilizarse
Son muchos lo factores biológicos y del entorno que influyen entre sí y causan una depresión. No hemos cometido ninguna falta, no hemos hecho nada para “merecer” tener una depresión, no es una debilidad, no es una exageración y no somos menos dignos que las personas que en este momento no están pasando por ella.
No avergonzarse
Todos vivimos etapas más felices y más tristes.
Disminuir el nivel de autoexigencia
No podemos hacer las actividades al mismo ritmo, pero llegaremos hasta donde sí podemos llegar, paso a paso.
Seguir activo para no caer o para romper el círculo vicioso
Descansaremos, pero no caeremos en la inactividad. No esperaremos a tener ganas o a estar bien para hacer cosas o ver a los demás, porque ésta suele ser la mejor forma de perpetuar la depresión. Haremos cosas para estar bien y no porque estemos bien.
Suele funcionar escribir una lista de actividades muy sencillas a modo de rutina. Pueden ayudarnos a elaborar esa lista. Primero pueden ser actividades para casa (puzzles, pintar, dominó, etc.) e ir progresando hacia tareas fuera (cine, paseo, etc.).
Cuidarse y ponerse horarios
• Alimentación adecuada: beberemos abundante agua y seguiremos una alimentación basada en legumbres, verduras, pescado y fruta. No buscaremos alivio con comida, alcohol o drogas porque esto agravará la depresión y tendremos un problema añadido.
• Dormir suficiente, pero no en exceso. Hay que evitar siestas de larga duración (15 o 20 minutos puede ser suficiente)
• Hacer ejercicio. El deporte es un “antidepresivo natural”. Con 20 -30 minutos de paseo diario es suficiente para notar mejoría en una semana. A las tres semanas ya habremos creado el hábito.
Tiempos de claridad
Acudiremos a nuestras citas con el equipo de salud para poner tratamiento, expresar ideas, sentimientos, sensaciones, hechos, etc. y también para ordenarlos y elaborar juntos un plan individual para afrontar la depresión y sus consecuencias, desde un clima de confianza y seguridad. Sentirse mejor lleva su tiempo.
Las ideas de suicidio son un síntoma de depresión. Pensar en la muerte, en desaparecer, como un intento de acabar con el sufrimiento, es muy frecuente. Sobre todo en este caso , no nos las arreglaremos solos, sino que consultaremos urgentemente con nuestro equipo de salud. Sí pueden ayudarnos.
Es importante tener en cuenta estas pautas que, si bien no pueden sustituir al tratamiento por parte de los profesionales, resultan útiles y favorecen el adecuado afrontamiento de los síntomas, la calidad de vida y, en consecuencia, suponen un beneficio orientado a la salud.