La enfermedad de Parkinson (EP) es una enfermedad degenerativa del sistema nervioso central. Su substrato anatómico lo constituye la degeneración de las neuronas pigmentadas del tronco del encéfalo y de forma prioritaria, las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra. En la actualidad no existe un tratamiento curativo para esta entidad, por lo que los tratamientos disponibles son puramente sintomáticos.
La levodopa sigue siendo el tratamiento más eficaz. Desde su introducción para tratar la EP, la calidad de vida de los pacientes ha cambiado de forma sustancial. Sin embargo, alrededor de un 80% de los pacientes con EP desarrollan, al cabo de entre 3 y 5 años de haber iniciado el tratamiento con levodopa, fluctuaciones motoras y discinesias, en algunos casos invalidantes, que merman enormemente la calidad de vida. Por ello, en las dos últimas décadas se han desarrollado nuevos fármacos en un intento de reducir o prevenir las fluctuaciones motoras y discinesias que desarrollan los pacientes. La gran mayoría de estos fármacos pertenecen al grupo de los agonistas dopaminérgicos, fármacos que estimulan directamente los receptores de dopamina y tienen una vida media superior a la de la dopamina, lo que garantiza una estimulación más prolongada de los receptores dopaminérgicos y, en consecuencia, podría reducir las fluctuaciones motoras. Por otro lado, al producir una estimulación dopaminérgica más continua y por tanto más fisiológica, se cree posible que su utilización al inicio del tratamiento de la enfermedad podría suponer una menor incidencia de fluctuaciones y discinesias.
Estudios realizados en pacientes parkinsonianos de novo con los diferentes agonistas dopaminérgicos que existen en el mercado han demostrado que la incidencia de fluctuaciones y discinesias es menor en los pacientes que reciben tratamiento con agonistas dopaminérgicos que en aquellos tratados con levodopa. Estos resultados, unidos a los hallazgos de PET con fluorodopa o de DAT-scan, sugieren que los agonistas dopaminérgicos podrían ejercer un efecto neuroprotector sobre las neuronas dopaminérgicas todavía funcionantes. Sin embargo, la falta de un grupo tratado con placebo y el posible efecto modular de los agonistas o la levodopa sobre la actividad dopa-decarboxilasa o del transportador de dopamina, dificulta enormemente la interpretación de los resultados.
Los agonistas dopaminérgicos se clasifican de acuerdo a su estructura molecular (ergóticos y no ergóticos) y por su afinidad con los diferentes subtipos de receptores de dopamina (D1, D2, D3, D4 y D5). El hecho de que el uso de agonistas dopaminérgicos ergóticos se haya asociado con el desarrollo de fibrosis de las válvulas cardíacas ha llevado a considerar a los agonistas dopaminérgicos ergóticos como fármacos de segunda opción en el tratamiento de la EP y su uso está limitado a aquellos casos en los que no exista una respuesta positiva a los fármacos no ergóticos. Cuando se utilicen los agonistas dopaminérgicos ergóticos deben realizarse controles periódicos de ecocardiografía. Es interesante señalar que desde enero de 2007 se encuentra disponible un nuevo agonista dopaminérgico que puede administrarse por vía transcutánea en forma de parches transdérmicos, lo que permite realizar una estimulación dopaminérgica continua y evitar de ese modo la aparición de fluctuaciones motoras o discinesias.
Otros fármacos disponibles en el mercado y con una supuesta acción neuroprotectora la constituyen los inhibidores de la enzima mono-aminooxidasa B (MAO-B) por su acción antioxidante. Aunque existen numerosos estudios experimentales que han demostrado la acción neuroprotectora de estas sustancias, no hay evidencia clínica de que los mismos resultados puedan obtenerse en humanos.
Una opción de tratamiento para los pacientes con EP que no muestran una respuesta favorable al tratamiento médico es la cirugía. Esta técnica consiste en la colocación de dos electrodos en ambos núcleos subtalámicos a través de los cuales se puede modificar la frecuencia de descarga de las neuronas de este núcleo. Estudios experimentales han demostrado que ese núcleo está hiperfuncionante en animales con parkinsonismo, por lo que la reducción en la frecuencia de descarga de estas neuronas se traduce en una mejoría clínica significativa. Aunque la estimulación cerebral profunda no modifica el curso natural de la enfermedad, produce un aumento de calidad de vida en la mayoría de los pacientes, que se mantiene durante al menos 10 años.
Por último, una opción de tratamiento que ha suscitado una gran expectación entre la población de pacientes con EP, son los trasplantes de células productoras de dopamina, pero a día de hoy esta terapia debe considerarse como una terapia puramente experimental. Quizás las células madre adultas puedan ser una buena opción de tratamiento para estos pacientes.