Las enfermedades y los tratamientos que las acompañan exigen que las personas que las padecen y sus cuidadores (familiares y otros) hagan esfuerzos para hacerles frente. Dichas enfermedades pueden plantear demandas en las tres dimensiones de la salud de las que nos habla la OMS: a nivel biológico, puede darse por ejemplo cansancio, dolor, limitaciones en la movilidad; a nivel psicológico, pueden aparecer respuestas de ansiedad y depresión; a nivel social, limitaciones al comer, hablar con los demás y otras. En el caso, por ejemplo, del cáncer, la localización del tumor (mama, pulmón, colon…), el estadio de la enfermedad (inicial, avanzado) y el tipo e intensidad del tratamiento van a crear diferentes exigencias.
Desde la Psicología de la Salud, psicología que trabaja con la enfermedad física, hay un interés importante por el estudio y la mejora del afrontamiento que realizan las personas de la enfermedad.
¿Qué entendemos por afrontamiento?
Para entender lo que es el afrontamiento, podemos tomar la definición de Cohen y Lazarus, quienes lo describen como los esfuerzos, tanto orientados hacia la acción como mentales, que realiza la persona para manejar – es decir tolerar, reducir, minimizar las demandas internas (las que entre otras fuentes le pone la enfermedad) y del ambiente (las de los tratamientos, rehabilitación y otras), que cargan o sobrepasan los recursos de la persona.
Uno de los motivos por los que vemos que es importante el estudio y la mejora del afrontamiento es que hay una relación bilateral entre cómo la persona afronta la enfermedad y los tratamientos, y su estado emocional ante ellos. Un afrontamiento adecuado (ej: colaborando con los profesionales, manteniendo relaciones sociales) puede favorecer un buen ajuste emocional (las personas tienen un mejor nivel de ánimo y de ansiedad), y lo contrario: un mal ajuste emocional (personas que se encuentran más nerviosas o con ánimo bajo) puede favorecer que hagan frente de forma inadecuada a la enfermedad (evitándola, recurriendo a la fantasía en lugar de estar en la realidad).
Estrategias y estilos de afrontamiento
Al hablar de afrontamiento podemos distinguir diferentes estrategias de afrontamiento, lo que la persona hace en concreto para hacer frente a la enfermedad, de las cuales existe una gran variedad de posibilidades: hablar con otros, buscar una solución, negar el problema, rezar y otras, del estilo de afrontamiento, que nos indica como las personas habitualmente afrontan las dificultades: ejemplo: tiende a evitar los problemas en lugar de intentar solucionarlos; se muestra dependiente de otros (familiares, amigos, profesionales) en lugar de ser autónomo; flexible en lugar de rígido. A la hora de ayudar a una persona enferma, es muy bueno que sepamos cual es su forma habitual o estilo de afrontamiento, ya que podemos animarle y facilitarle que emplee, dentro de lo que es habitual en él, lo que sea más adecuado (si tiende a ser activo buscando soluciones, podemos animarle a que lo intente; si prefiere hablar con otros, podemos favorecer el que mantenga conversaciones con personas cercanas).
Lazarus hace una distinción que consideramos importante entre estrategias de afrontamiento dirigidas al problema, en nuestro caso la enfermedad y el tratamiento: ej: búsqueda de soluciones, colaboración en la rehabilitación; y las estrategias dirigidas a la emoción provocada (ansiedad, depresión y otras): Por ejemplo, distanciamiento del problema, relajación, evitar pensar en las dificultades, ver la situación de forma positiva. Las enfermedades normalmente exigen de nosotros que utilicemos los dos tipos de estrategia.
Una pregunta frecuente que se nos plantea es la de si existe el mejor afrontamiento de la enfermedad. No se puede identificar una única estrategia como la mejor para todas las situaciones, por ejemplo, asumir siempre un papel activo o sumiso. Entendemos que es más importante ser flexible e intentar adaptarse a las distintas situaciones. Diferentes formas de afrontamiento pueden ser efectivas dependiendo de factores como el tiempo desde que nos dan el diagnóstico, la posibilidad que tenemos de controlar la situación u otros factores. En relación al tiempo, en enfermedades graves, una negación inicial del diagnóstico puede ser efectiva y facilitar una mejor adaptación emocional (por ejemplo: negar durante un tiempo breve que acabo de recibir un diagnóstico de cáncer con enfermedad avanzada me puede ayudar a estar más tranquilo y ser más efectivo). Sin embargo, en las fases siguientes, una vez que la persona se ha situado mejor ante su problema, son más adecuadas otras intervenciones, como el aclarar dudas y colaborar con el tratamiento. Las estrategias de afrontamiento más adecuadas también dependerán de la posibilidad que tiene el sujeto de controlar su situación. Por ejemplo, en el cuidado de una enfermedad como la diabetes, conviene que el sujeto lleve un papel activo. En cambio, en el momento de recibir cirugía, es mejor tomar un papel más pasivo.
Imagen de la enfermedad
Pelechano nos indica la importancia que tiene la imagen de la enfermedad en los intentos de afrontamiento que se hacen de ella. En enfermedades como el cáncer, la imagen que de el, su pronóstico y sus consecuencias tengan la sociedad y también el enfermo y sus allegados, influye en los modos de afrontamiento que se intentan llevar a cabo: ej. si se entiende que es una enfermedad que necesariamente lleva unido un mal pronóstico, la reacción de la persona y su entorno probablemente sea de pelear menos en el tratamiento y rehabilitación y de mayor nivel de ansiedad y/o tristeza, que si se entiende que existen posibilidades de curación y que el paciente pueda contribuir a mejorar su Calidad de Vida. Por esto, en el caso del cáncer, vemos como clave que se informe a la sociedad sobre la efectividad de los tratamientos, que en general tiende a ser mayor que la imagen social que hay de ellos.
En este sentido, otro aspecto que puede influir en el tipo de afrontamiento que se hace de la enfermedad y el tratamiento es la historia personal o familiar previa ante la enfermedad: si ha habido en el paciente o en su entorno una enfermedad similar, que ha ido acompañada de una buena experiencia y una buena evolución, puede favorecer un afrontamiento más activo, unido a un mejor estado emocional.
En resumen, las enfermedades plantean demandas a las personas que las padecen y a su entorno. Se pueden afrontar dichas demandas buscando resolver los problemas que se nos plantean y/o intentando mantener un buen estado emocional. Las personas podemos poner en juego estrategias, es decir actividades, pensamientos…, que nos ayuden en ambas intervenciones. Todo ello puede ayudarnos a tener una buena Calidad de Vida.