El verano es la época del año más deseada por los niños.Los días son más largos, luminosos, calurosos… Los niños necesitan romper con la rutina de la escuela, los exámenes y las actividades extraescolares.Es la época ideal para olvidarse del reloj y preocuparse por pasarlo bien. El verano es un tiempo propicio “para casi todo”, y en especial para programas de actividades conjuntas “en familia”, para desarrollar aficiones,desplegar la imaginación procurando a los niños nuevas alternativas de aprendizaje y así estimular las capacidades emocionales y las habilidades propias de su edad.
¿Cómo podemos los padres organizar el verano?
Por lo general en verano el horario familiar es más relajado, y resulta más fácil dedicar más tiempo a nuestros hijos. La edad del niño y los resultados académicos obtenidos son variables a tener en cuenta a la hora de organizar esta época del año. Un niño que ha aprobado el curso con buen nivel puede aprovechar el periodo estival para relajarse, descansar, jugar, divertirse y estar con los suyos y con otros niños, de manera que empezará el nuevo curso con mejor disposición que un niño que esté cansado y agobiado por las tareas.
El problema aparece cuando hay algún suspenso o han surgido dificultades de aprendizaje. En este caso, lo primero es animarles y ayudarles a superarlo, así como organizarse para que les dé tiempo a estudiar, sin olvidar su necesidad de dedicar una parte del día al ocio. Es importante seguir las pautas dadas desde su centro escolar y ayudar al niño a que, dentro de un horario flexible, vaya realizando sus tareas.
Los padres tienen que motivar los intereses de los niños procurando que mantengan contacto con sus compañeros: escribiendo una postal, una carta, llamando por teléfono… Es conveniente que el niño converse, escuche, lea y escriba sobre aquello que le estimula.
¿Qué actividades podemos hacer con ellos?
Dejarles tiempo en casa para que desarrollen su creatividad, se disfracen, pinten, jueguen, o escuchen música. Se les puede enseñar a cocinar, a ordenar su estantería o a pensar. Es bueno buscar algo que les interese y, por qué no, dejarles tiempo para aburrirse.
Fomentar la lectura como ocupación lúdica, sin imponerla, estimulándoles desde pequeños. No olvidemos que los padres somos sus modelos, leyéndoles cuentos, invitándoles a ojear la prensa, una revista o un tebeo, leyendo una etiqueta o una receta de cocina. Acompañándoles a visitar librerías, bibliotecas, buscando el equilibrio entre el tiempo libre que necesitan para relajarse y disfrutar de la niñez y la conveniencia del practicar y disfrutar de los libros. Podemos entretenerles leyendo el mismo que ellos, haciendo comentarios. Alentarles a leer los mapas, planos y guías de las ciudades que visitamos o del parque de atracciones. Así fomentamos su capacidad de elección y aumentamos sus habilidades de visualización, de pensamiento abstracto y de lenguaje.
Practicar la escritura con tareas atractivas como escribir una postal, escribir un diario del viaje, planear el menú semanal, lista de la compra… Pueden resultar muy entretenidos los juegos de palabras o de cálculo mental.
Viajar: siempre pensando en el lugar más adecuado a la edad de nuestros hijos, con el objetivo de disfrutar y divertirnos. Incitarles a recrearse con el paisaje, la naturaleza, con el mar, disfrutar de las estrellas etc. Nuestros hijos pueden ayudarnos a organizar el viaje, recoger información previa de los lugares que vamos a visitar, preparar las maletas de modo que reflejen sus propios intereses, los juguetes que van a llevar y disfrutar luego de las fotos hechas por ellos.
Fomentar la participación y la asistencia a actividades deportivas que le van a ayudar a interiorizar el concepto de norma grupal, respeto de reglas, y a la vez a aprender a aplicarlas, a ser justo, a saber perder y por consiguiente a sentirse seguro, alegre y feliz.
Acudir a una película de cine al aire libre, una obra de teatro, un concierto, ir a museos, a fiestas de un pueblo, a una romería… a cualquier espectáculo cultural adecuado a su edad. Favorecer el contacto con experiencias nuevas, diferentes culturas, costumbres y lenguas que desarrollen sus sentidos y alimenten su fantasía. Pueden visitar pueblos, ir de acampada, a un mercado, visitar a un familiar enfermo o ingresado en una residencia, utilizar medios de transporte que habitualmente no usan (tren, bici…).
Y por qué no, ver la televisión y utilizar las nuevas tecnologías: Internet, correo electrónico, videojuegos, máquinas de juegos… pero controlando los contenidos y tiempos. Siempre vigilando que el niño no deje de jugar a otras cosas o de disfrutar de otras actividades.
¿Qué habilidades podemos fomentar?
Responsabilizarles de tareas domésticas. Lo importante es que cada uno sea responsable de algo y perciban la necesidad de ayudar a sus padres, (poner la mesa, comprar el pan, recoger la ropa, hacerse la cama,…).
Hacerles participes de la preocupación por el medio ambiente, que se encarguen de cuidar una planta, de reciclar una determinada materia, visitar una reserva natural, apagar luces, ahorrar agua… evitando el consumismo exagerado y potenciando la enseñanza desde casa. En edades más avanzadas el verano es un época ideal para “iniciar experiencias de autocuidado”, donde el niño se responsabiliza de su cuidado y en ocasiones del cuidado de un hermano menor. Esta etapa es una época muy importante para sentirse útiles, desarrollar la autoestima, y entender el mundo que le rodea, aprendiendo nuevas habilidades y la sensación de ser útil y necesario para otra persona.
Importante implicarles poco a poco en tareas altruistas, de manera que les ayude a entender la realidad, concienciarse de las necesidades de los demás, de los problemas, sensibilizándoles y generando un compromiso. De esta forma les ayudaremos a construir su escala de valores.
El tiempo libre es un espacio de amistad, de autoconocimiento, de desarrollo de la afectividad, de encontrarse con uno mismo, de vivir en grupo, de asociarse… es tiempo de alegría, de disfrutar de la vida. Todo esto les ayudará a ir fomentando su independencia.
“El verano es una época propicia para el aprendizaje sin estrés”.