María es una mujer de 40 años que siempre se siente muy nerviosa y con sensación de tensión persistente. Ha tenido varias relaciones de pareja que no han llegado a durar y en el trabajo ha tenido problemas debido a que no termina los encargos a tiempo y comete errores en proyectos importantes. De pequeña siempre había sido una niña muy habladora, movida en clase y con dificultades para concentrarse. Desde hace unos años tiene problemas de ansiedad, pero, recientemente, al acudir a un psicólogo le han diagnosticado Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Desde que recibe tratamiento se encuentra mucho mejor y ha decidido participar en estudios de investigación sobre este trastorno con el objetivo de que otras personas no tengan que pasar por lo mismo que ella.
Si le preguntáramos a usted qué es el TDAH, probablemente contestase que son niños y niñas movidos, que molestan en clase y sacan malas notas. Parece que es algo propio de la infancia y que misteriosamente desaparece con la edad, influyendo solo en lo académico. Es evidente que este trastorno afecta a la infancia y en especial al rendimiento académico; sin embargo, no desaparece cuando se cumple la mayoría de edad o se deja el colegio.
Qué es el TDAH
En torno a 3 de cada 100 adultos de nuestro alrededor cumplirían criterios para el diagnóstico de este trastorno. Ahora bien, ¿qué es el TDAH? Es una condición que se manifiesta con síntomas de inatención, hiperactividad o impulsvidad llamativamente elevados con respecto al resto de personas, y que además interfieren con las tareas del día a día o el propio desarrollo.
Como se ha mencionado, la atención se ve afectada. En adultos esto puede manifestarse como una dificultad para organizarse, que evitemos o retrasamos tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido tales como preparación de informes o completar formularios, que con frecuencia perdamos cosas necesarias en el día a día como papeles de trabajo, o falta de atención a los detalles.
En cuanto a la hiperactividad, algunos ejemplos en los que se puede ver esta característica serían juguetear con las manos, con los pies o incluso levantarse en situaciones en las que se espera que uno permanezca sentado. También es frecuente no poder llevar a cabo actividades recreativas de manera tranquila o tener la sensación de que la persona está actuando como si “lo impulsara un motor” o hablar excesivamente.
Todos podemos mostrar estos síntomas en cierta medida, o durante un periodo concreto, como en situaciones de estrés laboral. Sin embargo, para poder diagnosticar a alguien de TDAH, estos síntomas deben ser superiores a los de la mayoría de las personas, presentarse durante al menos seis meses y no ser consecuencia de otro trastorno, como por ejemplo una depresión.
¿Por qué es importante el diagnóstico?
El TDAH puede producir dificultades secundarias en la vida de las personas que lo padecen. Tiende a asociarse a consumos superiores de alcohol y otras conductas de riesgo, como conducir de manera menos segura. Esto a su vez se asocia a mayor riesgo de accidentes y lesiones. También existen mayores dificultades en las relaciones personales y laborales, lo que puede aumentar el riesgo de depresión o ansiedad.
De hecho, en muchas ocasiones el TDAH es un diagnóstico secundario. La persona acude al especialista porque hay problemas con la pareja, conflictos laborales, o estrés. Sin embargo, cuando se lleva a cabo una evaluación más profunda puede ser que el TDAH esté originando o complicando muchos de estos problemas. Es importante saber si estos problemas se relacionan con un TDAH y por tanto, es fundamental acudir a un profesional. Este podrá hacer un diagnóstico y recomendar un tratamiento acorde a los síntomas.
Tratamiento
Existen medidas y tratamientos eficaces a la hora de manejar los síntomas y las consecuencias del TDAH. Actualmente, los tratamientos aceptados para el TDAH son la psicoterapia y el entrenamiento conductual, así como medicaciones específicas.
La psicoterapia y el entrenamiento conductual ayudarán a identificar y minimizar conductas nocivas, y permitirán adquirir nuevas destrezas que faciliten el afrontamiento de situaciones específicas. Algunos ejemplos serían los siguientes:
• Aprender a evitar actividades de riesgo.
• Utilizar herramientas externas como un móvil o agenda que faciliten la adquisición de hábitos positivos en el estudio o trabajo.
• Entrenar el manejo del conflicto para facilitar las relaciones personales.
Por otro lado, existen diferentes medicaciones seguras y eficaces que ayudan a centrar la atención y reducir los niveles de hiperactividad, y que también han demostrado su utilidad reduciendo muchas de las consecuencias secundarias al trastorno.
Investigación
La mayor parte de las investigaciones sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad se llevan a cabo en niños y adolescentes. En este sentido, existen lagunas importantes de conocimiento sobre el TDAH en adultos que diferentes instituciones están tratando de completar en los últimos años.
Áreas de investigación importantes serían, por ejemplo, el estudio de la frecuencia de los síntomas en la población adulta, las consecuencias a lo largo de toda la vida del trastorno o el efecto del tratamiento en aspectos distintos a los síntomas principales. Además, la investigación sobre TDAH en adultos tiene dificultades específicas como son una menor financiación, o el hecho de que muchas personas con el diagnóstico no acuden a ningún especialista y, por ello, es difícil reclutar participantes con el trastorno.
Conclusión
El TDAH en adultos es un trastorno frecuente y que puede tener repercusiones importantes en la calidad de vida de las personas que lo padecen y en su entorno. Existen sin embargo tratamientos eficaces para su manejo, así como cada vez más investigación. Por ello, el diagnóstico por profesionales especializados es clave para evitar complicaciones futuras.