En diversas ocasiones, hemos hablado de que el éxito de un tratamiento de implantes dentales a largo plazo depende sobre todo de que la masa ósea que acoge al implante cuente con la densidad y estabilidad adecuadas.
Ese volumen de hueso fundamental se encuentra en la denominada cresta ósea, que es la porción más externa del hueso de la mandíbula y el maxilar, que sobresale, y sobre el que emerge el diente natural.
Cuando este se pierde, la cresta ósea se deteriora con rapidez, ya que al trauma causado por la extracción de la pieza se suma la falta de irrigación sanguínea y la pérdida de propiedades funcionales. La zona cicatriza y se reduce su densidad en altura y en anchura.
Recuperar la densidad de la cresta ósea
Por tanto, al plantear la restauración dental mediante la cirugía de implantes, una de las claves principales está en recuperar la densidad del hueso, tanto en las partes más profundas como, sobre todo, en la cresta ósea.
Dependiendo del deterioro de la boca, el especialista elegirá entre distintos tipos de implantes, más o menos profundos, y la técnica de colocación. Pero, en todos los casos, tal como están demostrando los trabajos científicos y la propia práctica clínica, la reconstrucción del hueso es necesaria en un porcentaje muy elevado de los tratamientos.
Esta evidencia ha llevado a un enorme avance en el campo de la regeneración ósea, en el conocimiento de la biología de la cresta en los pacientes y en el desarrollo de soluciones de regeneración.
A la alternativa de inserción de injertos de la propia masa ósea del paciente, se han sumado otros recursos, como bancos de hueso externo, componentes óseos de animales, plasma enriquecido y otros materiales sintéticos biocompatibles, que han contribuido a acelerar el proceso de regeneración y a efectuar tratamientos menos invasivos, más predecibles y con mayores posibilidades de éxito en el largo plazo.
Y es que el volumen suficiente de hueso es decisivo en el momento de colocar el implante, pero no resulta menos relevante cuando pasan los años. Uno de los grandes riesgos de la implantología es la aparición de la enfermedad periimplantaria, un proceso similar al de las patologías periodontales que afectan a los dientes naturales. Al margen de otros factores que influyen en su presencia, como la persistencia de malos hábitos de higiene y cuidado, o enfermedades que puedan afectar a la salud bucodental, la periimplantitis está detrás de una deficiente reconstrucción ósea en el momento de insertar los implantes.
Protocolos de mantenimiento
Es un condicionante que tal vez no es detectable nada más terminar el tratamiento, pero que emerge sin duda alguna con el tiempo. Por ello, otro aspecto esencial de la implantología dental, tal como hemos constatado en más de veinte años de ejercicio de esta disciplina, es el de respetar estrictos protocolos de mantenimiento.
No debemos olvidar que, si bien los implantes nos devuelven la plena funcionalidad y estética a la boca, su presencia indica que hemos perdido capacidades en la salud bucodental.
Fruto de la edad y otras circunstancias de la vida, nuestra boca se ha estropeado y requiere de mayores cuidados. Los del día a día, y la visita regular a la clínica dental para realizar el mantenimiento especial, que requerirá examinar la evolución del hueso y desmontar los implantes para su limpieza técnica, de manera análoga a lo que el dentista hace con la higienización periódica de los dientes naturales.
Estos protocolos, que aplicamos en Clínica Bustillo con todos los pacientes de implantes, deben entenderse como una extensión natural del tratamiento. Solo así contribuiremos activamente a su viabilidad en el largo plazo.