El cuidador es la persona que asume la responsabilidad de coordinar la atención que el enfermo precisa. Según estudios recientes, esta tarea la realizan en su mayoría mujeres de mediana edad y los atendidos son padres o cónyuges.
Son personas generosas, ya que ofrecen su cuidado solícito a cambio de nada, y tienen una especie de sensor que les permite captar cuantas señales se emiten a su alrededor. Parecen comprender a la perfección el lenguaje no-verbal, tanto del enfermo como de cuantos con él se relacionan; así, están atentas a las necesidades hasta el punto de adelantarse a las peticiones de ayuda.
El cuidador es propenso a rechazar ayudas externas, tanto de familiares como de otros servicios, y tiene dificultad para medir sus propias fuerzas que considera inagotables. Le cuesta reconocer sus equivocaciones y se siente a veces vulnerable a las críticas. En su afán de coordinarlo todo, a veces espanta a otras personas que podrían aliviar su carga, sin darse cuenta de que ha asumido el rol imposible de super-persona.
Emociones básicas del cuidador
Tristeza: A pesar de lo doloroso de la situación, el cuidador no debe abandonarse a la tristeza. La tristeza es lógica, pero no puede vivirse como un sentimiento único o prioritario.
Preocupación: Constantemente le abruma el futuro. El cuidador debe procurar serenarse. Es inevitable que se encuentre preocupado, pero hay que vivir el presente, buscando los recursos y planificando en lo posible pero sin dejarse enmarañar por un futuro incierto.
Soledad: Es vital no sentirse solo. Debe buscar amigos y compañía allí donde pueda: vecinos, centros recreativos, asociaciones, etc.
Irritabilidad: Porque está cansado de hacerse cargo del enfermo, porque nadie le ayuda o así lo siente, porque está sacrificando sus aficiones, porque los días pasan con pena y sin alegrías.
Culpabilidad: Culpabilidad por los propios errores o inadecuaciones en la tarea. Debe asumirlos como inevitables y tratar de mejorar, dentro de lo que cada uno puede dar.
Depresión: Cuando la tristeza, la preocupación, la soledad y la desesperanza se viven sin otra alternativa se enferma de depresión. Es decir, cuando estos sentimientos no se equilibran con otras vivencias positivas: amor, cariño, ilusiones, etc., causan depresión en el cuidador. En el caso de depresiones leves su estado de ánimo mejorará tomándose unas vacaciones, un tiempo alejado del enfermo, realizando alguna actividad gratificante, descansando lo suficiente, etc. En otras personas la depresión es más grave, y deben acudir, sin falta, a un profesional.
Consejos para el día a día
- Poner límites al cuidado, especialmente cuando la persona está siendo bien cuidada y demanda más cuidado y atención de lo necesario. Para ello se ha de pedir ayuda al entorno, aprender a decir no si la demanda no fuera necesaria y fomentar la autonomía del paciente en la medida de lo posible.
- Se recomienda hacer ejercicio físico de forma regular que proporciona no solo bienestar físico sino psicológico.
- Evitar el aislamiento disponiendo de tiempo libre que le permita hacer actividades de ocio y mantener el contacto social con otras personas.
- Descansar, introducir pequeños momentos de descanso durante el día y actividades sencillas para relajarse que le permitan “desconectar”. Simplemente mirar por una ventana y respirar profundamente durante unos minutos puede ser suficiente.
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