La práctica del deporte y la muerte súbita


Dr. Antonio Asso. Servicio de electrofisiología. Hospital Universitario Miguel Servet Director Unidad de Arritmias, Hospital QuirónSalud, Zaragoza

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Cualquier muerte repentina es un evento devastador tanto a nivel familiar como en el entorno en que se produce ya que viene definida entre otros aspectos por su propia imprevisión. Cuando, además, el fallecido es un deportista sus implicaciones son mayores ya que suele tratarse de sujetos jóvenes y que representan el paradigma social de salud y vida ordenada que la práctica regular de ejercicio físico suele conllevar. En consecuencia, el impacto mediático de una muerte súbita en una cancha, un estadio, o una prueba deportiva es enorme.

La práctica del deporte recreacional ha crecido exponencialmente en los últimos años como pueden atestiguarlo los fabricantes de material deportivo por su constante incremento en volumen de facturación o cualquier testigo que recorra las calles o parques de las ciudades. Consecuentemente, cuando consideramos el valor saludable del deporte es legítimo que asalte una duda: puede ser contraproducente el deporte, si es así: ¿en quién?; ¿Cuál es la “dosis” del mismo que resulta más beneficioso para la salud?, ¿se asocia el deporte con muerte súbita?. Intentaré responder brevemente a algunas preguntas comúnmente planteadas cuando surgen estos temas.
A modo de declaración de principios, debemos afirmar que la práctica de ejercicio físico regular y el deporte generan una serie de beneficios para la salud cardiovascular que sobradamente compensan sus raros y ocasionales potenciales efectos adversos. Entre éstos últimos cabe señalar que la práctica deportiva intensa habitual –sobre todo deportes de resistencia tipo ciclismo, atletismo- pueden favorecer el desarrollo al cabo de años de entrenamiento intensivo de ciertas arritmias como la fibrilación auricular que puedan resultar sintomáticas pero que no conllevan riesgo vital propiamente dicho y que hoy día son abordables mediante intervenciones específicas como la ablación con catéter. En otro orden de cosas, el ejercicio físico puede actuar de “desencadenante” de una arritmia maligna si el sujeto es portador de una enfermedad que por diversos motivos –como la ausencia de sintomatología- no se haya detectado. Para la población general, podemos concluir que diversos estudios avalan que un nivel de ejercicio ligero-moderado es el que mayores beneficios confiere en términos de salud cardiovascular.
El número de deportistas federados que mueren anualmente en España de forma súbita supera la centena. En la inmensa mayoría de estos casos, la causa es una arritmia cardíaca denominada fibrilación ventricular que representa una actividad eléctrica caótica del corazón y en consecuencia un pulso rapidísimo e ineficaz. Una vez instaurada esta arritmia la muerte es inexorable si en un plazo menor de 10-15 minutos el corazón no se devuelve al ritmo eléctrico normal mediante la aplicación en el tórax de una descarga eléctrica de alta energía proporcionada por un aparato denominado desfibrilador.

¿Por qué se produce una muerte súbita?

En términos generales podemos afirmar que el 90% de las muertes súbitas son de origen cardíaco, y dentro de éstas la inmensa mayoría se deben a una arritmia ventricular maligna que origina un colapso inmediato.

¿Es sinónimo de infarto la muerte súbita?

No. Aunque un infarto puede acompañarse de síntomas breves y vagos poco específicos (además de la presentación clásica de opresión torácica) lo habitual es que esa persona reconozca que “algo va mal”. Los primeros minutos -y horas- del infarto es el periodo de mayor vulnerabilidad eléctrica para que se produzca una arritmia maligna que origine la muerte en el infarto agudo pero esta incidencia se desarrolla en un contexto reconocido de enfermedad, diferente del colapso instantáneo que define la muerte arrítmica propiamente dicha.
En el contexto de la muerte súbita de un deportista o de cualquier practicante de ejercicio físico regular se plantean una serie de preguntas fundamentales: ¿era previsible?, ¿era evitable?, ¿qué podemos hacer para disminuir su incidencia?.
Para responder a la primera pregunta, deberíamos conocer qué enfermedad cardíaca ha provocado la arritmia mortal. Varias son las causas posibles y su probabilidad depende de la edad del individuo: mientras que por encima de los 40 años prevalecen las enfermedades coronarias (hayan presentado o no manifestaciones sintomáticas), por debajo de esa edad las patologías que con mayor frecuencia se relacionan con muerte súbita son una serie de enfermedades de base genética, es decir de componente hereditario y congénito, que afectan al músculo cardíaco (miocardiopatías) como la miocardiopatía hipertrófica, la displasia, etc. u otros síndromes que directamente alteran la estabilidad eléctrica del propio corazón.

¿Cuál es el mecanismo de la muerte que se produce durante el ejercicio?

Depende de la edad.
• Por encima de los 40 años lo más probable es que un síndrome coronario (angina, infarto, etc.) esté detrás de la inestabilidad eléctrica del corazón que (minutos, horas después) causa directamente la arritmia maligna mortal.
• Por debajo de los 40 años la prevalencia de enfermedad coronaria es muy baja y es más probable que la arritmia este asociada a enfermedades del miocardio (miocardiopatías, algunas de base genética), anomalías congénitas difícilmente detectables, etc.

Respecto a la segunda pregunta, para evitar la muerte súbita debemos detectar primero la existencia de la enfermedad subyacente, algo que no siempre es factible. Frecuentemente hay ausencia total de síntomas, pero en muchos casos una detallada historia clínica (indagando antecedentes familiares), la exploración física rutinaria, un electrocardiograma, y en su caso un ecocardiograma, permitirán excluir o confirmar el diagnóstico, debiendo tener presente el aforismo de que “sólo se encuentra aquello que se busca”. Así pues, una valoración médica rigurosa es uno de los requisitos para todo aquel que desea realizar ejercicio físico intenso, sea a nivel competitivo o recreacional.

¿Debe realizarse una revisión cardiológica antes de iniciar una práctica deportiva intensa?

Sí. Aunque debe tenerse presente que:
• Carece de sentido indicar pruebas indiscriminadas a individuos de bajo riesgo cuya interpretación será dificultosa y sujeta a errores.
• La mejor valoración suele incluir una historia clínica personal y familiar, la realización de un electrocardiograma y ecocardiograma, y en su caso otras exploraciones como prueba de esfuerzo, etc.

La respuesta a la tercera pregunta es más simple y contundente: para disminuir el número de muertes súbitas –tanto en contexto deportivo como durante la actividad habitual- debemos extender la distribución en todos los ámbitos de los desfibriladores automáticos. Se trata de aparatos de bajo coste, facilidad de uso y fiabilidad.

¿Excluye el riesgo de muerte súbita una revisión cardiológica exhaustiva?

No.
• Lamentablemente ciertas patologías que predisponen a una arritmia maligna pueden ser imposibles de detectar con antelación.

En conjunción con esta estrategia, debería enseñarse en las escuelas a realizar una correcta reanimación cardiopulmonar (masaje cardíaco) y el uso de los desfibriladores semiautomáticos. Conseguir normalizar y simplificar la legislación respecto al uso de estos dispositivos, extender su distribución y concienciar socialmente para que cualquier adulto sea capaz de realizar un masaje cardíaco efectivo permitiría reducir significativamente el número de muertes súbitas.