El absceso perianal y su potencial complicación: La Gangrena de Fournier


Antonio García Domínguez, Melody García Domínguez, Alejandra Utrilla Fornals, Lara Aparicio Juez, Paula Omedas Bonafonte, Carmen Jimeno Griñó, Francisco Javier García Alarcón, María Marín Ibañez, Mariela Olivari Montoya y María José Anoro Casbas

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El absceso perianal es una acumulación de pus que se origina en las inmediaciones del canal anal.

Estos abscesos pueden deberse a causas específicas (como cuerpos extraños, traumatismos, enfermedades inflamatorias intestinales, procesos infecciosos específicos, tumores, secuelas de tratamientos radioterápicos, fisuras anales…) o inespecíficas. Dentro de las causas inespecíficas, la teoría más aceptada es la criptoglandular, es decir, que tienen su origen en las glándulas anales. Estas glándulas, que desembocan en las criptas y están situadas alrededor del canal anal en número de 6 a 10 en total, pueden obstruirse, desencadenando un proceso infeccioso que desemboca en la formación de un absceso.
Los abscesos perianales son el doble de frecuentes en el sexo masculino y, respecto a la edad de aparición, alcanzan su máxima incidencia entre la tercera y la quinta décadas de la vida. Así mismo, se ha visto relación con determinadas épocas del año, ya que la frecuencia de esta patología se incrementa en los meses de primavera y verano.

Dentro de los abscesos anorrectales, podemos encontrar 5 tipos diferentes:
1. Absceso Perianal: Es la forma más frecuente, representando más del 50% de todos los abscesos anorrectales. Clínicamente se manifiesta por proctalgia intensa (dolor anal intenso), que se exacerba con la defecación y la sedestación (al sentarse) junto con la aparición de fiebre y leucocitosis (elevación de leucocitos en la analítica). A la exploración física, se evidencia una zona de tumefacción, indurada y eritematosa que a veces se acompaña de áreas de fluctuación. Esta exploración física suele ir acompañada de la realización de un tacto rectal, sin embargo, no siempre es posible debido al intenso dolor que experimenta el paciente.
2. Absceso Isquiorrectal: Son el segundo tipo más frecuente de abscesos anorrectales. Clínicamente, se manifiestan también por proctalgia muy intensa, así como por la presencia en la exploración física de una zona indurada y eritematosa en la región glútea baja. Esta clínica puede acompañarse de áreas de fluctuación. En este tipo de abscesos, la presencia de fiebre y de leucocitosis es todavía más habitual que en los abscesos perianales.
3. Absceso Postanal Profundo: Estos abscesos se forman entre el esfínter anal externo y el músculo elevador del ano, en la línea media posterior. Esta localización profunda, hace que habitualmente no exista ninguna manifestación visual a la exploración física, sin embargo, el paciente presenta proctalgia intensa y fiebre. En este contexto, puede ser de gran ayuda la realización de una prueba de imagen, como la Tomografía Computarizada (TC), que nos ayude a confirmar el diagnóstico y que, además, nos concrete la localización exacta del absceso.
4. Absceso Interesfinteriano: En esta variedad de absceso, la infección se disemina en dirección ascendente siguiendo el plano interesfinteriano (plano que queda entre el esfínter anal externo y el interno) en lugar de dirigirse hacia la piel. Esto hace que, al igual que en el caso anterior, habitualmente no exista ninguna manifestación visual a la exploración física, siendo la proctalgia en muchas ocasiones la única sintomatología de los pacientes. En este tipo de abscesos, la presencia de fiebre no es tan frecuente como en los anteriores. Para completar la sospecha diagnóstica, será necesaria la realización de un tacto rectal, el cual permitirá palpar una masa en la pared del recto. En caso de no ser posible y si persisten dudas diagnósticas, puede estar indicada la realización de una prueba de imagen para confirmar el diagnóstico.
5. Absceso Supraelevador: Es la forma menos frecuente, representando únicamente menos del 5% de todos los abscesos anorrectales. La particularidad de este tipo de abscesos radica en que, además de poder originarse como consecuencia de la obstrucción de una glándula anal, pueden deberse a otros procesos infecciosos originados en la pelvis, como por ejemplo, la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, la Enfermedad Inflamatoria Pélvica o la Diverticulitis Aguda. Clínicamente, se manifiestan en forma de proctalgia, fiebre y leucocitosis. Al no presentar manifestaciones visuales a la exploración física, puede estar indicada la realización de una prueba de imagen para confirmar el diagnóstico.
El tratamiento de los abscesos anorrectales, independientemente del tipo que sean, es el drenaje quirúrgico urgente, que puede ir acompañado, o no, de tratamiento antibiótico intravenoso. Este drenaje se realiza en quirófano, ya que suele precisar de anestesia general o regional debido a la gran hipersensibilidad de la zona, el tamaño de la incisión del drenaje, así como la posibilidad de utilización de electrocoagulación en caso de sangrado importante.

