Estoy deprimido


Olga Lucía Correa Ospina. Médico psiquiatra. Hospital Reina Sofía de Tudela

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Es frecuente oír en las personas quejas sobre el estado de ánimo, y en concreto la expresión: “estoy deprimido”. No cabe duda de que la persona que realiza esta afirmación se está refiriendo a que no se encuentra bien a nivel de su estado de ánimo, que se encuentra triste. Pero resultaría interesante hacer una aclaración al respecto. El término depresión hace referencia a una enfermedad del sistema nervioso, una enfermedad que puede tener diferentes niveles de gravedad y que ésta gravedad en caso de ser elevada puede ser de una importancia significativa, tanto así que puede poner en peligro la vida de una persona.

La buena noticia, es que la mayoría de las veces, no se trata en realidad de una depresión. A pesar de que usemos ese término, si nos evaluara de forma adecuada un profesional de la salud comprenderíamos que en realidad estamos confundiendo, el estar tristes, frustrados, aburridos con la posibilidad de estar deprimidos.
Nuestro cerebro tiene la capacidad de desarrollar sentimientos, esto hace parte de un cerebro normal. El estar enfadado porque se me ha estropeado el coche, frustrado porque no he obtenido los resultados esperados en un proyecto; triste porque se ha terminado una relación sentimental… , y claro, también están las emociones agradables como la satisfacción, la ilusión, la esperanza… La tristeza es una de las emociones de nuestro sistemas cerebral. Y es perfectamente comprensible y razonable su presencia a pesar de que no sea una experiencia placentera.

Esperiencia de malestar

En principio la medida mas importante cuando nos sentimos tristes es aceptarlo. Aceptarlo como una experiencia interna propia de los seres humanos. No juzgarnos por estar entristecidos ni forzarnos a no estarlo. “No estés triste”, esta es una frase habitual que se le dice a una persona que está pasando por un mal momento. Pero a pesar de la buena intención de esta frase u otras similares, realmente sería más aconsejable recibir este sentimiento como algo natural y aceptarlo. Contextualizarlo en relación a lo que estamos viviendo en ese momento. En ocasiones no tenemos claro el motivo de la tristeza, pero aun así podemos estarlo. A veces hay relación con factores hormonales, el clima, la tensión por nuestras obligaciones, cansancio físico o factores de nuestra vida que no asociamos directamente pero que pueden estar jugando un papel.

Una vez aceptamos este sentimiento, su experiencia se hace un poco menos dolorosa, ya que no le agregamos el sufrimiento por sentirnos enfermos o avergonzados por sentirnos débiles por vernos así. Y entonces podemos empezar poco a poco a permitirnos estrategias para ir resolviendo esta experiencia de malestar. En cada persona estas estrategias serán diferentes ya que consisten en echar mano de aquellos valores importantes para cada uno y de los intereses particulares. Recurrimos entonces a aquellos elementos que sabemos que nos suelen afectar de forma positiva: el deporte, los amigos, la familia, los paseos, nuestra mascota, la música, una película, etc. Y por lo general en el momentos menos pensado vamos saliendo de aquel momento doloroso y volvemos a estar como antes.
Ahora bien, la depresión es un cuadro de características diferentes, donde la principal es la intensidad y el mantenimiento de los síntomas a los largo de los días, el empeoramiento y sobretodo, la afectación sobre nuestra vida en general. Este último es uno de los factores más importantes, que se trata de un importante cuadro de malestar mental con una base de alteración cerebral que afecta no solo a la sensación subjetiva de bienestar sino a la capacidad de funcionar en los diferentes aspectos de la vida. Se suele acompañar de desesperanza, de pesimismo, sensación de cansancio, sentimientos negativos hacia la propia persona, pérdida de la capacidad de sentir placer en general, pérdida de interés en cada vez más actividades, abandono de nuestro autocuidado y de nuestro entorno, cambio en nuestro patrón de sueño y de apetito, así como otra serie de elementos clínicos que pueden estar presentes.

Resulta importante entonces considerar de entrada que la tristeza como tal no es enfermedad. Que es importantes asumirla, aceptarla y no juzgarla. Progresivamente ofrecernos propuestas para ir sintiéndonos mejor. No alimentarla con actitudes derrotistas o autodevaluándonos. En caso de que el malestar persista y nuestras estrategias de afrontamiento no estén resultando eficaces y el malestar perdure, o se intensifique, conviene consultar con nuestro médico de atención primaria o el personal sanitario de referencia. Ellos y ellas pueden ayudarnos a valorar lo que nos está ocurriendo y a categorizarlo y sobretodo a evaluar la presencia de elementos que sugieran o no la presencia de una depresión.

No es lo mismo estar deprimidos a estar tristes

Cada vez desde salud mental animamos a los equipos de atención primaria y a los propios profesionales de salud mental a enseñar a la población sobre la naturaleza humana de la tristeza y el malestar y no tratarlo de entrada con medicamentos para la ansiedad o antidepresivos que al final de cuentas no serán efectivos si su causa son las dificultades normales y habituales de la vida o las emociones propias del ser humano. El uso de medicamentos antidepresivos está siendo cada vez mayor, por lo menos en nuestra comunidad. Esto debe alertarnos sobre la posibilidad de la sobremedicación de estas sustancias, y sobre la posibilidad de que estamos dejando en los medicamentos la responsabilidad de ayudarnos a sentirnos mejor, a no estar tristes. Y no estamos entrenándonos en resolver nuestro malestar con nuestras propias estrategias de afrontamiento de malestar.

Como conclusión, no es igual estar deprimido a estar tristes. La depresión requiere un tratamiento específico y la tristeza no. Pero en cualquier caso, resulta tremendamente importante fortalecer nuestro sistema de afrontamiento del malestar, enriqueciendo nuestra vida, manteniendo la mente activa y ocupada con actividades placenteras y retos, que no tiene que ser especialmente sofisticados, pero que disfrutemos, que tengan que ver con nuestra forma de ser y nuestros intereses, o que exploremos unos nuevos, para que nos ayuden a sobreponernos a los humanos momentos de debilidad y frustración. En otras palabras, es recomendable que durante nuestro recorrido en la vida vayamos buscando en nosotros mismos y vayamos construyendo esa red que nos ayudará en los momentos de fragilidad. Esto ayudará a que asumamos en un principio nuestra salud mental como algo que debemos cuidar, así como lo hacemos con el resto de nuestro cuerpo. Y saber también, que siempre se puede pedir ayuda, si no podemos con ello.