El dolor crónico: más allá del cuerpo


Paula Munárriz Giménez. Fisioterapeuta. Hospital Reina Sofía

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El dolor es una experiencia universal, pero cuando persiste durante meses o incluso años, se transforma en una carga silenciosa que condiciona la vida de quienes lo padecen. Hablamos del dolor crónico, una condición compleja que afecta no solo al cuerpo, sino también a la mente y a la vida social. Para comprendedlo y abordarlo eficazmente, hoy se impone una mirada integral: la perspectiva biopsicosocial.

¿Qué es el dolor crónico?

El dolor se define como la experiencia subjetiva que se desencadena a partir del procesamiento de un input nociceptivo y que se encuentra influida por factores cognitivos, emocionales, sociales y genéticos.

El dolor crónico se caracteriza por una duracion superior a los 3-6 meses. El paciente lo suele describir como continuo y recurrente,
afectando negativamente al bienestar, la funcionalidad y la calidad de vida de éste. Ademas frecuentemente va acompañado de alteraciones afectivas como depresión y ansiedad. Por tanto, es difícil de evaluar, tratar y manejar.

Desde el punto de vista neurofisiológico, el dolor es el resultado de la activación de una compleja red de estructuras cerebrales en la que intervienen regiones relevantes en el procesamiento de dichos componentes.

Una mirada integral: el modelo biopsicosocial

Durante décadas, la medicina ha enfocado el dolor desde una óptica principalmente física: buscar la lesión, tratarla y esperar que desaparezca. Sin embargo, el dolor crónico no responde tan fácilmente a este modelo. Por eso, hoy se entiende como un fenómeno multidimensional, en el que interactúan factores biológicos, psicológicos y sociales.

• Biológicos: se relacionan con la causa inicial del dolor, los procesos inflamatorios, el sistema nervioso, la genética y el estado general de salud.
• Psicológicos: incluyen el estado emocional del paciente, su nivel de estrés, la ansiedad, la depresión, y cómo interpreta y afronta el dolor.
• Sociales: abarcan el apoyo familiar, la situación laboral, el entorno social, la cultura y las creencias sobre la salud.

Este modelo no pretende negar el dolor físico, sino ampliarlo: un mismo dolor puede vivirse de forma muy distinta según el contexto emocional y social del paciente. Así, una persona que sufre dolor pero cuenta con una red de apoyo, estrategias de afrontamiento y comprensión médica, tendrá una experiencia distinta de otra que se siente sola, incomprendida o incapaz de adaptarse.

El paciente con dolor crónico se encuentra ante una situación muy negativa debido a la persistencia en el tiempo de una sensación desagradable, así como por el impacto que el dolor ocasiona en su calidad de vida. Por tanto, las emociones generadas por esta situación son un elemento muy importante que deben tenerse en cuenta en la evaluación y el tratamiento de los síndromes de dolor.

Se ha demostrado que hay una relación entre el dolor y la depresión, ya que existe un factor común que modula las quejas de dolor y se relaciona directamente con los síntomas depresivos: el catastrofismo. Se caracteriza por la magnificación de los síntomas relacionados con el dolor, la preocupación constante por el dolor, los sentimientos de impotencia y el pesimismo sobre las consecuencias que conlleva el padecimiento del dolor.

El diagnostico del dolor cronico debe incluir, por tanto, una valoracion de todos aquellos factores que contribuyen a su mantenimiento y que inciden negativa y positivamente sobre la calidad de vida del paciente.

Implicaciones para el tratamiento

El enfoque biopsicosocial no solo es útil para entender el dolor: también guía su tratamiento. Esto implica ir más allá de los fármacos y considerar una atención multidisciplinar, en la que intervienen médicos, psicólogos, fisioterapeutas, enfermeras y trabajadores sociales.

Herramientas terapéuticas más eficaces:
• La educación del paciente, para entender qué es el dolor crónico y cómo manejarlo.
• La terapia psicológica, especialmente la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a modificar pensamientos y conductas que perpetúan el dolor.
• La actividad física adaptada, que mejora la movilidad, la fuerza y el estado de ánimo.
• El acompañamiento social, que refuerza la integración y reduce el aislamiento.

El objetivo no siempre es eliminar el dolor por completo, lo cual no siempre es posible, sino ayudar al paciente a recuperar su autonomía, mejorar su calidad de vida y reducir el sufrimiento.

Técnicas de rehabilitación fisioterapeútica

Los beneficios que aporta la fisioterapia se derivan de su capacidad para atenuar y controlar algunos de los síntomas más frecuentes de la enfermedad como son la excesiva sensibilidad a estímulos no dolorosos, la rigidez articular, los calambres, problemas posturales o las alteraciones del sueño.

Existen distintas terapias según lo que se quiera conseguir y/o tratar. Entre ellas tenemos la reeducación postural global (para mejorar la postura), la terapia miofascial, técnicas neuromusculares para la disminución del dolor, electroterapia, terapias de biofeedback (aprenden sobre su actividad y así pueden modificarla), electroacupuntura, hidroterapia, crioterapia entre otras.

El papel activo del paciente

Otro aspecto clave de este enfoque es el papel activo del paciente. A diferencia del modelo tradicional, donde la persona es un receptor pasivo del tratamiento, el modelo biopsicosocial invita a la participación: aprender sobre el dolor, practicar ejercicio, desarrollar técnicas de relajación, mejorar la comunicación y pedir ayuda cuando sea necesario.

Esto no significa que el paciente deba responsabilizarse en solitario, sino que necesita acompañamiento profesional y un entorno que le comprenda.

Una realidad frecuente e invisible

El dolor crónico afecta a cerca del 20% de la población, pero sigue siendo una realidad poco visible. Muchas personas se sienten incomprendidas, culpables por no “mejorar” o juzgadas por expresar un dolor que no siempre se ve. Hablar abiertamente del dolor crónico y reconocer su complejidad es el primer paso para mejorar su abordaje.

En definitiva, el modelo biopsicosocial nos recuerda que el dolor no solo se siente, también se vive. Y para tratarlo de verdad, necesitamos escuchar al paciente en todas sus dimensiones.