La escoliosis es una enfermedad poco común y se define como la curvatura anormal de la columna hacia uno o ambos lados en 10º como mínimo (ver Imagen 1) y que suele producir como consecuencia una joroba o chepa visible cuando el paciente se inclina hacia delante, doblándose desde la cintura como eje (ver Imagen 2).
Las curvaturas inferiores a 10º (que no se consideran escoliosis) afectan a entre un 1’5% y un 3% de la población, mientras que aquellas que superan los 20º únicamente son sufridas por un 0’3% de la población.
Existen diferentes tipos de escoliosis, según las causas que la producen. De esta forma, existen 3 tipos de escoliosis: la escoliosis idiopática es la más habitual (65-70% de los casos) y su causa se desconoce.
La escoliosis congénita (15%) es aquella heredada de alguno de los progenitores, produciendo anomalías y malformaciones vertebrales presentes desde el nacimiento. Por último, la escoliosis neuromuscular (10%) se produce como consecuencia de una enfermedad más grave como la espina bífida, parálisis cerebral o traumatismos físicos.
La escoliosis se produce con más frecuencia durante la adolescencia, adquiriendo así el nombre de Escoliosis Idiopática del Adolescente (EIA). Este subtipo es especialmente importante porque, además de ser la más habitual, es la que más riesgo presenta, debido a que en la adolescencia se produce el mayor crecimiento y madurez de los huesos de toda la vida de la persona. Si no se frena a tiempo, se pueden producir deformidades graves, complicaciones pulmonares e incluso la muerte.
Las opciones de tratamiento actuales incluyen la observación, la colocación de un corsé ortopédico (ver Imagen 3) y la cirugía, según la gravedad de la desviación (de más leve a más grave correspondientemente). El corsé es el aparato ortopédico más común y efectivo para frenar la progresión de la escoliosis. Son hechos a medida del paciente y en base a su curvatura o curvaturas, por lo que existen corsés lumbares pequeños o corsés completos (llegan desde la nuca hasta el sacro). Las operaciones quirúrgicas se suelen limitar a las escoliosis más graves.
Sin embargo, la práctica de deporte todavía no se contempla como una parte del tratamiento de estos pacientes. Se ha demostrado que la actividad física regular y de baja o media intensidad influye de forma muy beneficiosa en la salud física y mental de las personas con escoliosis. Por un lado, impide la progresión de las curvaturas, evitando la necesidad de llevar un corsé o de operarse. Además, los ejercicios de fuerza simétricos ayudan a fortalecer la musculatura de la espalda y mejoran la movilidad. Respecto a la salud mental, mejora la autopercepción y la satisfacción corporal, mejora las relaciones sociales, disminuye el aislamiento y el dolor crónico, y mejora la calidad de vida. Sin embargo, la actividad física debe ser supervisada por un profesional en la materia para evitar lesiones y dolor, así como ayudar al paciente en las movilizaciones y ejercicios que necesite.