La enfermedad de Parkinson (EP) es una enfermedad neurodegenerativa para la que no existen tratamientos curativos pero si de un amplio arsenal de medidas farmacológicas y no farmacológicas que permiten mantener una buena situación clínica durante las fases iniciales y moderadas de la enfermedad. El desarrollo de complicaciones es más frecuente en las fases avanzadas.
La EP es un trastorno caracterizado por la presencia de rigidez muscular, lentitud en los movimientos y temblor. En las fases iniciales de la enfermedad estos signos suelen estar restringidos a una parte del cuerpo. Con el avance de la enfermedad los signos y síntomas se generalizan a todo el cuerpo, con frecuencia aparece dificultad para caminar y la respuesta a las medicaciones, aun manteniendo su eficacia, no consigue eliminar la totalidad de la sintomatología.
En las fases moderadas y avanzadas de la enfermedad son frecuentes las llamadas fluctuaciones motoras consistentes en que tras la administración de la medicación el paciente mejora de la sintomatología parkinsoniana, pero pasadas unas horas ésta reaparece, además durante los periodos de mejoría pueden aparecer movimientos involuntarios. El tratamiento de estas fluctuaciones normalmente requiere la combinación de varios fármacos en un intento de mantener durante el mayor tiempo posible una situación de buena movilidad. La mayor parte de los pacientes reciben tratamiento con l-dopa (fármaco precursor de la dopamina que es la sustancia que se encuentra disminuida en determinadas estructuras del cerebro), además se pueden emplear otros fármacos que incrementan el tiempo que la dopamina está disponible en el cerebro (fármacos que bloquean las distintas rutas por las que se degrada la dopamina). También son útiles los agonistas dopaminérgicos, que ejercen una acción parecida a la dopamina pero que en general consiguen un mayor tiempo de actividad y por tanto una situación más estable.
Otros fármacos y técnicas quirúrgicas
Además de los fármacos habituales se han desarrollado otros fármacos para conseguir una administración más constante y por tanto una situación más estable. Se encuentra disponible un agonista dopaminérgico que se administra a través de la piel mediante un parche y por tanto produce una liberación continua de la medicación. También existe la posibilidad de administrar la l-dopa (precursor de la dopamina) mediante una bomba de infusión haciéndola llegar de forma constante hasta el duodeno del paciente donde se absorbe, para su administración es necesario colocar un catéter (a través de la piel del abdomen). Existe otro fármaco disponible en solución (Apomorfina), que se administra de forma continua a través de una bomba con un catéter acabado en una pequeña aguja que se coloca el propio paciente en la piel, lo que permite la administración subcutánea del fármaco. Ambos sistemas permiten un buen mantenimiento de concentraciones constantes de fármaco y por tanto la mejoría de la situación del paciente, sin embargo se son tratamientos que suponen una cierta agresividad y la necesidad de un equipo externo para la administración de la medicación.
En las dos últimas décadas se han desarrollado técnicas quirúrgicas que permiten aliviar la sintomatología parkinsoniana. En la EP la falta de dopamina cerebral hace que una serie de núcleos cerebrales se encuentren en una situación de exceso de actividad, la lesión o la estimulación de estos núcleos mediante la implantación de electrodos cerebrales permite evitar esa hiperactividad y de ello se deriva una mejoría mantenida de los síntomas. La cirugía es un tratamiento bien establecido con experiencia de pacientes tratados desde hace años con seguridad y mejoría mantenida. Sin embargo, el tratamiento quirúrgico no es viable en todos los pacientes puesto que hay síntomas que no responden adecuadamente o pacientes cuyo riesgo quirúrgico no es asumible.
Estadios avanzados de la enfermedad
En los estadios avanzados de la enfermedad algunos pacientes desarrollan síntomas que tienen una base diferente a la falta de dopamina y que por tanto no responden al tratamiento con los fármacos habituales. Entre los más destacables se encuentran la dificultad para pronunciar correctamente (disartria), la dificultad para caminar con la aparición de caídas, somnolencia durante el día o trastornos del sueño. Algunos pacientes desarrollan deterioro cognitivo y en último término demencia, es importante mencionar cómo a pesar de ser problemas frecuentes no todos los pacientes desarrollan estos trastornos.
Tratamiento no farmacológico
Como se ha comentado anteriormente la EP es un trastorno fundamentalmente motor, la fisioterapia resulta de gran utilidad en el alivio de algunos síntomas. Las terapias físicas por si solas no son suficientes para paliar el déficit de dopamina pero son un complemento de clara utilidad, pueden ayudar a aliviar la rigidez muscular, y con ella las molestias musculares que con frecuencia aparecen. La fisioterapia y rehabilitación mejoran las alteraciones posturales, la forma de caminar y ayudan a prevenir o retrasar la aparición de caídas.
La logopedia ayuda a mejorar las dificultades para pronunciar que en ocasiones ocurren en la EP, de forma característica el paciente con EP tiene tendencia a hablar bajo (hipofonía) y la pronunciación se puede convertir en dificultosa con tendencia a hablar más rápido. Las técnicas de logopedia pueden ayudar a mejorar el volumen, tono y pronunciación. Uno de los problemas es el mantenimiento en el tiempo de la mejoría observada que en ocasiones obliga a repetir sesiones de logopedia.
Derivado de la propia enfermedad y de algunas de las medicaciones empleadas es frecuente la tendencia al estreñimiento. Son útiles las medidas tanto dietéticas como mediante distintos fármacos para aliviar este estreñimiento. La absorción de la l-dopa se puede ver influida por las proteínas de la dieta, en ocasiones se prefiere que las tomas de medicación se hagan antes de las comidas, o reducir la cantidad de proteínas en algunas comidas (medidas que deben ser individualizadas en cada paciente).
No es infrecuente la presencia de alteraciones del ánimo (depresión o ansiedad) en pacientes con EP, resulta importante el abordaje multidisciplinar, en el que pueden ser de utilidad tanto medicaciones antidepresivas como técnicas psicológicas. Se puede afirmar que la EP es una enfermedad neurodegenerativa para la que no disponemos de tratamientos curativos pero si de un amplio arsenal de medidas tanto farmacológicas como no farmacológicas que permiten que durante las fases iniciales y moderadas de la enfermedad el paciente mantenga un nivel de actividad adecuado, y ayudan a afrontar las fases avanzadas de la enfermedad en las que es más frecuente la aparición de complicaciones.