¿Qué consecuencias tiene no drenar los abscesos anorrectales?

Si los abscesos anorrectales no son correctamente drenados, existe el riesgo de que la infección se generalice a toda la región del periné, pudiendo dar lugar a lo que se conoce como Gangrena de Fournier, la cual se caracteriza por una fascitis necrotizante que afecta a la región perianal, la región genital (escroto y pene en hombres, vulva en mujeres) y que puede extenderse hacia la pared abdominal. Esta patología, que requiere de tratamiento antibiótico intravenoso de amplio espectro junto con desbridamientos quirúrgicos amplios, presenta una evolución rápida y agresiva, presentando una elevada tasa de mortalidad a pesar de un tratamiento adecuado y precoz.

AUTORES

Antonio García Domínguez. Residente Servicio Cirugía General y del Aparato Digestivo. Hospital Universitario Severo Ochoa. Leganés. Madrid
Melody García Domínguez. Residente Cirugía General. Hospital San Jorge. Huesca
Alejandra Utrilla Fornals. Médico Interno Residente Servicio Cirugía General y del Aparato Digestivo. Hospital San Jorge (Huesca).
Lara Aparicio Juez. Residente Urología. Hospital San Jorge. Huesca
Paula Omedas Bonafonte. Residente Medicina Intensiva. Hospital San Jorge. Huesca
Carmen Jimeno Griñó. Residente Medicina Interna. Hospital San Jorge. Huesca
Francisco Javier García Alarcón. Médico de Servicio de Urología. Hospital San Jorge de Huesca
María Marín Ibañez. Enfermera del Servicio Medicina Intensiva. Hospital San Jorge. Huesca
Mariela Olivari Montoya. Enfermera especialidades médicas. Hospital San Jorge .Huesca
María José Anoro Casbas. Supervisora enfermería especialidades médicas. Hospital San Jorge. Huesca

AUTORES

Antonio García Domínguez. Residente Servicio Cirugía General y del Aparato Digestivo. Hospital Universitario Severo Ochoa. Leganés. Madrid
Melody García Domínguez. Residente Cirugía General. Hospital San Jorge. Huesca
Alejandra Utrilla Fornals. Médico Interno Residente Servicio Cirugía General y del Aparato Digestivo. Hospital San Jorge (Huesca).
Lara Aparicio Juez. Residente Urología. Hospital San Jorge. Huesca
Paula Omedas Bonafonte. Residente Medicina Intensiva. Hospital San Jorge. Huesca
Carmen Jimeno Griñó. Residente Medicina Interna. Hospital San Jorge. Huesca
Francisco Javier García Alarcón. Médico de Servicio de Urología. Hospital San Jorge de Huesca
María Marín Ibañez. Enfermera del Servicio Medicina Intensiva. Hospital San Jorge. Huesca
Mariela Olivari Montoya. Enfermera especialidades médicas. Hospital San Jorge .Huesca
María José Anoro Casbas. Supervisora enfermería especialidades médicas. Hospital San Jorge. Huesca