Hoy el objetivo es prolongar el periodo de vida sana de la boca. La mayoría de las personas quieren unos dientes sanos, bonitos, una correcta función y mantener los dientes naturales de por vida. Para ello, es importante realizar los cuidados adecuados y una correcta planificación individualizada.
El dolor, molestias, mal aliento, sangrado de encías, desgaste dental,…provoca a menudo que nos enfrentamos al dilema: ¿cómo me cuido mi boca? ¿qué cambiar? Sin embargo, como bien sabemos, a veces el simple deseo de generar un cambio no basta para que éste se haga realidad.
La salud no es algo que se pueda comprar ni vender es algo que todos tenemos que trabajar para mantenerla o recuperar. En la sociedad actual si dejas los dientes a su libre albedrío, evolucionan hacia la enfermedad. La velocidad de este proceso va a venir determinada por la calidad de los tejidos orales. Como se dice coloquialmente hay bocas buenas, mejores y peores, que fundamentalmente van a estar moduladas por las circunstancias de vida del individuo.
La biología o genética es una variable aleatoria de la madre naturaleza, pero como la tratemos no es “suerte” sino nuestra propia responsabilidad. Es como tener coche, por supuesto que si es una marca de prestigio mejor, pero lo que va a determinar su vejez es el correcto mantenimiento que le demos tanto diario como del profesional de la automoción. Con la única diferencia de que en unos años el próximo coche que compremos será mejor, mientras que los próximos dientes nunca serán como los propios.
Según el estudio del canadiense Marc Lalonde que considera a la salud como el resultante de la interacción de distintos factores que interrelacionan con el individuo, muestra como la biología humana tiene un impacto del 27% en los determinantes de salud, mientras que el estilo de vida 43% y su medio ambiente 19%. Sumados ambos 62%, quiere decir que de las condiciones que afectan a la salud es más importante cómo cuidamos nuestro cuerpo y el entorno, que la propia calidad de los dientes, lo que significa que si uno tiene buena boca y no la cuida correctamente, tiene peor pronóstico que una boca de peor calidad y bien cuidada. Resumiendo, a la larga es más importante una buena planificación para el cuidado preventivo de la salud.
Falsas creencias
Existen ideas erróneas como pensar que el cepillado de los dientes por si solo va a detener las enfermedades más comunes de la boca (caries, problemas de encías, desgaste dental), no importa el cepillo que se utilice, el número de veces que se cepille o el producto que se le coloque, porque otra idea también errónea es pensar que utilizando tal o cual químico nos vamos a mantener en salud. Si esto fuese así de sencillo, hoy disfrutaríamos de niveles de salud dental muy altos, ya que, la mayoría de la población en los países de nuestro entorno se cepilla los dientes y tiene un fácil acceso a productos como pastas de dientes, enjuagues,… Todo ello siendo medidas importantes son insuficientes para un correcto mantenimiento de la salud dental en el largo plazo.
La simplificación y la falta de individualización de las medidas preventivas han provocado la idea generalizada de que son poco útiles, instalándose en el inconsciente la idea que perder los dientes es consecuencia de la edad. Estas falsas creencias son una de las mayores barreras a superar. También otras como, por ejemplo, que la prevención es para niños, cosa que paradójicamente y aunque es mejor empezar bien cuanto antes para preparar otras etapas de la vida, conforme vamos cumpliendo años va aumentándose el riesgo de sufrir lesiones, lo que hace que tengamos una mayor necesidad de cuidados preventivos de mantenimiento.
Una nueva era
Tradicionalmente las personas iban al dentista “pasivamente”. Esto quiere decir que el paciente se sentaba en la silla de la clínica dental donde se le realizaban los tratamientos y se cepillaba con pasta de dientes. El modelo paternalista no mantenía la salud y el paciente volvía al dentista al generar nuevas lesiones, que se le volvían a reparar, entrando el paciente en ciclos de tratamientos cada día mayores que le llevaban poco a poco en la mayoría de los casos a la perdida de sus dientes.
Este modelo dirigido al tratamiento, buscaba la solución-curación de una enfermedad reduciéndolo a solucionar la incomodidad, la estética o el dolor, resolviendo el problema inmediato, no sabiendo que solo se ha resuelto la consecuencia del problema no su causa, lo que exige de un trabajo más a largo plazo.
En la nueva “era” la persona tiene que tener un rol activo y pasa a tomar parte en el proceso curativo. Se han comprendido las limitaciones de la cultura “del arreglo”. Ahora nos encontramos en una nueva situación: los pacientes son determinantes en el pronóstico de su enfermedad y de los resultados de los tratamientos. Es preciso iniciar una relación más equilibrada donde se combine el saber del dentista con la responsabilidad del paciente frente a su propia salud a largo plazo. Por consiguiente, el dentista no es el que solo arregla, sino que ayuda a mantener la salud de los dientes.
El diagnóstico y control permanente de determinados indicadores es la base para mantener un buen control de la situación. Como paralelismo de esto podemos señalar a la aviación, el piloto (paciente) es el responsable de dirigir el avión (cuidados diarios) y la torre de control (dentista) aporta toda la información del entorno cuyos indicadores (saliva, nivel de placa bacteriana, pH,…) para evitar sorpresas y para un correcto vuelo y aterrizaje (salud de la boca). Un programa de prevención individual es un plan donde conocidas las causas de la enfermedad (factores de riesgo), se diseñan las medidas de protección específicas, el paciente así conoce sus propias vulnerabilidades y los cambios a realizar en su estilo de vida y ambiente para reducir los riesgos identificados a lo largo del tiempo.
Nota: No existe la varita mágica, la salud de la boca es “resultado”.