La importancia del descanso es paralela a la importancia del trabajo: uno y otro son necesarios para lograr en la vida los objetivos que nos permiten vivir y ser felices. Todo trabajo supone un desgaste físico y psíquico. Ese desgaste se acompaña de sensaciones negativas, que configuran la vivencia personal de lo que llamamos cansancio.
El cansancio físico consiste en una sensación desagradable del cuerpo, que tiene su origen en la fatiga muscular. Esta impresión desagradable varía de localización según los músculos más empleados en el trabajo; puede llegar a producir dolor agudo o crónico. Las personas que no descansan lo suficiente pueden ir acumulando cansancio de modo intenso y continuado.
El cansancio físico, al menos el agudo, suele ser fácil de detectar y, por lo tanto, fácil de remediar con el descanso. El cansancio crónico,
por ser menos intenso y menos relacionado con una actividad concreta, suele ser más difícil de resolver, pues no se sabe qué actividad es la que produce el cansancio y que habrá que abandonar o reducir. Muchas veces, el cansancio crónico parece relacionado con una personalidad propensa al desequilibrio entre cansancio y descanso.
El cansancio psíquico es consecuencia de la tensión mental o estrés que acompaña al trabajo y también a la vida en general, pues vivir es un trabajo, pues incluso las tareas ordinarias requieren esfuerzo. Por temporadas, la vida ordinaria requiere más esfuerzo porque es más difícil satisfacer las necesidades psicológicas: seguridad, amor, confianza, satisfacción, gratificaciones, estima. Además, algunas
personas, por ser más ambiciosas o exigentes consigo mismas y con los demás, y más necesitadas de éxitos o de cariño y seguridad, viven de modo habitual una vida con más tensión o esfuerzo, y tienden a acumular cansancio. El cansancio psíquico, originado por el trabajo físico, intelectual o de vivir puede ser también agudo y crónico, y se manifiesta en un descenso de la capacidad de funcionamiento de las facultades psíquicas: fluidez del pensamiento, fortaleza de la voluntad, imaginación, percepción, atención, concentración y memoria.
Irritabilidad, frustración, ansiedad
En la afectividad, durante el cansancio, aparecen afectos negativos: irritabilidad, susceptibilidad, frustración, temor, ansiedad (estrés), preocupación, labilidad e hipersensibilidad emocional. Estos afectos negativos, a su vez, influyen negativamente en las funciones cognitivas y dan lugar a conductas negativas, que producen más sentimientos negativos, creando círculos viciosos negativos, que pueden acabar produciendo una depresión, grado máximo de negativismo.
El descanso es necesario. Lo es para prevenir las consecuencias negativas físicas y psicológicas del cansancio, que pueden impedir trabajar, o, al menos, trabajar bien. Y lo es también para vivir con mejor calidad de vida, pues el descanso elimina las sensaciones y afectos negativos, y devuelve la fuerza física y mental para trabajar bien. Así pues, conviene tener en cuenta que es más importante la calidad que la cantidad de trabajo, y para ello hay que “robar” tiempo al trabajo para “trabajar” en el descanso.
El descanso ni es sinónimo de pasividad, ni de cese de la actividad que cansa. Dejar de hacer algo descansa, sobre todo físicamente, pero puede seguir cansando porque el trabajo pendiente fatiga psicológicamente a cualquier persona mínimamente responsable; o porque se puede seguir trabajando mentalmente, como le ocurre a quienes no saben desconectar mentalmente del trabajo. Por otra parte, algunos no tienen horas ni días libres para descansar, no pueden dejar de trabajar, pues tienen tareas continuas, permanentes, como son cuidar a los hijos o a familiares enfermos crónicos, atender al ganado, desempeñar las faenas domésticas en familias amplias.
Así pues, el método ideal de descanso, el más recomendable, es conseguir un hábito de equilibrio diario entre el trabajo y descanso. No basta esperar al fin de semana, o al puente trimestral, o a las vacaciones, pues puede ocurrir que no sean suficientes ni proporcionados al cansancio. El hábito de trabajar y descansar cada día supone autocontrol y flexibilidad psicológica, y hace posible alcanzar el ideal de
descansar trabajando que es la “vacuna” más eficaz contra el cansancio crónico.
Cómo descansar es un asunto muy personal: solo uno mismo conoce las actividades que le descansan. Pero los rasgos comunes a todas las actividades que descansan son que producen relax y proporcionan disfrute. El relax es el antídoto de la tensión o estrés que desgastan
las fuerzas físicas y psíquicas, y generan sensación de cansancio. El disfrute produce afectos y sensaciones positivas, que diluyen o neutralizan las negativas que acompañan al cansancio. Para conseguir el relax y el disfrute, y así descansar, hay que dar importancia a la
actitud con que se realizan las actividades que descansan. Hay, por ejemplo, quienes no descansan porque realizan esas actividades de modo competitivo, obsesivo; o porque se acompañan de personas que contagian negativismo, que tensan y hacen sufrir.
Algunos ejemplos de actividades que descansan a todo el mundo son:
1. Contemplar las cosas y las personas bonitas, buenas y auténticas, pues producen relax y disfrute. Ejemplos de cosas que tienen estas
cualidades son la buena música, literatura, el paseo por la naturaleza, el cine, las mascotas.
2. Sentirse querido y hacer cosas agradables con personas que nos quieren y a las que queremos, pues con ellas, al no tener que actuar o
que esforzarnos para conquistar su aprecio, podemos relajarnos y ser nosotros mismos. El cariño que nos dan nos produce afectos positivos que neutralizan los negativos del cansancio.
3. se ha hablado mucho de la eficacia de la risa, del buen humor, para combatir el estrés. Y como el trabajo cansa por la tensión y el estrés que conlleva, las actividades que producen risa o buen humor son un buen medio para descansar. Por otra parte, vivir y trabajar con alegría y buen humor evita cansarse demasiado. Esta idea está en la línea del consejo popular que dice: “hay que poner al mal tiempo buena cara”, para poder ser feliz en la vida: la felicidad descansa y evita el cansancio, sobre todo el psicológico. Conviene, por tanto, evitar en lo posible, los afectos negativos (enfados, preocupaciones, temores, prisas, inseguridades) y tener una actitud positiva ante la vida.
Se puede afirmar, en resumen, que el ser humano tiene, por propia naturaleza, ciertas necesidades fisiológicas y psicológicas, entre las que se cuenta el descanso. Con él, recuperamos la energía que se consume con el esfuerzo por lograr el objetivo de ser feliz y ayudar a los suyos a serlo. La propia naturaleza humana ha previsto un tiempo de vigila para la actividad y un tiempo de sueño para el reposo. En nuestra sociedad, tan competitiva y centrada en el logro de éxitos en el mundo exterior, es frecuente el desequilibrio entre esfuerzo y reposo, entre cansancio y descanso, y las alteraciones propias del estrés crónico que son su inevitable acompañamiento.
Es una obligación deontológica de los profesionales sanitarios la prevención de los riesgos contra la salud; uno de ellos es el cansancio crónico. Han de recordar, por tanto, a las personas que dependen de ellos la necesidad del descanso como medida de higiene.