La fiebre


Dr. Iñaki Santiago Aguinaga

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En condiciones normales, nuestro cuerpo tiene una temperatura media, medida a nivel axilar, de 37º centígrados (C), considerándose como normales oscilaciones en el rango de los 36ºa los 37,5ºC. Durante el transcurso del día pueden presentarse ligeras variaciones. Así nuestra temperatura es más baja a primera hora de la mañana, marcando su valor más alto a última hora de la tarde. Además, hay situaciones que van a hacer variar la temperatura, como las fases del ciclo menstrual, la comida, el ejercicio o el exceso de abrigo en los niños pequeños, entre otras. Además, la temperatura normal puede variar con la edad, tendiendo a ser más elevada en los niños pequeños que en los ancianos.

Por otro lado, conviene saber que la toma de temperatura a nivel rectal, método habitual en lactantes, nos va a dar un valor superior a la axilar en aproximadamente 0,5ºC.

¿Qué es la fiebre?

La fiebre es una elevación de la temperatura por encima de 37,5ºC. Cuando esa temperatura está entre 37,7ºC y 38ºC, hablamos de febrícula, refiriéndonos a la fiebre propiamente dicha cuando dicha temperatura supera los 38ºC. Además, conviene aclarar que la fiebre, en sí, no es una enfermedad, sino un síntoma que nos indica que nuestro organismo está defendiéndose ante alguna agresión.

¿Por qué aparece?

Ante una agresión, habitualmente externa, nuestro cuerpo se defiende aumentando la tem- peratura. Por tanto, la fiebre, además de ser un síntoma, es una situación que hace que mecanismos de defensa de nuestro organismo funcionan mejor con pequeñas elevaciones de la temperatura.

Los motivos de fiebre son numerosos, aunque lo más habitual son las infecciones, afortunadamente de carácter banal y, por tanto, de fácil control en nuestras casas. No obstante, aunque en menor proporción, la fiebre puede ser expresión de otros procesos, con enfermedades inflamatorias, cánceres, etc.

¿Cómo se manifiesta?

La fiebre se suele acompañar de otros síntomas, como los escalofríos, la tiritona, dolores articulares y musculares, la cefalea y el quebrantamineto general. Además, la temperatura elevada aumenta nuestro metabolismo, traduciéndose en aumento de la frecuencia respiratoria y una aceleración del pulso.

Signos de alarma

Como ya hemos comentado, la mayor parte de las ocasiones, la fiebre se debe a procesos benignos que no precisan de la intervención de nuestro médico. Sin embargo, hay situaciones en las que será necesario consultar con nuestro médico, como son: niños menores de 3 meses, personas con enfermedades crónicas (diabetes, bronquitis crónica, enfermedades del corazón, cáncer, etc.), el embarazo, fiebre de 41ºC o la aparición de signos de alarma (rigidez de nuca, convulsiones, manchas en la piel o estupor).

¿Se debe tratar siempre?

Como hemos comentado, la elevación de la temperatura corporal puede ayudar a una mejor respuesta defensiva de nuestro organismo, por lo que, actualmente, no está claro que deba tratarse la fiebre en todos los casos y, sobre todo, si es leve o moderada (por debajo de los 38ºC).

Manejo de la fiebre

Contamos con diferentes medios para manejar la fiebre, destacando los métodos físicos y el tratamiento farmacológico. Los métodos físicos consisten, principalmente, en evitar el abrigo excesivo, la aplicación de compresas húmedas y la toma de baños de agua tibia, así como la ingesta de abundantes líquidos. En cuanto al tratamiento farmacológico, contamos con un amplio arsenal terapeútico, destacando, como los más utilizados, el ácido acetil salicílico, el paracetamol y el ibuprofeno, presentes en la mayoría de nuestros botiquines caseros. No obstante, evitaremos la administración de ácido acetil salicílico en niños con procesos gripales, ya que puede dar lugar a problemas hepáticos.

Qué no debemos hacer

Nunca deberemos alarmarnos por una temperatura elevada, salvo que exceda los 41¼ C, ya que no existe correlación entre aquella y la gravedad del proceso. Además, no deberemos acudir a nuestro médico de forma inmediata, ya que la mayor parte de procesos son benignos, autolimitados y fácilmente manejables en el domicilio. Y, por supuesto, nunca dar antibióticos, salvo prescripción de nuestro médico, ya que, además de no tener efecto farmacológico sobre la fiebre, su uso indiscriminado da lugar a la aparición de resistencias bacterianas.