¿Podemos invitar a alguien a tomar una copa de vino en la comida? ¿o todo lo investigado sobre esa famosa copa saludable era un fiasco?
Burdeos es famoso por sus vinos. Durante décadas se habló de la “paradoja francesa” propuesta por Serge Renaud de la Universidad de Burdeos. En Francia, a pesar de seguir una dieta rica en grasas saturadas y presentar niveles elevados de colesterol total, la incidencia de cardiopatía isquémica y otras enfermedades cardiovasculares era considerablemente inferior a lo que se podría predecir por sus factores de riesgo. Esta paradoja contradecía la expectativa epidemiológica.
La explicación fue que el consumo regular y moderado de vino tinto -rico en polifenoles- protegería a los franceses.
Por otra parte, nadie duda de que en los jóvenes se debe recomendar 0 alcohol (en consumo juvenil España es de los países con peor situación). También está claro que 3 o más copas al día son perjudiciales.
Pero hacia 2018 empezó un movimiento masivo y creciente en agencias de salud pública y documentos de consenso (por ejemplo, de sociedades científicas), que abominaban de cualquier ingesta de alcohol, independientemente de cuál fuese el tipo de bebida, la cantidad, el patrón de consumo, la edad o los riesgos de base. Como si fuese café para todos, se defiende ahora alcohol para nadie. Está cambiando la opinión de la clase médica y de los consumidores.
Uno se pregunta, ¿cuál es la nueva evidencia científica que provocó este cambio? Realmente no ha habido ningún estudio nuevo que haya ido más allá de lo meramente observacional. No hay estudios de intervención definitivos. El mayor estudio de intervención incluyó solo a 224 voluntarios. Lo único nuevo ha sido pensar –quizás con fundamento– que los estudios observacionales clásicos que encontraban la mínima mortalidad para 1-2 copas/día estaban mayormente afectados por sesgos.
Saber ahora a ciencia cierta qué recomendación debe dar el médico sobre el alcohol a mayores de 35-40 años que ya lo consumen moderadamente, sin excesos, se está volviendo imposible. Ese consumo moderado, con preferencia para el vino tinto y dentro del patrón mediterráneo en esas edades adultas está ahora bajo sospecha. Ofrecería protección cardiovascular, pero perjudicaría al hígado y causaría cáncer, accidentes y traumatismos. Gran dilema.
Para salir de dudas y cambiar la práctica clínica se necesitan grandes estudios de intervención y no solo de observación. Deben ser independientes de la industria, y tener un grupo control con reparto al azar.
La buena noticia es que a 4 de junio de 2025 ya está casi acabado el reclutamiento del ensayo SALUD-UNATI (University of Navarra Alumni Trialist Initiative) con más de 7000 bebedores para recibir una de dos intervenciones (reducir o mantener el patrón mediterráneo). Somos más de 500 médicos y otros sanitarios implicados. No sabremos hasta 2028 o 2029 sus resultados. Pero sí sabemos con toda seguridad que darán la vuelta al mundo y cambiarán la práctica clínica. Si gana la abstención, por fin tendrán razón quienes defienden que no hay consumo seguro. Si gana el vino tinto en consumo moderado, no hará falta cambiar la definición de Dieta Mediterránea y se acabará el mantra de “no safe level”: se podrá afirmar que el efecto depende del patrón de consumo en edades de 50-75 años. Si se produce un empate (es un ensayo de no inferioridad), nadie podrá seguir repitiendo “no safe level” porque se habrá demostrado la equivalencia. En cualquier caso, la práctica clínica cambiará rotundamente y estará apoyada por una evidencia científica de primer nivel.