Consejos para el cuidado de los pies en el paciente con diabetes mellitus


Silvia Anastasia Calvo Campos, Daniel Bujeda Hernández, Irene Fernández Badía y Paula Berges Mata

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La diabetes mellitus (DM) es una de las emergencias mundiales sanitarias del siglo XXI según la FID (International Diabetes Federation), siendo considerada un problema individual y de salud pública de enormes dimensiones.

Las lesiones en el pie suponen una de las principales complicaciones en los pacientes diabéticos debido a su frecuencia, y a la discapacidad y disminución de calidad de vida que conllevan; además del elevado coste que generan. Suponen la principal causa de amputación no traumática de extremidades inferiores.
Son múltiples los factores que contribuyen al desarrollo de dichas lesiones: neuropatía periférica, enfermedad arterial periférica, traumatismos (externos o producidos por las deformidades del pie), mal control glucémico, diabetes de larga duración, úlcera o amputación previa del pie, mala visión, o hábito tabáquico, entre otros.
Estudios evidencian que, estrategias que incluyan la prevención mediante la educación del paciente y profesionales sanitarios, la participación activa del paciente por medio del autocuidado, y un seguimiento cercano de éstos, puede reducir la tasa de amputaciones entre el 49 y el 85%.
Esto pone de manifiesto la importancia del papel de los profesionales de enfermería dentro del equipo multidisciplinar, y la necesidad de analizar los agentes causales, complejidad fisiopatológica y agentes desencadenantes de las lesiones en los pies.
Concretamente, en las consultas de Enfermería de Atención Primaria, uno de los pilares fundamentales del manejo del paciente diabético es la valoración del pie diabético y la educación al paciente en el cuidado de los pies, fundamental para prevenir la aparición de lesiones.

Esta educación sobre el cuidado de los pies incluye:
• INSPECCIÓN DIARIA: de los dedos y espacios interdigitales, planta del pie y talones, utilizando un espejo si es necesario, para mejorar la exploración; prestando especial atención a la aparición de cambios de color, cambios de temperatura, zonas hinchadas, ampollas, grietas, callosidades, rozaduras, uñas incarnadas, hongos, y cambios en la cantidad de vello de las piernas.
• HIGIENE DIARIA: lavado diario de los pies con esponja suave, no olvidar los espacios interdigitales, no dejar el pie en remojo más de 5 minutos por el riesgo de maceración, comprobar la temperatura del agua (no debe superar los 37ºC), utilizar jabón de pH neutro.
• SECADO: secado cuidadoso prestando especial atención a los espacios interdigitales, con una toalla suave y evitando la fricción, y no utilizar fuentes de calor (aire caliente, bolsa de agua caliente…) por el riesgo de quemadura que supone.
• HIDRATACIÓN: utilizar cremas hidratantes con urea o ácido láctico, aplicar una capa fina de crema y hacer un ligero masaje desde la planta del pie y dorso hacia el resto de la pierna, no aplicar crema en los espacios interdigitales (por el riesgo de maceración).
• CORTE DE UÑAS: utilizar tijeras de punta roma (no usar tijeras con punta, alicates de manicura, etc), cortarlas después del lavado ya que están más blandas y son más fáciles de cortar, hacer un corte horizontal dejando la uña con bordes rectos, limar los bordes con lima de cartón, no cortarlas demasiado, sino dejar que sobresalga 1mm del pulpejo, solicitar ayuda si existen dificultades en la movilidad y agudeza visual; y si las uñas son demasiado gruesas o existen problemas para cortarlas, acudir al podólogo.
• EVITAR TRAUMATISMOS, ROCES Y LESIONES: no caminar descalzos, examinar el calzado antes de ponerlo, utilizar siempre calcetines (de algodón, lana o lino, preferiblemente sin costuras), no utilizar ligas y no aplicar una fuente de calor directa (bolsa de agua caliente, almohadillas eléctricas…) por el riesgo de quemado.
• CALZADO ADECUADO: es fundamental elegir un calzado adecuado, ya que una de las principales causas de ulceración es el calzado inadecuado y/o mal ajustado. Deberá utilizarse un calzado lo suficientemente ancho para que el pie no esté sometido a presión pero no demasiado holgado para evitar rozaduras, evitar zapatos puntiagudos y/o descubiertos a nivel de los dedos, tacón ancho y de entre 3-4cm de alto, zapatos con suela antideslizante, de materiales de piel fina y blanda, sin costuras interiores, con buena sujeción, comprobar diariamente el interior del zapato, cambiar diariamente zapatos y calcetines, al comprar zapatos, probarlos a última hora del día y en ambos pies, y al estrenarlos usarlos poco tiempo los primeros días.
Si se presentan deformidades o callosidades en los pies, se aconseja utilizar plantillas diseñadas para cada paciente, que alivien la presión o roce en la zona.

AUTORES

Silvia Anastasia Calvo Campos. Enfermera. CS Torrero la Paz. Zaragoza.
Daniel Bujeda Hernández. Enfermero. CS Torrerramona. Zaragoza.
Irene Fernández Badía. Enfermera. CS Fuentes Norte. Zaragoza.
Paula Berges Mata. Enfermera. CS Rebolería. Zaragooza