Se trata de un trastorno del sueño en el que existe una dificultad para conciliar o mantener el sueño durante la noche. Se considera patológico una dificultad para conciliar el sueño de más de 30 min (o su mantenimiento menos de 30 min) al menos tres noches por semana, y sólo en caso de que tenga repercusión en la calidad de vida y funcionamiento diurno de quien lo presenta.
Ante un problema de insomnio, se debe realizar un abordaje integral investigando las causas y desencadenantes que puedan estar interfiriendo en la calidad del sueño.
La primera actuación debe pasar por la modificación de las conductas y hábitos del sueño, precisando en ocasiones tratamiento farmacológico si a pesar de ello persiste el trastorno.
Tipos de insomnio
En función del momento de su aparición, el insomnio lo podemos clasificar en:
• Insomnio de conciliación: aparece dificultad en el inicio del sueño, normalmente más de 30 minutos.
• Insomnio de mantenimiento: aparece dificultad para mantener el sueño durante toda la noche. Puede manifestarse con despertares frecuentes o con la imposibilidad de conciliar el sueño tras un despertar.
• Insomnio de despertar precoz o insomnio terminal: la persona se despierta considerablemente antes de la hora esperada.
• Insomnio mixto: aparece una combinación de los tipos de insomnio anteriores.
Recomendaciones generales
Los objetivos del tratamiento estarían encaminados a:
• Mejorar la cantidad y calidad de sueño.
• Mejorar el daño diurno relacionado con el sueño.
• Promover buenos hábitos de sueño.
• Tratar el insomnio y las condiciones comórbidas simultáneamente
Las medidas de higiene del sueño incluyen ciertos hábitos de conducta que favorecen tanto el inicio como el mantenimiento del sueño, entre los que se encuentran los siguientes:
• Mantener condiciones ambientales adecuadas para dormir.
• Evitar productos excitantes como la cafeína contenida en el café, té, refrescos de cola y bebidas energéticas, sobre todo después de las 16 h.
• Mantener un horario regular a la hora de acostarse y levantarse todos los días, sin demasiadas variaciones durante el fin de semana.
• Durante el día mantener actividades diurnas para evitar el encamamiento y reducir los estímulos en las horas previas a la noche.
• Mantenerse activo físicamente. Realizar el ejercicio como mínimo 2 o 3 horas antes de irse a dormir, tener en cuenta que el ejercicio inmediatamente previo al descanso puede conllevar una hiperestimulación y dificultar la conciliación del sueño.
• Evitar el alcohol, ya que induce inicialmente un sueño ligero pero posteriormente fragmenta el sueño, con despertares frecuentes.
• Evitar o limitar las siestas a no más de 30 minutos, evitando también realizarlas más allá de las 15h.
• Evitar las comidas copiosas o que puedan producir malestar gástrico. Disminuir la ingesta hídrica antes de acostarte puede evitar los despertares para orinar nocturnos.
• Evitar las pantallas brillantes (teléfono, tablet, TV) previas a la hora de dormir.
• No dejar para el final del día cuestiones que puedan generar un estado de ansiedad, como podría ser ver películas de suspense o violentas.
• Se recomiendan ejercicios de meditación y relajación. Varios estudios a pequeña escala sugieren que la meditación puede ayudar a mejorar el sueño y reducir el estrés.
Con respecto a las opciones farmacológicas
El tratamiento de cada paciente debe ser individualizado, valorando los beneficios y riesgos en cada caso, así como su indicación. En general, el tiempo de tratamiento es limitado, para evitar la aparición de efectos secundarios.
Existen diferentes familias de fármacos para el tratamiento del insomnio, cuya elección debe llevarla siempre a cabo un profesional médico.
Los conocidos efectos adversos de las benzodiazepinas sobre todo en el paciente mayor, junto con el alto riesgo de caídas y aumento de mortalidad, además de su capacidad de producir dependencia, deberían ser alarmas suficientes para que siempre que sea posible, sean evitados y se opte por otra alternativa farmacológica. Dentro de las alternativas farmacológicas en ocasiones se utilizan antidepresivos de acción sedante (se recomiendan en pacientes con trastornos ansioso-depresivos de base; se trata de una indicación «fuera de guía»), clometiazol (recomendado en pacientes ancianos), melatonina (como tratamiento con duración controlada; evidencia clínica limitada) o algunos antipsicóticos de perfil sedante (indicación fuera de guía).
En conclusión, el insomnio es una alteración del sueño con una incidencia alta en la población, que puede conllevar repercusiones negativas en la calidad de vida de quien lo sufre. Requiere inicialmente de un enfoque etiológico, además de un cambio en los hábitos e higiene del sueño, existiendo si es preciso, en último lugar, medicación que puede ayudar a mejorar el descanso nocturno, priorizando un tratamiento limitado en el tiempo.