Aún recuerdo cuando nos decían que el agua es un líquido transparente, incoloro, inodoro e insípido. Evidentemente se referían al agua pura, sin contaminar. El agua que se utiliza en un balneario, a diferencia de un spa, es un líquido que por sus propiedades físico-químicas tiene una acción terapéutica. La podemos utilizar vía oral -es la llamada cura hidropínica/ en forma de bebida-, o bien en aplicación externa también llamada cura de balneoterapia. Por lo tanto, su mecanismo de acción será por vía interna cuando la ingerimos o la inhalamos y por vía externa cuando nos sumergimos en ella ejerciendo especial actividad sus propiedades mecánicas, físicas (presión, temperatura) y químicas (composición).
Según su temperatura de emergencia las podemos dividir en frías cuando tienen menos de 20ºC, hipotermales cuando tienen de 20- 35ºC, mesotermales si están entre 35-45ºC e hipertermales si su temperatura supera los 45ºC. En general, las hipertermales tienen un efecto sedante, analgésico y antiinflamatorio y las frías e hipotermales son sobre todo estimulantes. Otro factor que también interviene en su acción es la radiactividad, que tiene principalmente dos efectos: por una parte es analgésica y por otro lado es sedante del sistema nervioso central.
Uso del agua como agente terapéutico
Si tenemos en cuenta su composición, las podemos dividir en varios grupos:
- Aguas con más de un gramo por litro de sustancia mineralizante: sulfatadas, cloruradas y bicarbonatadas.
- Aguas con mineralización inferior a un gramo por litro: oligominerales.
- Aguas con componentes especiales: sulfuradas, carbogaseosas, ferruginosas, oligometálicas, radiactivas, etc.
Todo ello convierte a las aguas mineromedicinales en eficaces agentes terapéuticos.
Según su origen, las podemos dividir en aguas profundas, las cuales generalmente son de origen volcánico y suelen ser hipertermales, y aguas superficiales que son frías e hipotermales.
Desde la época antigua, se ha utilizado el agua con fines curativos. Hay que destacar a la cultura griega como la gran impulsora del uso de los baños con fines higiénicos y potenciadores de la salud. Le siguieron los romanos con la creación de un gran número de termas (por ejemplo las de Pompeya y Caracalla). Éstos perdieron su dominación y el cristianismo comenzó a expansionarse y a influir en gobiernos y sociedades. La Edad Media, con sus dirigentes eclesiásticos, supuso la decadencia de las prácticas hidrotermales debido a motivos religiosos, pero a principios del siglo XVII se estimula de nuevo el uso del agua como agente terapéutico y por toda Europa se extiende la noticia de las curaciones a través de este medio. En la época moderna todos conocemos la importancia que tienen los balnearios y como han resurgido de sus cenizas. A estos, hay que sumar los centros de talasoterapia (origen del griego thalasso=mar, therapeia=tratamiento) que utilizan el agua de mar y el clima marino como agentes terapéuticos, así como técnicas complementarias que se han ido añadiendo: masajes, lodos, parafangos, aparatos de medicina física que trabajan con corrientes interferenciales, saunas y una amplia gama de tratamientos cosméticos y de estética.
Actualmente en las estaciones termales hablamos de turismo de salud, dónde se compagina el descanso, el descubrimiento de nuevos paisajes y culturas, y la mejoría de nuestra salud. Esto es lo que sucede en el Balneario de Elgorriaga en tierras altas de Navarra.