Me han diagnosticado un tumor vesical infiltrante, ¿qué es eso y qué opciones tengo?


Mónica Sanz del Pozo, Elena Sánchez Izquierdo y María Soto Palacín. Médicos Internos Residentes. Ingrid Guiote Partido. Médico Adjunto y M.ª Jesús Gil Sanz. Jefa de Servicio. Servicio de Urología. Hospital Universitario Miguel Servet

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¿Cómo sé que puedo tener un tumor de vejiga? La presentación más frecuente del tumor vesical es la existencia de sangrado en la orina (hematuria) sin otros síntomas acompañantes (ni dolor, ni fiebre…) que aparece y desaparece. Por lo que en caso de tener un primer episodio de hematuria debería consultar al médico.

Hay veces que después de las pruebas realizadas, que se pedirán de forma progresiva según lo considere el médico: análisis de orina, ecografía, cistoscopia (esto es, mirar la vejiga por dentro con un aparato parecido a una sonda urinaria, con una cámara en la punta), TAC o escáner… no se llega a encontrar ninguna causa, otras veces puede ser por infección, sangrado de la próstata, etc. Pero en algunos casos puede ser por tumor vesical.

¿Qué tipos de tumores vesicales hay?

La mayoría de las veces (aproximadamente un 70%) el tumor vesical será superficial o no musculo-invasivo (lo que comúnmente se conoce como “verrugas”). Su tratamiento será relativamente sencillo realizando RTU (Resección transuretral, lo que quiere decir introduciendo un aparato por la uretra, sin necesidad de realizar incisiones en la piel o cirugía abierta, y limpiar ese tumor desde dentro de la vejiga).
El escenario cambia cuando encontramos un tumor vesical infiltrante, que es aquel que llega a las capas más profundas de la vejiga.
En primer lugar, el urólogo realizará un escáner o TAC de cuerpo entero para valorar si el tumor se ha extendido a otros órganos. Según esto, la situación del paciente antes del diagnóstico, las características y extensión del tumor, etc. existen varias posibilidades de tratamiento.

¿Qué opciones de tratamiento existen ante un tumor vesical infiltrante?

Si el tumor sigue sólo en la vejiga, lo más habitual es realizar una operación llamada cistectomía radical. Es el único tratamiento con el que podemos llegar a curar por completo la enfermedad. En esta cirugía se quita la vejiga del paciente, si es hombre también la próstata y las vesículas seminales, y si es mujer el útero y los ovarios. En algunos casos es necesario quitar también la uretra. Además, se extirpan los ganglios linfáticos de alrededor.
Se trata de una operación considerablemente agresiva, por lo que sólo se puede realizar en pacientes con una buena situación previa.
Otras opciones que valorará el urólogo pueden ser hacer una RTU, quimioterapia o radioterapia, o combinaciones de ellas.

Después de una cistectomía, ¿a dónde va la orina?

La orina que se produce en los riñones es trasportada por los uréteres hasta la vejiga. Al quitar la vejiga, hay que unir los uréteres a algún lugar para que la orina llegue al exterior. Las posibilidades más frecuentes que existen son:
• Ureterostomía cutánea: consiste en llevar los uréteres a la piel (bien cada uno por su lado o ambos unidos con una única salida al exterior). Para evitar que la unión con la piel se estreche con el tiempo, es necesario llevar un catéter que se cambiará cada 5-6 meses en un quirófano sin necesidad de ingreso; el roce del catéter puede hacer que haya cierto sangrado en la orina. La orina sale directamente a una bolsa colectora que se pega a la piel mediante un disco. Se suele reservar para pacientes con muchas enfermedades previas, o que han recibido radioterapia en alguna zona del abdomen o la pelvis.
• Uretero-ileostomía cutánea (Bricker): los uréteres se unen a un segmento de intestino, y ese segmento de intestino se une a la piel (formando lo que llamamos “pezón), para que la orina salga a una bolsa colectora. A diferencia de la forma anterior, como los uréteres no salen directamente a piel, el riesgo de que las suturas se estrechen (estenosis) es menor, por lo que no se dejan catéteres permanentes (aunque sí son necesarios durante las semanas siguientes a la cirugía, luego se retiran en la consulta).
• Neovejiga ortotópica: realizaremos un reservorio que funciona como una vejiga “neovejiga” con un segmento de intestino y uniremos la uretra a ese reservorio, con lo que conseguimos que la orina salga al exterior por su sitio natural. Las heces siguen por su lugar habitual.
Las dos últimas cirugías entrañan más riesgos porque trabajamos con intestino y es relativamente frecuente que en el postoperatorio este se paralice debido a la manipulación (íleo), las suturas del intestino y de la neovejiga deben cicatrizar bien para que no se produzcan fugas, etc. Otra de las complicaciones más frecuentes del posoperatorio es que se produzca infección de la herida, lo que se suele resolver con antibiótico y curas frecuentes.

¿Qué cuidados he de tener si me han hecho un Bricker o unas ureterostomías?

El disco que une la bolsa a la piel se deberá cambiar cada 72 horas aproximadamente; es necesario recortar una parte de la pegatina para pasar por ahí los catéteres o el pezón del Bricker, es importante que esa abertura sea lo más pequeña posible para que la orina no entre en contacto directamente con la piel y evitar irritaciones. La bolsa se cambia diariamente.
Aunque es llamativo, es completamente normal que la orina que sale del Bricker esté mezclada con moco, porque el intestino sigue realizando su función inicial.

¿Qué cuidados he de tener si me han hecho una neovejiga?

Los primeros días tras el alta al salir del hospital, es frecuente que dejemos puesta una sonda vesical para ayudar a cicatrizar a la neovejiga, se mantendrá aproximadamente 1 mes desde la fecha de la cirugía.
• Hay que cuidar la higiene de esa sonda como si fuese una parte más del cuerpo, lavándola con agua y jabón en la ducha diaria.
• Es muy frecuente que, además de la orina, veamos que por esa sonda sale moco, esto es así porque la vejiga nueva está realizada con un segmento de intestino y la función original del intestino es fabricar ese moco. Recomendamos que el propio paciente o alguno de sus cuidadores realice un pequeño lavado de la sonda con una jeringa y suero una vez al día, para evitar que se tapone.

Una vez que hemos quitado la sonda, hay que tener en cuenta que la neovejiga no está acostumbrada a funcionar como vejiga, no va a existir la sensación de ganas de orinar como tal, sino que se sentirá algo parecido a un peso en la zona baja del abdomen. Por ello importante, sobre todo al principio, programar las micciones cada aproximadamente 2 horas, sentándose en la taza del wáter y apretando en la parte baja del abdomen para ayudar a la neovejiga a vaciar por completo, evitando así que se dilate progresivamente. También hay que levantarse para orinar una vez a mitad de noche, incluso poniendo el despertador.
Es habitual que se produzcan escapes de orina (incontinencia) una vez quitada la sonda, en algunos casos puede mejorar realizando rehabilitación del suelo pélvico.