Mononucleosis infecciosa o enfermedad del beso


Dra. María Jesús Igúzquiza Pellejero, Dra. Adriana Ger Buil, Dra. Susana Clemos Matamoros y Dra. Tina Herrero Jordán

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La mononucleosis infecciosa o la enfermedad del beso, está causada por la infección por el virus de Epstein Barr (VEB) y recibe esta denominación por su trasmisión a través de la saliva. Se caracteriza por un síndrome mononucleosido formado por la tríada consistente en fiebre, poliadenopatías y faringoamigdalitis.

El VEB es un virus del grupo herpes que infecta a los linfocitos B que son células pertenecientes a nuestro sistema inmune o de defensa. Este virus permanece durante un tiempo de forma latente o dormido, periodo durante el cual se transmite de persona a persona, principalmente a través de la saliva y las secreciones faríngeas. Aunque también se ha descrito su transmisión menos frecuente mediante el contacto directo con sangre, durante las relaciones sexuales y el trasplante de órganos.

Se calcula que hasta el 90%-95% de la población adulta ha sido infectada por el virus en algún momento de su vida, en la mayoría de los casos esta infección se produce durante la infancia.
Cuando se produce el contagio en los primeros años de la vida suele pasar desapercibido, dado que cursa en la mayoría de los casos de manera asintomática o prácticamente sin producir síntomas. Por ello, la incidencia de la infección sintomática comienza a aumentar desde la adolescencia, observándose un pico en las edades comprendidas entre los 15 a 24 años.

Cuadro clínico y hallazgos de laboratorio

Presenta un período de incubación de cuatro a ocho semanas. Tras el cual aparecen los primeros síntomas, formados principalmente por la tríada clásica de:
• Fiebre: puede ser de hasta 40ºC y tiende a ser persistente, incluso hasta de un mes de duración.
• Faringoamigdalitis es típicamente exudativa, con una hipertrofia al menos moderada de las amigdalas, siendo la odinofagia o el dolor al tragar el síntoma principal.
• Adenopatías: típicamente son de localización cervical posterior y simétricas. Aunque pueden aparecer en otras localizaciones e incluso ser generalizadas.

Además de los síntomas clásicos, pueden aparecer cansancio, malestar general o alteraciones gastrointestinales (dolor abdominal, náuseas y vómitos). Entre el 15% y el 65% de los pacientes presentan esplenomegalia que en la mayoría de los casos no da síntomas y únicamente en raras ocasiones puede complicarse con una rotura esplénica.

Se puede acompañar de un exantema en la piel formando por lesiones maculopapulares o petequiales normalmente generalizado.
Normalmente suele ser una infección leve marcada por los síntomas descritos, aunque en algunos casos se puede asociar a otros que presentan una mayor gravedad como son:
• Complicaciones neurológicas como: el síndrome de Guillain-Barré, la parálisis facial y de otros pares craneales, meningoencefalitis, meningitis aséptica, mielitis transversal y neuropatía periférica.
• Rotura esplénica.
• Síndrome hemofagocítico.
• La obstrucción de la vía aérea superior por el aumento de tamaño de las amígdalas y/o adenopatías cervicales.
• Otras complicaciones como: neumonía, miocarditis, pancreatitis, miositis, insuficiencia renal aguda y glomerulonefritis.

Junto al cuadro clínico podemos encontrar una serie de alteraciones en la analítica que nos pueden hacer sospechar esta enfermedad como son la presencia de una linfocitosis, definida como un recuento de linfocitos superior a 4500/μl. No solo podemos encontrar un número aumentado de linfocitos en sangre, sino que estos presentan características atípicas, lo que conocemos como “linfocitos activados” presentes asimismo en otras infecciones víricas. Otra alteración que podemos encontrar clásicamente en la analítica es la elevación autolimitada de transaminasas o enzimas hepáticas, dato que un paciente con faringoamigdalitis nos tiene que hacer sospechar de una mononucleosis.

Diagnóstico

En el diagnóstico, la prueba inicial es la determinación de anticuerpos denominados heterófilos mediante la prueba conocida como de Paul-Bunell; que si son positivos en un paciente con mononucleosis confirman la infección por el VEB y no son necesarios más estudios. En cambio, pueden ocurrir falsos negativos. Por lo que, en pacientes con sospecha clínica que tienen una prueba negativa se procede a determinar los anticuerpos específicos contra el VEB. Estos nos permite detectar la infección por el VEB y también diferenciar si está se encuentra en fase aguda o pasada.

Diagnóstico diferencial

Podemos encontrar, por otro lado patologías que simulan clínicamente un síndrome mononucleosido con la triada clásica de fiebre, faringoamigdalitis y poliadenopatias pero por el contrario no están producidos por el VEB. Estos cuadros mononucleosidos-like suponen en torno al 10% y entre las etiologías con las que debemos realizar el diagnóstico diferencial son:
• Infección aguda por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH): aparece fiebre, dolor de garganta, dolores musculares y adenopatías. Por el contrario en la analítica se suele observar linfopenia y trombopenia.
• Citomegalovirus: virus que causa un síndrome similar aunque generalmente más leve. Lo más característico es la aparición de fiebre prolongada con menor aparición de adenopatías y casi ausencia de la afectación faringoamigdalar.
• Toxoplasma: únicamente cursa con fiebre y adenopatías sin otras alteraciones relacionadas con el VEB.
• Infección por virus herpes humano 6 y 7: se trata de una infección raramente sintomática en la edad adulta. En los casos en los que se produce se caracteriza por la presencia de adenopatías de duración prolongada.
• Faringitis estreptocócia: suele ser difícil diferenciarla de la producida por VEB. Datos que nos deben hacer sospechar es su inicio más brusco y la ausencia de linfocitosis. La realización de un test rápido o streptotest nos ayudara a diagnosticarla, dato importante ya que en este caso el tratamiento está basado en el uso de antibióticos al ser una infección bacteriana.
• Otras causas menos frecuentes: Inducido por fármacos, enfermedades autoinmunes como el lupues eritematoso sistémico, la sarcoidosis o tumores hematológicos como linfomas.

Tratamiento

En la mayoría de los casos es suficiente con el tratamiento de los síntomas mediante el uso de paracetamol o antiinflamatorios no esteroideos para controlar la fiebre o el dolor muscular o amigdalar. Acompañado de una ingesta de alimentos y líquidos adecuada, evitando el ejercicio intenso al menos durante las tres semanas posteriores al inicio de los síntomas.

En casos más graves con compromiso de la vía aérea, dificultad para tragar o complicaciones graves como la insuficiencia hepática o anemia aplásica se recomienda el uso de corticoides. No estando recomendado de rutina en casos leves u otros supuestos.

Prevención

Aunque lo ideal sería disponer de una vacuna eficaz que permita la prevención de la infección y se está trabajando en ello, por el momento no se dispone de ninguna inmunización pasiva que permita prevenir la enfermedad.

Únicamente disponemos de recomen-daciones higiénicas para los pacientes con infección activa por el virus de Epstein-Barr, como lavarse las manos con frecuencia y no compartir utensilios para comer, vasos y cepillos de dientes que pueden reducir la transmisión del VEB a otras personas.

AUTORES

Dra. María Jesús Igúzquiza Pellejero, Dra. Adriana Ger Buil y Dra. Susana Clemos Matamoros.
F.E.A. Medicina Interna. Hospital Reina Sofía. Tudela.
Dra. Tina Herrero Jordán. F.E.A. Neumología. Hospital Reina Sofía. Tudela.