Las enfermedades del aparato circulatorio tienen una alta prevalencia en Occidente y, de hecho, constituyen la primera causa de mortalidad. Esto obedece a varios factores, fundamentalmente a unos inadecuados hábitos de vida (consumo de tabaco, deficiente alimentación), enfermedades derivadas de los mismos (hipertensión, diabetes) y al aumento de la esperanza de vida.
Las enfermedades del aparato circulatorio, excluyendo las que afectan al corazón y sus vasos, se pueden dividir en dos grandes grupos: las que se producen por una oclusión de las arterias y las que ocurren por una dilatación de las mismas. Ambos grupos de enfermedades, cuando no reciben el adecuado tratamiento o cuando éste no se instaura precozmente, pueden conducir a graves consecuencias e incluso a la muerte de las personas que las padecen.
No puedo andar…
Cuando se produce una oclusión de una arteria, la consecuencia inmediata es una disminución del aporte de sangre del territorio al que irriga. Estas oclusiones suelen localizarse en las arterias de las piernas y el síntoma más típico es un dolor a nivel de las pantorrillas que obliga a pararse a la persona que lo sufre. Este es el motivo de que se conozca coloquialmente como“Síndrome del escaparate”, porque muchos enfermos tratan de disimular su enfermedad parándose a mirar las tiendas cuando no pueden continuar caminando.
Si el aporte sanguíneo sigue disminuyendo, el dolor de las piernas cada vez permite caminar una distancia menor sin parar y, en estadios finales, el dolor aparece en reposo. Si no se toman medidas, la falta de circulación puede ser tan importante como para no poder mantener los tejidos y aparece la necrosis. En cualquiera de estos dos casos, va a ser necesario algún tipo de intervención para devolver el aporte sanguíneo a la extremidad o, en caso contrario, habría un riesgo muy elevado de amputación a corto plazo.
Las modalidades de tratamiento quirúrgico ofrecen buenos resultados y consisten en la realización de un bypass, que consiste en un “puente” para saltar la obstrucción de la arteria enferma. Esta intervención será más o menos compleja dependiendo de la localización y la extensión de las lesiones arteriales. En los últimos tiempos, se tiende a disminuir la agresividad de los procesos encaminados a devolver la circulación de las extremidades y son cada vez más frecuentes los procedimientos de dilatación de segmentos arteriales enfermos (angioplastia) o la colocación de una prótesis por dentro de la lesión (stent), que pueden ser realizados con un mínimo ingreso y anestesia local.
Frente a los problemas de oclusiones arteriales, lo mejor es la prevención y que nunca lleguen a aparecer. Es primordial la eliminación del tabaco, así como el control de la hipertensión arterial, la diabetes o los cuadros de hiperlipemia. También es muy importante realizar una actividad física diaria de acuerdo a la edad. En caso de aparecer, el tratamiento médico precoz es esencial, porque cuando hay lesiones en las arterias periféricas, prácticamente en todos los casos también hay lesiones coronarias y de los vasos cerebrales, que en caso de seguir progresando pueden conducir a la aparición de infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares.
¿Una bomba de relojería?… No
Esto es lo primero que se escucha cuando una persona tiene una dilatación de alguna arteria de su organismo, generalmente cuando afecta a la arteria aorta a su paso por el abdomen. Es un dicho completamente inexacto y, que en la mayor parte de los casos, sólo sirve para asustar al paciente, pero ilustra con bastante claridad el problema que hay, porque esas dilataciones arteriales, si no se tratan, habitualmente siguen aumentando hasta su ruptura. Lo que ocurre es que este crecimiento suele suceder a lo largo de los años y por eso, la frase de la bomba de relojería sólo sirve para hacer cundir la alarma.
No se sabe con exactitud cuáles son los factores que determinan que una arteria comience a dilatarse, que es lo que se conoce como un aneurisma, pero lo más admitido es que son los mismos que para la enfermedad arterial oclusiva, fundamentalmente tabaco, edad e hipertensión arterial. Es una enfermedad asintomática prácticamente en la mayoría de los casos y se detecta casi siempre de forma casual durante la exploración de otras enfermedades. Cuando hay síntomas estos obedecen a la rotura del aneurisma o a un crecimiento súbito del mismo, en cuyo caso el tratamiento no se puede diferir.
La forma más extendida de tratar un aneurisma es mediante una intervención quirúrgica, sustituyendo el segmento de arteria dilatado por una prótesis artificial. Al igual que en el caso de las oclusiones arteriales, la tendencia actual consiste en disminuir la agresividad de estas intervenciones y, por ese motivo, desde hace varios años se pueden corregir determinados aneurismas por un procedimiento endovascular, a través de un cateterismo o una mínima intervención quirúrgica. Aunque no se puede realizar en todos los pacientes porque depende mucho de la morfología y la localización del aneurisma, esta modalidad terapéutica reduce los riesgos de la intervención y conlleva un postoperatorio más corto y mejor tolerado.
Dejar de fumar
En general, unos hábitos de vida saludables, llevar a cabo un mínimo ejercicio físico y no fumar son suficientes para prevenir la aparición de una enfermedad vascular. El tabaco es el principal factor involucrado en la aparición de las enfermedades arteriales y en su pronóstico.
Cuando ya aparecen síntomas, es importante acudir a un médico al primer síntoma, para instaurar un tratamiento en caso necesario y evitar las posibles complicaciones, fundamentalmente a nivel coronario y cerebrovascular por la probable existencia de lesiones arteriales a dichos niveles. El tratamiento antiagregante es obligado, incluso en estadios iniciales.
En caso de progresión de la enfermedad, el avance de las técnicas diagnósticas y terapéuticas permite ofrecer en la mayoría de los casos una adecuada solución para hacer desaparecer los síntomas o, por lo menos, mejorarlos y conseguir una calidad de vida aceptable. La imparable progresión de las técnicas mínimamente invasivas y de los procedimientos endovasculares abre un campo que permite tratar con un riesgo aceptable a pacientes que de otro modo no podrían ser intervenidos.