La sedestación en los niños se desarrolla alrededor de los 6 meses, cuando el niño, colocado en dicha posición, comienza a desarrollar la sedestación independiente. En esta fase, los extensores de cadera ayudan a estabilizar la pelvis manteniéndola perpendicular al suelo, constituyendo la base para alcanzar la estabilidad dinámica en el tronco.
De esta forma, el niño utiliza los miembros inferiores para mantener la postura sentada y los miembros superiores quedan libres para manipular. Aparece la llamada ‘’sedestación en anillo’’ o ‘’ring sitting’’ (el niño está sentado con las piernas flexionadas, formando un anillo). Es en esta etapa cuando aparecen las reacciones de protección anteriores, laterales y posteriores y las reacciones de equilibrio se hacen presentes.
Aproximadamente a los 7-8 meses, el niño es capaz de hacer una sedestación con piernas extendidas (long sitting) con una mayor adducción y una menor rotación externa de caderas, y de combinar ambas: sedestación combinada (alternar una pierna en anillo y la otra extendida). Poco a poco va consiguiendo la sedestación lateral rotando cabeza y tronco hacia un lado y trasladando el peso del cuerpo hacia ese lado. Esta sedestación en la que una pierna se encuentra en rotación externa y la otra en rotación interna le confiere una amplia base de soporte y podemos decir que es una posición de transición para pasar a la cuadrupedia.
En torno al 10º mes es cuando podemos decir, de forma general, que se alcanza la sedestación estable, ya que se ha adquirido un buen control de tronco y de pelvis, los brazos son libres para manipular objetos y el niño tiene capacidad para ir cambiando de un tipo de sedestación a otro: sedestación en anillo, con piernas extendidas, en posición de sastre, sedestación lateral o de sirena (muy importantes para conseguir el paso a cuadrupedia).
¿Qué es importante controlar cuando el niño está sentado?
Durante todo este tiempo es aconsejable valorar y observar la sedestación espontánea del niño. En muchos casos, adoptan una posición para sentarse desde cuadrupedia que se denomina sedestación en W (las piernas adoptan forma de W vistas desde arriba) que puede producir problemas musculoesqueléticos. Esta posición mantenida en el tiempo no es buena para el desarrollo de caderas y rodillas, especialmente en niños con patología. El mantenimiento de esta posición, junto con una debilidad de glúteos mayores produce un efecto de torsión femoral que aumentan la patogenia de la anteversión femoral. Si los pies están mal orientados, favorecen además la torsión tibial (Sass 2003, L.Macías 2018). Los niños utilizan esta sedestación porque consiguen estabilizar su pelvis y tronco para tener los brazos libres para manipular, pero debemos evitar que la adopten de forma prolongada. Para ello, es importante que cambiemos su postura y la colocación de sus piernas utilizando otro tipo de sedestación, y en el caso de que esto no fuera posible o efectivo, podríamos utilizar dispositivos como la colocación de un pañal abductor con una densidad suficiente para que la pelvis quede elevada (en el caso de niños pequeños).
Pero, ¿qué ocurre cuando un niño no es capaz de conseguir una buena sedestación?
Muchos de los niños con los que nos encontramos son incapaces de realizar una sedestación activa o en el caso de que consigan hacerla, ésta no es correcta. Este es el caso de niños con enfermedades neuromusculares, con parálisis cerebral, con diferentes síndromes…
En estos casos, además de trabajar con diferentes técnicas fisioterápicas las estructuras implicadas, debemos ser capaces de encontrar herramientas que les faciliten dicha tarea y que eviten posturas incorrectas que mantenidas en el tiempo produzcan patología músculo esquelética.
Debemos tener en cuenta que una buena postura sentado favorece la respiración, la deglución, la manipulación y evita deformidades músculo-esqueléticas (acortamientos, escoliosis…). Para conseguir una adecuada sedestación es básico estabilizar la pelvis y/o el tronco. Solo así conseguiremos mejorar la estabilidad de la cabeza, facilitar la orientación del campo visual, liberar las manos para la manipulación…
En el mercado existe una amplia variedad de adaptaciones para alinear la sedestación. La edad, el tipo de afectación, el estado musculoesquelético, las características propias de cada niño en concreto son factores a tener en cuenta para decidir cuál es el tipo de adaptación que más le va a beneficiar.
El asiento moldeado pélvico (asiento realizado con vendas de escayola) suele ser una alternativa al problema de la sedestación, ya que proporciona la alineación adecuada que el niño necesita en los tres planos del espacio. Es una adaptación postural provisional para la sedestación que confecciona el fisioterapeuta, utilizando el cuerpo del niño como molde. Es muy útil porque nos permite trabajar durante la sesión e incluso en el domicilio del niño, ya que le proporciona la estabilidad que necesita para realizar otras actividades. Por sus características, el asiento moldeado pélvico proporciona una simetría pélvica y facilita el movimiento postural efectivo. Suelen ser bien aceptados por los niños y tienen la ventaja de al ser de un material barato poderse cambiar cada poco tiempo (6-8 meses) adaptándose al crecimiento del niño.
¿Qué niños serían candidatos para adaptaciones posturales en sedestación?
Aquellos que teniendo aproximadamente 10 meses no han conseguido una sedestación estable por diferentes motivos: por escaso control de cabeza y tronco (por hipo o hipertonía), porque tienen dificultades para realizar los ajustes posturales en sedestación, porque presentan asimetrías en el tono muscular que provocan cargas asimétricas, porque adoptan posturas patológicas que predisponen a deformidades (a displasias de cadera, por ejemplo) …
Una vez que hemos detectado esa dificultad o imposibilidad para una correcta sedestación, es muy importante realizar una exhaustiva valoración del niño, biomecánica y funcional, en los tres planos del espacio, para identificar los factores que alteran la alineación en sedestación y decidir cuál es el tipo de adaptación o de asiento más adecuado para su estado. Emplearíamos un asiento activo si el niño tiene posibilidad de aprender ajustes posturales en sedestación, y uno pasivo si presenta una debilidad o hipotonía tan acusadas que no es capaz de mantener tronco y cabeza contra de la gravedad, no puede ser activo en las actividades de alcanzar y manipular, y tiene muchas posibilidades de desarrollar deformidades musculoesqueléticas.
Un objetivo muy importante en la rehabilitación de niños con patología es obtener la máxima funcionalidad, promoviendo el control voluntario de la postura, y proporcionando al mismo tiempo la menor ayuda postural externa.