“Recuerdo un tubo de plástico avanzando por el interior de mi garganta, después intenté toser, abrir los ojos, dar alguna señal de que estaba despierto. En aquel punto el pánico se apoderó de mí y sentí cómo mi corazón se aceleraba. En mi interior estaba llorando, pero nadie lo notaba. La misma sensación que debe sentir esa gente a la que entierran viva”.
Este es el relato verídico de una paciente tras su paso por quirófano para ser sometida a una intervención bajo, teóricamente, anestesia general.
¿Qué es el despertar intraoperatorio?
El despertar intraoperatorio (DIO) es aquel estado en el que el paciente ha sido consciente de sucesos ocurridos durante una anestesia general y es capaz de narrarlo una vez finalizada ésta. Abarca desde una leve percepción de sonidos y sensaciones hasta la audición franca de ruidos y conversaciones. Es conveniente saber que el oído es el último estímulo sensorial que se pierde, y que rara vez se percibe tacto o dolor.
Se trata de uno de los principales temores que manifiestan los pacientes antes de pasar por quirófano. En una encuesta publicada en 1990, un 50% de los pacientes que iban a ser intervenidos referían tener “miedo a enterarse de la cirugía”. Igualmente, representa una continua preocupación para los anestesiólogos.
¿Es frecuente el DIO?
El DIO es una rara complicación anestésica. Clásicamente se ha aceptado que 1 de cada 1000 personas que son intervenidas quirúrgicamente en el mundo sufre algún tipo de despertar durante la intervención. Por suerte, y gracias al avance en la monitorización anestésica, estas cifras han descendido.
El DIO representa una de las principales causas de demanda judicial por motivo anestésico.
¿Qué experimenta el paciente durante el DIO?
Estos despertares suelen pasar desapercibidos para el paciente y no son recordados. Sin embargo, en algún caso, el recuerdo de todo el proceso quirúrgico es evidente, y es vivido como una experiencia traumática dejando secuelas, en ocasiones, de por vida.
Lo más frecuente son las percepciones auditivas, seguida por la vivencia de una cuadro de ansiedad y angustia en relación a la parálisis y al miedo a sentir dolor.
¿Cuáles son sus causas?
La principal causa de DIO es un error en la administración de drogas anestésicas, bien por fallo en la dosificación, o por error en la técnica de administración (intercambio de jeringas, jeringas mal identificadas, fallo en el funcionamiento de infusores anestésicos, etc.). El paciente no recibe una correcta hipnosis, y por ello “superficializa” su estado de consciencia. Además, suelen darse casos de DIO en pacientes en los que la monitorización intraoperatoria es deficiente o se obvia la vigilancia de la profundidad anestésica.
En cualquier caso, debemos ser humildes y aceptar que, la mayoría de las veces, el DIO suele ser debido a errores humanos y no a errores del aparataje.
¿Existen pacientes o cirugías con más riesgo de presentar un DIO?
Alrededor del 1% de las pacientes sometidas a cesárea bajo anestesia general presentan episodios de DIO. Esta mayor incidencia se debe a cambios fisiológicos del embarazo y, sobre todo, a una reducción intencionada de fármacos anestésicos y opioides, con el fin de evitar la depresión respiratoria y neurológica del neonato.
Igualmente existe una mayor incidencia de DIO en pacientes sometidos a cirugía cardíaca. Ello se debe a la dificultad que entraña titular las dosis de anestésicos cuando el paciente permanece en circulación extracorpórea.
El DIO en pacientes politraumatizados suele ser debido a una deficiente monitorización y a la limitación en la administración de fármacos depresores.
No se nos debe olvidar que, pacientes jóvenes, obesos, consumidores crónicos de drogas y/o alcohol y los estados de hipertermia, pueden precisar de mayores dosis de anestésicos para lograr una profundidad hipnótica correcta.
¿Cómo se puede sospechar un cuadro de DIO en quirófano?
Partiendo de la premisa que es muy difícil medir o monitorizar de forma totalmente fiable la hipnosis, el anestesiólogo puede sospechar un DIO mediante signos indirectos durante la intervención: elevación de la frecuencia cardiaca y la presión arterial, sudoración, lagrimeo, salivación, enrojecimiento cutáneo y movimientos del paciente si no se han usado bloqueantes neuromusculares o ha cesado el efecto de éstos.
¿Qué consecuencias puede acarrear un episodio de DIO?
Las consecuencias son muy variadas y van desde trastornos del sueño, pesadillas, recuerdos desagradables, ansiedad, ataques de pánico, preocupación por la muerte y miedo a futuras anestesias, hasta Síndrome de estrés postraumático en el peor de los casos. En estos últimos casos suele ser necesario apoyo psicológico y/o tratamiento psiquiátrico.
¿Cómo podemos evitarlo?
El DIO, incluso en los grupos de riesgo anteriormente mencionados, es una complicación potencialmente evitable y representa un reto a alcanzar para todo anestesiólogo. Se debe realizar, de forma rutinaria, una correcta revisión de los fármacos y circuitos anestésicos, así como de todos los dispositivos de monitorización disponibles en quirófano.
Hoy en día, los anestesiólogos se han rodeado de equipos de monitorización avanzados que permiten el control de constantes respiratorias, neurológicas, hemodinámicas, etc. a tiempo real. El desarrollo de dispositivos que miden la intensidad de la actividad cerebral y de la musculatura facial, facilitan el control del nivel de consciencia durante todo el acto quirúrgico.
Desde la visita preanestésica, la labor del anestesiólogo consistirá en informar y tranquilizar al paciente en este aspecto. Un ambiente cordial desde que el paciente llega al quirófano, ayudará al enfermo a tener un sueño agradable.
Ante todo, los anestesiólogos no podemos dejar que los avances tecnológicos actuales, nos hagan ser más cómodos y confiados, cayendo en el peligroso error de obviar la vigilancia más importante, la del propio personal presente en el quirófano.