El Alzheimer (Y III): diagnóstico y tratamiento


Lourdes Gorricho. Médico Geriatra. Directora Apartamentos Tutelados de Proginsa (Colegiado N. 3103757)

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En la tercera y última entrega de este trabajo vamos a hablar del diagnóstico y el tratamiento del Alzheimer.

El diagnóstico de la enfermedad solo se puede hacer con certeza estudiando el cerebro de la persona enferma post mortem. El diagnóstico en vida es de “probable Enfermedad De Alzheimer”, y se basa en una buena y detallada historia médica, análisis que descarten otras causas de demencia, la realización de test para ver cómo funciona el cerebro y estudios de radiodiagnóstico por Neuroimagen (como el TAC, RMN, PET, SPECT) .
Se pueden hacer estudios genéticos que determinan si hay más o menos probabilidad de padecer una enfermedad de Alzheimer, pero todavía no con la certeza de que sea eficaz al cien por cien.

Como el Alzheimer es una enfermedad, hay que confiar en que se hallará una cura, lo mismo que se ha encontrado tratamientos curativos para otras enfermedades. Hacen falta tiempo y recursos para la investigación.
Las medicaciones actualmente existentes no frenan la enfermedad, pero sí ayudan a paliar de forma temporal la sintomatología. Los medicamentos más frecuentemente utilizados son:
• Rivastigmina: (Prometax. Exelon)
• Memantina: (Ebixa, Axura)
• Donepezilo: ( Aricep)
• Galantamina: (Reminyl).
Son los especialistas, neurólogos, psiquiatras y geriatras, junto con el médico de cabecera, quienes le indicarán la dosis y la fase en la que incluir estas medicaciones.
Si no hay tratamiento curativo, ¿por qué es importante diagnosticar esta enfermedad? Lo es porque se puede excluir que la causa de ese deterioro sea tratable y no sea una enfermedad de Alzheimer. Por ejemplo, por cuadros depresivos, o enfermedades por carencias de Vitaminas del grupo B, así como una larga lista de enfermedades que pueden simular síntomas similares a las fases iniciales de la demencia.
El diagnóstico también es importante porque permite al propio enfermo hacer planes de futuro, y tomar sus propias decisiones antes de que no pueda hacerlo.  A la familia le permitirá planificar los cuidados más convenientes, y a los especialistas indicar los medicamentos más adecuados para mejorar, aunque sea transitoriamente, sus síntomas.

¿Puedo hacer algo para prevenirlo?

Cada vez tenemos más indicios para afirmar que prevenir el Alzheimer está en nuestras manos. Siguiendo estos consejos, se calcula que podríamos evitar casi  uno de cada tres casos.
Tienes que cuidar tu corazón: ¿sabías que lo que es bueno para el corazón también lo es para el cerebro? Haz deporte, lleva una vida social activa, come saludablemente y pon retos a tu cerebro (juegos de memoria, lectura…).
Estas pequeñas cosas pueden ser nuestra mejor arma para protegernos del Alzheimer.
Puedes reducir el riesgo de tener Alzheimer cambiando tus hábitos: Acaba con el sedentarismo, controla tu tensión arterial. Evita los excesos y el sobrepeso, y no fumes.

Residencia o vivienda familiar 

Seguro que muchas familias de enfermos de Alzheimer se han hecho alguna vez esta pregunta. Por eso, es importante hacer un diagnóstico precoz con el que sea el propio afectado quien pueda expresar su voluntad, si se da el caso.
El sentido común nos indica que el propio hogar es una buena elección siempre que se cuente con los cuidados sanitarios y personales necesarios para conseguir el mayor bienestar.
Pero es cierto que conforme avanza la enfermedad, resulta más difícil proporcionar los cuidados que la persona necesita. Llega el momento de pensar en otras alternativas que, con la ayuda de profesionales, compartan la tarea del cuidador.
Estas alternativas y recursos a la hora de compartir la tarea del cuidador son las ayudas en el domicilio, centros de día, viviendas tuteladas, o residencias.
Optar por una residencia que ofrezca durante las 24 horas atención, puede ser una opción que debe ser valorada tanto por el cuidador principal como por el resto de la familia y los profesionales, sociales y sanitarios.
No es una decisión fácil. Al contrario, resulta una conclusión muy dura y dolorosa. Pero en todo caso, hay que hacer prevalecer el bienestar del enfermo y alojarlo donde reciba los mejores cuidados posibles. Por lo tanto, una residencia puede que sea la mejor opción o, al menos, la que se ajuste mejor a las necesidades de todos los implicados.