El crecimiento de la implantología dental presenta nuevos desafíos. Entre ellos, el lograr que haya un acceso más generalizado a los implantes sin sacrificar la calidad y vida útil de los tratamientos, y conseguir que las intervenciones sean más cortas en el tiempo y menos invasivas. Asimismo, el paciente debe entender que el buen aspecto de la dentadura y el atractivo del rostro no dependen solo de una mera actuación estética.
Actualmente, se está dando quizá excesiva importancia a la vertiente estética de la salud bucodental. Blanqueamientos, ortodoncia invisible, carillas dentales, son conceptos que maneja el público y, a veces, con cierta frivolidad.
La funcionalidad y la estética van unidas
Sin embargo, funcionalidad y estética no son dos apartados excluyentes, ni mucho menos. Sabemos que la conservación de las propiedades funcionales de la boca –tener la dentadura completa, las encías y otros tejidos blandos en buenas condiciones, y contar con la densidad ósea suficiente para sujetar la estructura facial– es esencial para mantener la armonía en el rostro.
Por mucho que se mejore el color o la forma de los dientes anteriores, los que se ven, si se han perdido piezas posteriores o sufres desgaste en el hueso, no se podrá detener el envejecimiento prematuro.
Por el contrario, con un tratamiento de implantes, que en la mayoría de los casos comportará un proceso de regeneración ósea, estaremos contribuyendo a revertir el deterioro estético del paciente.
¿Por qué los implantes tienen efectos estéticos?
Debemos partir de la idea de que al perder una pieza dental, la masa ósea de los maxilares se atrofia. Disminuye la densidad en altura y altura, no recibe flujo sanguíneo y cicatriza. Con el tiempo, esta degradación afecta al conjunto de la estructura bucodental si no se le pone remedio. Se pierde firmeza en los tejidos, adelgazan los labios, cae la punta de la nariz, aparecen arrugas de expresión y se incrementa la grasa bajo el mentón, entre otras manifestaciones.
Con la colocación de implantes, se trata de frenar ese proceso imparable. A diferencia de una prótesis removible, con la que se recupera cierta capacidad mecánica pero no detiene el deterioro, un tratamiento de implantes revitaliza la zona afectada.
• Primero, porque previamente es necesario regenerar el hueso perdido para asegurar la estabilidad del implante desde el primer momento, algo que ayudará a evitar las enfermedades periimplantarias y a afianzar la duración.
• Segundo, porque el implante se comporta como la raíz de un diente natural y detiene la degradación.
• Y, tercero, como consecuencia, la reconstrucción mejora la estética. Por tanto, vemos que una intervención en parte biológica y funcional tiene efectos estéticos.
Una vez que se han conseguido los objetivos de rehabilitación, además es posible aplicar tratamientos adicionales de rejuvenecimiento facial que ayuden a recuperar la firmeza perdida y a mostrar un aspecto acorde con la propia edad.