El sobrepeso y la obesidad son el resultado de una acumulación excesiva de grasa en el organismo y constituyen un problema creciente ligado a distintos problemas de salud: obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, cáncer, etc.
Si bien existen determinantes hereditarios de la obesidad, el rápido aumento observado en los últimos 20-30 años indica que las causas genéticas no son la principal responsable. Lo que realmente destaca entre las causas de la obesidad es el desequilibrio entre lo que se come y lo que se gasta (poca actividad y ejercicio físico). Un desequilibrio mantenido a favor de la ingesta conlleva a lo largo del tiempo al incremento de la acumulación de energía en forma de grasa.
La prevención de la obesidad infantil y la promoción de estilos de vida saludables en la infancia son medidas altamente efectivas para prevenir numerosos problemas en la niñez pero, además, serán conductas que servirán para evitar numerosas patologías a lo largo de toda la vida. Por lo tanto, cualquier cambio en esta dirección es importante.
Una alimentación saludable y la práctica de ejercicio físico regular han de estar siempre compaginados y son elementos clave para atajar el problema de la obesidad infantil.
Lactancia materna: protección natural
En diversos estudios se ha visto que la lactancia materna ayuda a prevenir el posterior desarrollo de obesidad. Se recomienda introducir la alimentación complementaria de modo adecuado y respetar el apetito de los niños y las niñas, es decir, no forzarles a comer.
La importancia del desayuno
El desayuno es la primera comida después de un largo periodo de reposo y prepara para afrontar el día y optimizar así el rendimiento físico e intelectual. Además, las personas que realizan un desayuno adecuado, presentan una menor prevalencia de obesidad. Un desayuno adecuado debería cubrir el 25% de las necesidades nutritivas de un escolar. Se recomienda que un desayuno contenga lácteos, fruta o zumo de fruta natural (no industrial) e hidratos de carbono (preferiblemente pan, pero también galletas, cereales, etc.).
Agua como bebida principal
Las bebidas azucaradas proporcionan una elevada cantidad de energía que no se tiende a compensar después con una menor ingesta de calorías de otros alimentos. Es por ello que este tipo de bebidas se han asociado con la obesidad y que debe limitarse su consumo. Se aconseja que la bebida principal sea el agua.
Fomentar el consumo de frutas y verduras
Es importante consumir una dieta rica en frutas y verduras ya que son fuente abundante de vitaminas, minerales y fibra.
Así, se recomienda potenciar el consumo de fruta como postre preferente y tomar al menos dos ó tres piezas de fruta diarias, siendo una de las piezas consumidas un cítrico (naranja, kiwi, pomelo). Además, se aconseja tomar ensalada y verdura cocida diariamente.
Moderar el consumo de sal
De forma general, podemos decir que en nuestro entorno el consumo de sal es mayor que los requerimientos diarios. Un consumo elevado de sal puede conllevar un incremento de patologías crónicas tales como la hipertensión arterial. Es por ello que se debe procurar moderar su consumo.
Alimentos básicos de la dieta
Tal y como ya se ha mencionado, las frutas y las verduras son un elemento básico de un patrón de dieta saludable. Otros alimentos que se sitúan en la base de la pirámide alimentaria son los cereales (pan, pasta, harina, etc.), que se pueden alternar con otras fuentes de hidratos de carbono como es el arroz, dando preferencia a los cereales y al arroz integral frente a los cereales y al arroz refinado. También se ha de consumir una cantidad moderada de lácteos y emplear el aceite de oliva como fuente principal de grasa en la dieta. Por otro lado, también se aconseja consumir varias veces por semana pescado, tanto blanco como azul, legumbres, huevos, carnes blancas y frutos secos, tratando de consumir con menor frecuencia carnes rojas y productos cárnicos procesados. Finalmente, se recomienda consumir sólo de forma ocasional otros alimentos como los refrescos azucarados, los dulces y las patatas fritas.
Actividad física
Es importante que en la niñez se realice de forma habitual ejercicio físico para promover así la salud física y emocional. Diversos organismos internacionales recomiendan que durante la infancia y la adolescencia se realice al menos una hora de actividad física de intensidad moderado o vigorosa todos o la mayoría de los días de la semana. Asimismo, es aconsejable que la actividad física sea variada, combinando ejercicios que potencien la actividad cardiorrespiratoria, la fuerza muscular, la coordinación y el mantenimiento de un peso corporal adecuado. No es necesario que esta actividad física se realice durante al menos una hora seguida sino que se puede realizar de forma fraccionada a lo largo del día, aprovechando el desplazamiento al centro escolar, juegos en los recreos y otras actividades programadas. Resulta relevante también, limitar el tiempo dedicado a actividades sedentarias como ver la televisión o jugar a videojuegos. El tiempo dedicado a estas actividades no debe superar las dos horas diarias.
La familia como educadora
La familia desempeña un papel esencial en la educación a lo largo de la infancia. Es por ello que resulte fundamental que la familia transmita a los niños y a las niñas la importancia de una alimentación saludable y de la realización de actividad física. Procurar un ambiente tranquilo, reservar un tiempo para las comidas, fomentar la autoestima y la colaboración en las tareas del hogar y establecer unas normas básicas, son aspectos importantes a tener en cuenta. Es recomendable emplear las comidas como momento socializador en la vida familiar ya que se podrán promover en estos momentos actitudes positivas ante la alimentación y la actividad física.