Aunque un creciente número de personas cuida ya regularmente de su salud bucodental, todavía se tienden a posponer aquellos tratamientos que requieren una actuación más profunda. Suele ocurrir con la pérdida de piezas dentales, cuya sustitución, por desgracia, se retrasa más de lo necesario.
Como a menudo se trata de dientes en la parte posterior de la boca, que en teoría no se ven, muchos pacientes prefieren dejar los huecos sin llenar o recurren a soluciones provisionales que no detienen el deterioro de la estructura facial.
Por ello, cuando acuden a la consulta para un tratamiento de restauración que les restituya los dientes perdidos, descubren que la falta de piezas no solo les ha afectado en la vertiente funcional, como no poder masticar bien o no tomar algunos alimentos por las molestias que les causan, sino que ha contribuido a un envejecimiento prematuro.
La clave está en mantener la masa ósea
Hemos señalado en numerosas ocasiones que la conservación de los dientes es clave para preservar la masa ósea que sustenta la boca y la parte inferior del rostro. La desaparición de piezas dentales conlleva la atrofia del hueso, que pierde densidad, y afecta negativamente a los tejidos blandos.
Como resultado, los distintos elementos que conforman la singularidad facial de la persona envejecen con más rapidez de lo esperado. Se pierde firmeza, adelgazan los labios, cae la punta de la nariz, se incrementa la grasa sub-mental (la papada) y, poco a poco, colapsa la capacidad de expresión.
A raíz de observar esta situación con más frecuencia, desde la implantología dental hemos constatado la conveniencia de realizar un abordaje más integrado en la recuperación de la dentadura. Por una parte, el recurso a los implantes parece el método más adecuado para devolver la plena capacidad mecánica al paciente. Su fiabilidad frente a otras técnicas está ya fuera de toda duda.
Por otra parte, la restauración de la masa ósea resulta un paso obligado para asegurar la estabilidad del implante y su viabilidad en el largo plazo, de modo que pueda durar muchos años y aleje la posibilidad de enfermedades periimplantarias.
Terapias de rejuvenecimiento facial
Al mismo tiempo, creemos muy conveniente complementar el tratamiento con terapias de rejuvenecimiento facial que ayuden a recuperar en cierta medida lo que los pacientes han perdido antes de tiempo.
Hablamos aquí de tratamientos mínimamente invasivos, de carácter ambulatorio, en los que bien mediante cirugías muy precisas o técnicas de inyección de determinadas sustancias como el ácido hialurónico, logramos mitigar de manera inmediata y con resultados visibles los efectos del envejecimiento temprano.
Frente a las propuestas más convencionales de la cirugía plástica facial, que con frecuencia requieren intervenciones más invasivas, estos tratamientos son de gran eficacia y de efectos a largo plazo para revertir las arrugas, la flacidez, la falta de grosor en los labios, la desaparición de la línea del mentón, la inclinación de la nariz, la desaparición del volumen de las mejillas o la pérdida de viveza en la órbita de los ojos.
Con todo, su papel es subsidiario del tratamiento de implantes dentales, que es el que verdaderamente contribuye a largo plazo a preservar la estructura ósea sobre la que se sustentan los demás componentes de la cara. Antes que mejorar el aspecto externo de la boca, hemos de centrarnos en los elementos internos.
Por ello, cuando los pacientes acuden a la clínica, se les realiza un diagnóstico integral en el que, junto a las opciones de reconstrucción ósea y colocación de implantes, se plantean las posibilidades de tratamiento rejuvenecedor, con el objetivo de intentar devolver a las personas los rasgos faciales propios y bajo el mejor aspecto posible.
Puede consultar en la web las técnicas de rejuvenecimiento facial que se ofrecen en Clínica Bustillo.