Vitamina D, efectos sobre la salud


Beatriz Lacruz Escalada. FEA Medicina Interna. Hospital Universitario de Navarra

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La vitamina D no es estrictamente una ‘vitamina’ si no que es una de las principales hormonas implicadas en el metabolismo óseo y la homeostasis del calcio, tiene receptores en prácticamente todas las células del organismo por lo que juega un papel importante en diversos procesos fisiológicos.

Las principales fuentes de vitamina D son la ingesta y la exposición solar, que a menudo resultan insuficientes para conseguir y mantener unos niveles adecuados, por lo que puede ser necesario la suplementación farmacológica.
La provitamina D, precisa de dos hidroxilaciones, la primera en el hígado y la segunda en el riñón.
La medición sérica de los niveles de 25-hidroxivitamina D es el marcador más preciso para valorar el estatus de vitamina D del organismo. Se recomiendan niveles superiores a 30 ng/ml para conseguir los beneficios de salud.
En adultos sanos, la ingesta recomendada de vitamina D es 600 UI diarias. Sin embargo, frecuentemente se precisan cantidades superiores, especialmente en poblaciones en riesgo.

Situaciones de riesgo

Existen determinadas situaciones de riesgo para presentar deficiencia de vitamina D, y en las que se recomienda realizar una evaluación de los niveles de vitamina D (25 OH vitamina D):
• Osteoporosis.
• Enfermedad hepática y renal crónica.
• Enfermedades que cursan con malabsorción, como la fibrosis quística, la enfermedad inflamatoria intestinal, la cirugía bariátrica y el tratamiento con radioterapia.
• Hiperparatiroidismo.
• Sarcoidosis, tuberculosis, histoplasmosis y otras enfermedades granulomatosas.
• Linfomas.
• Embarazo y lactancia.
• Determinados tratamientos farmacológicos, como anticomiciales, glucocorticoides, antifúngicos y retrovirales.
• Personas de edad avanzada.
• Obesidad.

La vitamina D tiene un papel crucial en el metabolismo óseo y se han descrito asociaciones epidemiológicas entre su déficit y diversas patologías: enfermedad cardiovascular, hipertensión arterial, diabetes tipo 2, neoplasias y enfermedades autoinmunes.

Vitamina D y diabetes

Existe una asociación inversa entre los niveles de vitamina D y la prevalencia o la incidencia de diabetes. La vitamina D ejerce efectos directos e indirectos sobre las células pancreáticas, la acción de la insulina y la inflamación sistémica.
El tratamiento con vitamina D reduce la progresión a diabetes en ancianos con prediabetes, y mejora el control glucémico en pacientes con diabetes tipo 2.

Vitamina D y mujer

La hipovitaminosis D es una pandemia mundial, más prevalente en la mujer, y que repercute en todas las etapas de la vida (desde la adolescencia a la vejez).
En la infancia y adolescencia, la vitamina D es imprescindible para una correcta mineralización y crecimiento óseo que eviten el desarrollo del raquitismo y osteomalacia. Se han relacionado los niveles de vitamina D en esta etapa de la vida también con la salud cardiovascular y con el estado depresivo, así como han mostrado una relación directa con las cifras de ferritina sanguínea e inversa con la adiposidad.
En la menopausia es clara y ampliamente demostrada la relación de las cifras sanguíneas de vitamina con la masa ósea y la calidad del hueso y, por tanto, su implicación en el riesgo de fracturas, de tal modo que los tratamientos antirresortivos tienen máxima respuesta en presencia de niveles adecuados de vitamina D.
Con respecto a la fertilidad, mejora la receptividad endometrial y las posibilidades de implantación y, por tanto, aumenta las posibilidades de éxito de técnicas de reproducción asistida.
Los niveles bajos de vitamina D se asocian con los trastornos endocrinos y metabólicos que padecen las mujeres diagnosticadas de síndrome de ovario poliquístico y, por lo tanto, normalizar estas cifras consigue una clara mejoría en estas pacientes.
También hay estudios que relacionan los niveles séricos de vitamina D con la reserva ovárica, con menor riesgo de endometriosis y una asociación favorable con la dismenorrea y el mioma uterino.

Está demostrado que a lo largo del embarazo los niveles sanguíneos de vitamina D van descendiendo, observándose diferencias significativas entre primer y tercer trimestre de la gestación.
El déficit de vitamina D se ha relacionado con resultados perinatales adversos, como el aborto, el parto prematuro, la preeclampsia, la diabetes gestacional, la vaginosis bacteriana, el crecimiento intrauterino retardado (CIR) y la anemia gestacional.
Debemos suplementar con hasta 2.000 UI/día de vitamina D a las embarazadas para evitar este descenso evolutivo según avanza la gestación.
La leche materna contiene insuficiente vitamina D para mantener un niveles circulantes adecuados de 25(OH)D en el neonato. Son necesarias estrategias de suplementación de la madre (6.400 UI/día de vitamina D) y/o el niño (400 UI/día) para conseguir niveles adecuados en niños que realizan lactancia materna exclusiva.
Existe una asociación inversa significativa entre los niveles de vitamina D y el riesgo de distintos tipos de cáncer, especialmente el cáncer de mama en mujeres posmenopáusicas.
La vitamina D puede intervenir en el proceso de desarrollo oncológico a través de la activación de macrófagos, de la proliferación y diferenciación celular, de la apoptosis y de la angiogénesis. De tal modo que niveles adecuados de vitamina D se asocian a un menor riesgo de cáncer de mama, próstata y colon y recto.
Con respecto al cáncer de mama, los estudios experimentales preclínicos y los estudios observacionales sugieren que unos niveles altos de 25(OH)D circulante se asocian con un menor riesgo de cáncer de mama; sin embargo, los estudios prospectivos y los ensayos clínicos no han sido del todo consistentes en estos hallazgos.
Respecto al cáncer de ovario, también hay estudios que han sugerido que unos niveles altos de vitamina D se podrían asociar a una disminución del riesgo de desarrollar cáncer de ovario, e incluso a su mortalidad.
Debemos identificar qué mujeres tienen riesgo de padecer una hipovitaminosis D y estudiar sus niveles sanguíneos: en casos de déficit, la dosis a administrar no debe ser menor de 600 UI/día, debiendo considerar todas las etapas de la vida.