La salud es comprendida como un estado biocultural de equilibrio, con un componente subjetivo, entre lo biológico y lo psíquico, así como una función normal mantenida dentro de contextos temporales, sociales, culturales y ecológicos específicos. En concreto, la salud del anciano es considerada como la capacidad funcional de atenderse a sí mismo y desarrollarse en el seno de la familia y la sociedad, la cual le permite, de una forma dinámica, el desempeño de sus actividades diarias.
Esta definición considera dos aspectos clave: la necesidad de preservar y recuperar las capacidades que permitan a la persona ser independientes en su entorno y la importancia que tienen en el resultado final del estado de salud, las variables personales, ambientales y de comportamiento. Una situación de desventaja en cuestión de salud se muestra de muchas formas y puede ser absoluta o relativa. Puede incluir tener pocos bienes familiares, recibir una educación pobre durante la adolescencia, tener un empleo inestable, quedarse atrapado en un empleo de riesgo o en un empleo sin salida, vivir en viviendas en malas condiciones, intentar sacar adelante una familia en circunstancias difíciles o vivir con una pensión de jubilación insuficiente.
Castilla y León, Aragón, Asturias y Galicia encabezan la lista de las CC.AA. más envejecidas, con tasas superiores al 20%. El rápido fenómeno del envejecimiento de las sociedades modernas a puesto a prueba no sólo los recursos sanitarios, sino que a nivel social ha precisado el rápido desarrollo de servicios y programas destinados a hacer frente a las demandas de este grupo poblacional tan heterogéneo y con una amplia variedad de necesidades, desde lucrativas hasta de institucionalizaciones en caso de dependencia.
Triplicado la asistencia al sistema sanitario
Los ancianos son el grupo de edad que utiliza con mayor frecuencia los servicios sanitarios, presentando un mayor número de visitas médicas, pruebas diagnósticas y prescripciones. Otra característica del proceso de envejecimiento es la feminización de la población mayor, este fenómeno se debe a una mayor esperanza de vida de las mujeres.
En las últimas décadas, se ha triplicado la asistencia y utilización del sistema sanitario por paciente, especialmente por parte del paciente mayor. Las personas mayores suponen el 44,4% de todas las altas hospitalarias y presentan estancias más largas que el resto de la población. En concreto, respecto a los ingresos hospitalarios, existe un mayor porcentaje de hombres ingresados respecto a las mujeres así como que los hombres de edades más avanzadas padecen ingresos más largos.
Se ha evidenciado que los componentes sociales protagonizan gran parte de las inequidades sanitarias entre la población mayor española, generando dependencias las cuales implican diferencias en el estado de salud. Pero la dependencia en las personas mayores no es un fenómeno nuevo, como ya decía el informe del Imserso en 2016, edad y dependencia están estrechamente relacionadas, ya que el volumen de personas con limitaciones de su capacidad funcional aumenta en los grupos de edad superiores, sobre todo a partir de los 80 años.
Se constata la elevada utilización de los servicios sanitarios por la población de 65 años y más y, dado el elevado coste que supone en un contexto de escasez de recursos públicos, queda resaltada la necesidad de desarrollar programas de atención al enfermo crónico centrados en un mayor empoderamiento de esta población y en la promoción del autocuidado.