El sueño es un estado fisiológico, natural, en el que se permanece en una desconexión fácilmente reversible del entorno. Es periódico, aparece con una ritmicidad bastante fija, tiene una duración similar de unos días a otros, se acompaña de unos cambios cerebrales y fisiológicos característicos y produce el efecto del descanso. Si ese sueño está alterado, alguna de estas características estará alterada y por tanto el sueño se podrá considerar como anormal o patológico.
¿Por qué es necesario dormir?
Ni en animales ni en seres humanos se ha llegado a descubrir por qué es necesario dormir. Es decir, en sentido positivo, no se ha encontrado una razón convincente, una consecuencia del sueño que nos sirva para entender qué efecto positivo produce. Sin embargo, en sentido negativo, sí se ha visto que no dormir produce efectos nefastos. Incluso se ha visto que puede producir en una o dos semanas la muerte de animales como ratas. Es también conocido cómo evitar el sueño ha sido un modo de tortura terrible. La respuesta por tanto a la pregunta de por qué hay que dormir hay que darla respondiendo a la pregunta inversa, es decir: ¿Qué males produce el no dormir? Por ello, pensando en la salud, vamos a repasar los trastornos del sueño y sus consecuencias a corto y largo plazo.
Enfermedades del sueño
Hay más de 140 enfermedades del sueño, y además muchísimas otras enfermedades afectan a la calidad del sueño. La mayoría de las enfermedades se acompañan de síntomas molestos, bien dolor o de otro tipo, que van a dificultar el poder mantener un horario, duración y estructura del sueño adecuados. Muchos fármacos producen también efectos no deseados sobre la estructura del sueño. Estos son los llamados trastornos del sueño secundarios. Las enfermedades más típicas que producen estos trastornos son las que afectan al sistema nervioso, pero también las enfermedades psiquiátricas, incluida la ansiedad, van a acompañarse de problemas del sueño. Por otra parte, muchas enfermedades digestivas, respiratorias, tumorales, infecciosas, tóxicas, también producen alteraciones del sueño.
Las enfermedades del sueño propiamente dichas son aquellas cuya alteración inicial y básica es el trastorno del sueño. Se clasifican en insomnios (dificultad para iniciar, mantener o prolongar el sueño de modo normal), hipersomnias (tendencia a dormir más de lo habitual), parasomnias (presencia de episodios anormales durante el sueño, como terrores nocturnos, pesadillas…), trastornos respiratorios del sueño (son típicas las apneas del sueño y el ronquido), movimientos anormales durante el sueño (sacudidas, agitación por ejemplo), trastornos del ciclo sueño-vigilia (jet-lag, trabajo en turnos, duración del ciclo distinto de 24 horas) o trastornos aislados del sueño. Además la lista se aumenta con un grupo de trastornos que algunos especialistas piensan que pueden ser enfermedades del sueño, pero otros no lo admiten.
Todos tenemos en un momento u otro de nuestra vida algún problema para dormir bien y nos puede parecer que el sueño no es reparador. Lo importante para nosotros es poner el límite entre lo que es normal, una variante de la normalidad y la enfermedad. Este límite viene dado por la repercusión que ese trastorno produce en la vida cotidiana. Si tenemos una molestia nocturna que conlleva problemas en el vivir del día siguiente es cuando hay que ir al médico, para poder diagnosticar si padecemos una enfermedad del sueño o bien sólo hay un desajuste pasajero del sueño normal.
La disminución crónica voluntaria del tiempo habitual de sueño
Un problema añadido en la civilización actual es la imposibilidad de llevar un ritmo de sueño normal por motivos externos. Nos referimos a los horarios de trabajo que incluyen noches (turnos, trabajos nocturnos), a los viajes transoceánicos, o a la necesidad de trabajar hasta tarde y madrugar al día siguiente. Esto produce una disminución del sueño total que muchas veces no llega a alcanzar las 7 horas de sueño al día, ni siquiera aunque se incluya una siesta. Aproximadamente un tercio de las personas en esta situación lo llevan más o menos bien, pero un tercio lo lleva regular y el otro tercio mal. La eficacia del sueño normal no se recupera por dormir más el fin de semana, y médicamente viene a ser como un insomnio crónico. Es por ello, un fenómeno grave e importante.
Consecuencias a corto plazo de dormir mal
Un sueño de poca calidad a corto plazo, en un día o en semanas, produce los llamados síntomas. Es decir, la persona “siente” algo, presenta un síntoma. Estos síntomas son más o menos severos dependiendo de la alteración del sueño, de la duración del trastorno, y también de la forma de ser física y psíquica del sujeto. Pueden ser más o menos limitantes para llevar una vida cotidiana con normalidad. Por otra parte, hay signos producidos por un proceso, es decir, “datos objetivos” que otras personas pueden corroborar, aspectos que otras personas ven o oyen. Cuando los síntomas o signos alteran la funcionalidad normal es cuando hay que ir al médico, buscar el diagnóstico preciso e instaurar una terapia.
Los síntomas son variables, pueden aparecer por separado o juntos, y no son específicos de una enfermedad concreta. Algunos síntomas son más característicos de una enfermedad dada, pero en general cualquier trastorno del sueño podría acompañarse de varios de ellos. Durante la propia noche, los síntomas y signos más típicos producidos por los trastornos del sueño son los despertares frecuentes, el ronquido o la emisión de otros ruidos, la sensación de ahogo, sueños llamativos que producen agitación, despertares o miedo a dormir. Puede aparecer también sudoración nocturna excesiva, agitación, aumento de movimiento durante el sueño, palpitaciones. La falta de sueño por el contrario, lleva a no poder conciliar el sueño, lo que puede producir ansiedad, nerviosismo, dar vueltas en la cama, necesidad de levantarse a pasear o comer, miedo a ir a la cama por pensar que no va a dormir.
A la mañana siguiente la persona puede tener la boca seca, dolor de cabeza o presentar sensación de no haber descansado bien. A lo largo del día es cuando se pueden añadir otros síntomas como la facilidad para quedarse dormido, cansancio, fatigabilidad, despistes, sensación de mareo, dificultad para concentrarse en tareas, etc. Consecuencia de estos síntomas va a ser la repercusión en las tareas ordinarias, como serían la disminución de rendimiento en el trabajo o la posibilidad de accidentes (de tráfico por ejemplo).
Consecuencias a largo plazo
A largo plazo, meses o años, los síntomas se suelen hacer más llevaderos, es decir, uno se acostumbra a su mala calidad de sueño y a su mala calidad de vida. Uno ya sabe que duerme y vive mal. Sin embargo, además de lo molesto que esto puede ser, que lo puede ser y mucho, el problema es la aparición de complicaciones por otras enfermedades que se pueden añadir. Estas son de muy distinta índole y de gravedad también variable. Lógicamente las más frecuentes son las alteraciones psicológicas o psiquiátricas como la ansiedad, depresión, cambio de carácter, alteración de la personalidad o cambios en la conducta alimentaria. Menos frecuentes pero más importantes son las alteraciones neurológicas (pérdida de memoria, dificultad de concentración, infartos cerebrales más o menos extensos) o las cardiovasculares (hipertensión arterial, infartos de corazón). Además, especialmente en niños, puede haber trastornos endocrinos, como serían trastornos de crecimiento, y problemas de aprendizaje.
Conclusiones
Hemos revisado causas y consecuencias de un dormir de baja calidad. La idea a transmitir es clara: no se trata de un asunto sin importancia, aunque no sean enfermedades graves para la vida, sí afectan la calidad de vida. Y a largo plazo pueden ser también complicaciones para la salud física o mental.