¿Por qué se tiene miedo?


Dr. Félix Zubiri Sáenz . Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Centro de Salud Iturrama Charo Casas Oscoz . Psicóloga

Print Friendly, PDF & Email
El miedo es un estado emocional desagradable que cursa con cambios psicofisiológicos en nuestro organismo como respuesta a una amenaza o a un peligro real. Cuando el miedo alcanza su máxima expresión hablamos de terror. El miedo se manifiesta tanto en el ser humano como en los animales. Biológicamente constituye un sistema adaptativo y un mecanismo beneficioso y de defensa, necesario para la supervivencia del individuo. Gracias al miedo podemos responder con rapidez ante situaciones adversas y de peligro.

¿Qué parte del organismo es la responsable del miedo?

Un área del cerebro llamada sistema límbico es la responsable del miedo. El sistema límbico, y más concretamente una parte del mismo que recibe el nombre de amígdala cerebral (situada en el lóbulo temporal del cerebro) es la encargada de controlar las emociones de miedo y alertar sobre el peligro.

El sistema límbico procesa continuamente todas las emociones que nos llegan de los sentidos y lo hace mediante la amígdala cerebral que, ante una situación de alerta, se activará rápidamente desencadenando la sensación de miedo y de ansiedad. Cuando ocurren estas circunstancias nuestro organismo entrará en alerta y el individuo responderá bien atacando, bien paralizándose o huyendo. Como es lógico, en todo este mecanismo intervienen además sustancias y receptores hormonales y circuitos neuronales.

Se ha observado que la destrucción de la parte central del núcleo amigdalar, suprime las reacciones de miedo y que la amígdala puede intervenir también en respuestas como la ansiedad y la angustia. En los animales, la estimulación eléctrica del sistema límbico produce reacciones de cólera que provocará una respuesta de ataque o huida dependiendo de la intensidad de la estimulación.

Sentimientos de dolor y placer. Las emociones

Los sentimientos de dolor y placer forman los pilares de nuestra mente. Todos los organismos vivos están capacitados para reaccionar emocionalmente a distintas situaciones. Estas emociones proporcionan un medio mediante el cual el cerebro y la mente pueden evaluar lo que sucede dentro y fuera del organismo y que éste responda de manera adaptativa.

Las emociones nos ayudan a evitar los peligros, a saber aprovechar las oportunidades o a facilitar las relaciones sociales. En definitiva, son necesarios para permitir la supervivencia y el bienestar.

¿Qué tipo de emoción es el miedo?

Tradicionalmente, se han clasificado las emociones en tres categorías:

Emociones de fondo: hablaríamos de nuestro estado de ánimo en general (tranquilidad, nerviosismo, entusiasmo, energía…).

Emociones primarias o básicas: miedo, ira, asco, sorpresa, tristeza y felicidad. Todas ellas se presentan en los seres humanos de diferentes culturas y también en otras especies.

Emociones sociales: simpatía, turbación, vergüenza, culpa, orgullo, celos, envidia, gratitud, admiración, indignación y desdén.

Estos tres tipos de emoción cumplen el “principio de anidamiento” es decir, unas forman parte de otras, desde lo simple a lo complejo. De esta manera, el miedo experimentado en una situación, podría surgir del componente de “nerviosismo” que dicha situación nos crea (emoción de fondo) y a su vez, ser el origen de la “vergüenza” que sentimos en esa circunstancia (emoción social). Como vemos, el miedo es una emoción básica del ser humano que a su vez puede incorporar componentes de otras emociones menos elaboradas (de fondo) o también ser la base de otras más complejas (emociones sociales).

¿En qué situaciones se produce?

La mayoría de estímulos que nos rodean, son capaces de desencadenar emociones y, en algunas ocasiones, miedo. Esto puede suceder de forma tanto consciente como bajo los umbrales de nuestra consciencia. En realidad, es el sistema inconsciente el que causa la emoción de miedo antes de que sepamos que estamos en peligro. El mecanismo del miedo opera independientemente de la conciencia.

La evolución ha establecido algunos “disparadores” del miedo. Son situaciones potencialmente peligrosas para el organismo y que éste debe evitar para sobrevivir.

Ahora bien, esto no siempre sucede así. Nuestro cerebro es capaz de asociar la emoción “miedo” con la circunstancia que lo produjo, aunque ésta sea no peligrosa. Pongamos como ejemplo que en una ocasión experimentamos un miedo intenso en un supermercado. Es muy posible que si volvemos a ese lugar nos sintamos mal, e incluso que tengamos una sensación de incomodidad en lugares parecidos. A pesar de que esos entornos no son peligrosos nuestro cerebro ha creado la conexión entre ellos y el malestar vivido anteriormente. A este fenómeno se le denomina “condicionamiento” Muchas de nuestras preferencias y miedos nacen así. No olvidemos que conforme vivimos, nuestro cerebro va “condicionando” las situaciones y relacionándolas con las emociones vividas, tanto agradables como desagradables.

Por si fuera poco, la memoria también nos puede jugar malas pasadas. No es necesario que la situación que nos provocó un impacto emocional anterior esté presente, simplemente el recordarla puede desencadenar miedo.

Cuando el miedo no nos ayuda

Ya hemos comentado que el miedo es una emoción básica que a lo largo de la evolución, junto con otras emociones, sirve como mecanismo de supervivencia y adaptación al medio. No obstante, hay ciertos trastornos, cuyo com ponente fundamental también es el miedo, que cursan con una reacción desmedida al entorno. Hablamos de los trastornos fóbicos y de ansiedad entre los que encontramos:

Crisis de angustia (panic attack): Consiste en la aparición súbita de miedo pavoroso o terror y sensación de muerte inminente, acompañado habitualmente de dificultad respiratoria, opresión torácica, palpitaciones, mareo, sensación de atragantamiento y miedo a volverse loco o a perder el control.

Puede aparecer agorafobia, que se caracteriza por presentar gran ansiedad o evitar situaciones de las que sea difícil escapar en caso de que se presente una crisis de ansiedad.

Fobia específica: Presencia de ansiedad clínicamente significativa cuando la persona está expuesta a situaciones u objetos temidos. Las más comunes son las de tipo situacional (recintos cerrados, medios de transporte…), ambiental (p.ej. tormentas), fobia a la sangre, animales, etc. Muchas de ellas, se inician en la infancia.

Fobia social: Ansiedad extrema ante las situaciones sociales o actuaciones en público, lo que da lugar a comportamientos de evitación.

Proporcionar un tratamiento adecuado, tanto farmacológico como psicológico, puede ayudar a la persona a disminuir los miedos desmedidos, con el objeto de mejorar su vida y manejar mejor su entorno. Esto es especialmente importante en los niños, ya que aunque existen miedos “evolutivos” que desaparecen con la edad, los trastornos de ansiedad pueden llegar a cronificarse sin una intervención oportuna.