Como señalé en el artículo anterior, los malos tratos a las personas mayores son muy desconocidos en nuestra sociedad. Debemos difundir su existencia para que sean detectados. En esta entrega trataremos de dónde, cómo y por qué se producen.
Los malos tratos pueden ocurrir en la familia, la comunidad o en el ámbito institucional. Los que suceden en el domicilio tienen una fuerte carga emocional y de valores, ya que los tabúes y sanciones sociales que existen cuando una persona anciana es maltratada por sus familiares, conllevan dilemas entre los profesionales que lo detectan. Pero ya no son un asunto privado.
La mayor parte de los ancianos están en su casa y, por tanto, recibe cuidados de sus cónyuges e hijos. Las atenciones suelen ser excelentes, y hay estudios sociológicos que lo demuestran. El riesgo se encuentra en que los cuidadores carecen de la profesionalidad específica, por lo que se acaban generando situaciones de estrés difíciles de gestionar.
El maltrato en el medio institucional se debe a la organización de los servicios (horarios estrictos, falta de privacidad, escasez de personal para atender a los ancianos) o al recurso de técnicas de contención, bien con medios físicos (como correas y cinturones) o mediante fármacos.
Igualmente, en este ámbito a veces interviene un trato inadecuado por falta de preparación, cualificación o sobrecarga laboral, lo que da lugar a cierta despersonalización y a considerar a los mayores como si fueran menores de edad.
El maltrato en la comunidad es el más difícil de detectar. Está asociado a minusvalorar a las personas debido a su edad (edadismo o ageísmo). Se vincula la vejez a la debilidad y a la enfermedad, al gasto social y sanitario, y se genera una imagen negativa que no tiene nada que ver con la realidad: los ancianos están en sus domicilios, consumen, generan riqueza, cuidan de nietos, ayudan a hijos en situaciones laborales complejas, realizan labores de voluntariado y son solidarios.
¿Cómo se producen los malos tratos?
Según un estudio de la Doctora Bazo y publicado en la Revista Española de Geriatría y Gerontología, el maltrato se concreta en las siguientes conductas: abuso sexual, abuso material, maltrato psicológico, maltrato físico, negligencia en el cuidado afectivo y negligencia en el cuidado físico.
La mitad de las personas sufren solo uno de estos comportamientos, pero un 28 por ciento padece dos de ellos. Alrededor de un 10 por ciento recibe tres o más, y casi un 7 por ciento superaba los cuatro. En el 81 por ciento de los casos, las víctimas son mujeres, por un 19% de los varones. Más de la mitad de los causantes son los propios familiares.
Si extrapolamos los porcentajes, podríamos concluir que al año sufren malos tratos unas 5.300 personas en España. Otras instancias sugieren que la cifra podría ser muy superior, puesto que buena parte de los casos no se denuncian.
El porqué de los malos tratos
Para explicar las razones del maltrato tenemos que pensar primero en el perfil de las personas afectadas y de los responsables. Sobre las primeras, el perfil es de una mujer de más de 75 años, con bajos ingresos, deterioro funcional o cognitivo, con incontinencia, cuyo cuidador posee más de 60 años y presenta antecedentes de lesiones físicas, soledad.
En cuanto al maltratador, tiene una relación de parentesco con la víctima, lleva más de 9 años como cuidador, demuestra escasa preparación para esta tarea y no acepta el papel asignado. Depende económicamente de la víctima, es consumidor de alcohol u otras sustancias, con trastornos mentales e historia de violencia familiar.
Con todo ello, el maltrato se puede desencadenar como consecuencia de estrés del cuidador. Las demandas de atención exceden de su capacidad psíquica y favorecen la aparición de conductas violentas. Considera su trabajo una carga mal pagada, lo que le lleva a no atender bien las necesidades o a actuar con agresividad. La conducta se agrava si el individuo padece alteraciones psiquiátricas o abusa de sustancias.
La principal dificultad de este problema social es que se desarrolla sobre todo en el ámbito privado, Mucha gente pensaba que era una mera cuestión de relaciones familiares. Aunque la percepción ya está cambiando, todavía falta una clara toma de conciencia por parte de los ciudadanos y los agentes políticos y sociales.
Es necesario elaborar instrumentos que permitan a los profesionales sanitarios y sociales detectar posibles casos y contribuir a diseñar políticas sociales que hagan frente a esta situación.
Y si somos testigos del maltrato, hemos de contactar con las autoridades para que investiguen el caso. Existen ya protocolos que permiten comprobar con rapidez si las sospechas de maltrato responden a la realidad.
Por último, quiero recordar que el día 15 de junio es el día mundial sobre la prevención del abuso y maltrato en la vejez.