Situémonos por un instante en una zona rural de un país africano. Una familia trabaja su pequeño campo, cultivando cacao para poder tener dinero que permita la compra de productos básicos para sus 3 hijos. Es tan poco lo que ganan que es imposible ahorrar dinero, más allá de guardar algo para los meses en los que no se cultive. Uno de los hijos enferma y la madre le lleva al centro de salud. Nada más llegar tienen que pagar la consulta, que cuesta apenas 1.000 francos CFA, algo menos de dos euros. Pero es la cantidad que, junto a otras 700 millones de personas en el mundo, ganan al día.
En la consulta se le diagnostica una neumonía, aunque hay que hacer una prueba en el laboratorio, para descartar la malaria. Sale negativo, pero el coste del laboratorio asciende a 5.000 francos CFA, y el tratamiento alcanza los 8.000. Si todo va bien, y no debe volver al centro, se habrán gastado 14.000 francos CFA, apenas 21 euros. Pero es lo que esta familia gana en dos días. Si ese mes otra persona de la familia se pone enferma, algo muy frecuente en esa zona sobre todo por la malaria, habrán gastado en atención sanitaria el dinero que usan para vivir 4 días, por lo que deberán recortar su escaso gasto de productos básicos.
Curarse o empobrecerse
Esta situación se repite cada día por todo el mundo, obligando a las personas a elegir entre curarse o empobrecerse, lo que acaba repercutiendo negativamente en su salud, una espiral que a veces acaba en la muerte.
Según la OMS 100 millones de personas caen cada año en la pobreza por culpa de sus gastos individuales en salud, y 150 millones más gastan la mitad de sus ingresos por el mismo motivo.
Esta desigualdad se intensifica en los países más empobrecidos, con unos sistemas de salud y protección social muy frágiles.
Para poder financiar un sistema de protección social nacional que proporcione los servicios de salud básicos en los países de bajos ingresos, serían necesarios 35 dólares por persona y año. Actualmente hay 31 países de bajos ingresos con 613 millones de habitantes.
El total se elevaría a casi 21.500 millones de dólares al año, que tendrían que aportar tanto los gobiernos de estos países como la comunidad internacional.
Aunque estas cifras parecen muy elevadas, no lo son tanto: En armamento el mundo se gasta 1,75 billones de dólares. Si cambiáramos el destino solamente del 1,2% del gasto armamentístico mundial, podríamos tener la financiación suficiente para que las personas más pobres del planeta tuvieran unos mínimos servicios de salud y una oportunidad de una vida mejor.
Esta no es sólo una responsabilidad de gobiernos e instituciones, es una responsabilidad compartida en la que todas las personas tenemos algo que aportar. Conoce más de nuestra labor: www.lasaludunderecho.es