Con el auge de la estética dental, cada vez se confirma en mayor medida que los pacientes desconocen los resultados que la pérdida de dientes causa en el aspecto de su rostro, sobre todo cuando desaparecen las piezas posteriores.
Esta afirmación proviene del hecho de que muchas personas prefieren mejorar la imagen de los dientes anteriores mediante técnicas como la ortodoncia o las carillas antes que sustituir de forma duradera las muelas caídas. Sin embargo, la pérdida de estas tiene efectos estéticos que deberían conocer.
El compromiso estético oculto de los dientes posteriores
Pongamos un ejemplo. Si se nos cae un incisivo o un colmillo, a priori, el compromiso estético parece mayor que si perdemos una muela. De hecho, buscamos solución inmediata porque sentimos que no nos permite hacer vida normal, ya que incide en nuestra autoestima y en las relaciones sociales. Por el contrario, al perder una muela, no nos damos tanta prisa en resolver el problema. Masticamos con el otro lado y confiamos en que no se verá.
Sin embargo, no sustituir un molar o cualquier otra pieza posterior tiene graves consecuencias en el orden mecánico y, también, aunque no lo parezca, en el estético. En el momento en que perdemos una muela se desencadenan varios procesos.
Al desaparecer su función, el organismo tiende a ‘inutilizar la zona’, por lo que progresivamente pierde riego sanguíneo y, como efecto, masa ósea. Ello provoca que vaya disminuyendo en densidad y cause caída de altura y anchura a la estructura ósea que sostiene los músculos y tejidos del rostro. Nos consumimos facialmente porque carecemos de un armazón sólido.
Dificultades para la restauración dental
Por otra parte, se trata de un área muy problemática para la desaparición de hueso, porque deja poco espacio para la intervención posterior de restauración dental. En el maxilar superior, porque tenemos los senos maxilares, cámaras de aire donde es imposible colocar implantes dentales. Y en la mandíbula, porque la cruza un nervio sensitivo que apenas deja margen para insertar los implantes.
Cuando se aborde la restauración, será necesario realizar injertos óseos para recuperar el volumen necesario que permita anclar los dientes artificiales.
Sobrecarga y rotura de nuevas piezas
Por otro lado, la ausencia de piezas posteriores lleva a que las piezas existentes soporten una mayor sobrecarga. Con ello, se rompen más piezas y se producen desplazamientos de los dientes anteriores, que carecen del equilibrio que proporciona disponer de todos los dientes.
Colapso mecánico y envejecimiento prematuro
Esta situación de colapso mecánico comienza a notarse también en el envejecimiento prematuro de la cara: se pierde altura entre la nariz y la barbilla, se adelgaza en anchura, aparecen arrugas antes de tiempo y se forma la llamada papada en la parte inferior.
Este fenómeno es particularmente visible en los pacientes edéntulos (que han perdido partes completas de la dentadura) o en quienes han llevado durante mucho tiempo prótesis removibles, que hacen su función, pero no revitalizan la masa ósea. Por el contrario, contribuyen a que se acelere la desaparición.
La salud antes que la estética
Por tanto, no parece conveniente abordar primero tratamientos meramente estéticos si no hemos recuperado antes la funcionalidad de la cavidad bucal, porque su acción no será duradera.
Entre las opciones posibles de recuperación, las más recomendables son las que se basan en implantes dentales. Los implantes se comportan como dientes naturales, en el sentido de que mantienen la vitalidad de la masa ósea y evitan su desaparición.
En Clínica Bustillo estamos especializados en tratamientos de estética facial fundamentados en la restauración de la dentadura mediante implantología dental. Contacte con nosotros para que podamos estudiar su caso.