En los últimos años, el concepto de célula madre ha sido utilizado en muchos ámbitos de forma más o menos correcta. Son conocidas también las diversas polémicas que han rodeado a las investigaciones relacionadas con ellas. Sin embargo, ¿qué es una célula madre? ¿Cuál es su utilidad? ¿Por qué han resultado tan controvertidas? En las siguientes líneas intentaremos esclarecer estas y otras cuestiones.
Como sabemos, nuestro cuerpo está compuesto de diferentes órganos. Éstos se forman y mantienen por la interacción ordenada de distintos tipos de células. En un músculo por ejemplo, no sólo encontramos células musculares, que son las que se contraen y darán lugar al movimiento, sino también células vasculares, que forman los vasos sanguíneos y suministran nutrientes, células nerviosas, que transmiten la orden de contraerse desde el cerebro al músculo, así como otras con diversas funciones. Todo ello en su conjunto forma lo que denominamos un músculo. Existen además en ese órgano una pequeña población de células llamadas células satélite y cuya función es reponer aquellas células musculares que pueden desaparecer. Si por ejemplo se produce una lesión que destruye una zona del músculo, las células satélite se activan y generan nuevas células musculares para reponer a las que han sido destruidas. Asimismo, en la sangre encontramos plaquetas, glóbulos rojos, glóbulos blancos, etc. Una proporción de estas células se destruyen diariamente de forma natural, pero al mismo tiempo se forman nuevas a partir de otro tipo, las células madre hematopoiéticas.
¿Qué es una célula madre?
Podríamos decir que son aquellas células que cumplen dos características principales: son capaces de mantenerse por división celular y a su vez pueden formar nuevos tipos de células. Pero esto, ¿qué quiere decir? Una célula normal está en un estado que denominamos diferenciado, es distinta de otros tipos celulares, así como sus componentes y función son diferentes del de otras poblaciones de células. Una célula diferenciada normalmente no puede dar marcha atrás y formar nuevas tipos celulares, está ya comprometida a ese tipo concreto de tejido. Esto quiere decir por ejemplo que una célula de músculo no puede dar lugar a una célula sanguínea. Una célula madre por el contrario se mantiene en un estado indiferenciado, en una forma en el que no está determinada a cumplir una tarea específica, pero que puede diferenciarse y dar lugar a una célula especializada. En los ejemplos anteriores, la células satélite es una célula indiferenciada, pero al diferenciarse da lugar a una célula muscular. Igualmente, la célula madre hematopoiética puede generar glóbulos blancos, plaquetas, etc. Son, por tanto, dos tipos de células madre.
Todo esto es conceptualmente muy interesante, pero en realidad, ¿qué implicaciones tiene de cara a su aplicación en una enfermedad? Sin duda muchas. Un gran número de patologías se desarrollan debido a que una parte de las células de un órgano mueren y no pueden ser repuestas. Este es el caso por ejemplo de la enfermedad de Alzheimer, el Parkinson o el infarto de miocardio. Tomemos este último caso. En un infarto de miocardio, una parte del músculo cardiaco muere, y esto puede llevar al fallecimiento del paciente, ya que su corazón no podrá bombear sangre con la suficiente eficacia. Pero a nivel celular qué es lo que esto significa. Se produce una desaparición no sólo las células musculares, sino también de las células que forman los vasos, etc. Dado que el corazón es un tipo muscular más especializado, no posee la capacidad de formar nuevas células musculares, así que en la zona dañada queda una cicatriz. Imaginemos que poseemos un tipo de célula madre que dé lugar a células de músculo cardiaco. Podríamos, al menos en teoría, obtener esas células e introducirlas en el área dañada para que formasen un nuevo músculo cardiaco que repusiera al que se ha perdido. De este modo el corazón funcionaría con normalidad y habríamos conseguido curar el infarto. Y análogamente podríamos proceder con el Parkinson, donde lo que necesitamos son nuevas células nerviosas, o con la diabetes, donde se requieren células que produzcan insulina. Este es por tanto el principio general de la aplicación de las células madre a las enfermedades de tipo degenerativo.
Tipos de células madre
Existe un gran número de células madre. Una división fundamental se refiere a su origen. Si provienen de un embrión, se trata de células madre embrionarias, mientras que si se obtienen de un organismo adulto, serán células madre adultas. Una célula embrionaria es capaz de dar lugar a cualquier tipo celular del organismo, mientras que una célula madre adulta suele tener un potencial restringido a formar determinados tipos celulares. A pesar de que a priori son las células embrionarias las que presentan una mayor capacidad, su aplicación clínica es a día de hoy nula, no sólo por las implicaciones éticas de su utilización (su obtención requiere la destrucción del embrión), sino porque presentan una capacidad de crecimiento descontrolada. La inyección de una célula madre embrionaria en un organismo produce la formación de un tumor. Evidentemente, esto, entre otros factores más complejos, imposibilita su uso como terapia.
Las células madre adultas, por el contrario, tienen un crecimiento más limitado, lo que las convierte en más seguras. Además, este tipo celular puede obtenerse directamente desde el propio individuo al que se le van a suministrar, lo que elimina la necesidad de fármacos que ayuden a tolerar el tratamiento. Su variedad es también una de sus ventajas, haciendo posible en algunos casos encontrar la célula madre específicamente necesaria para tratar una patología. Estos factores han contribuido al mayor desarrollo de las aplicaciones de estos tipos celulares.
Células iPS
El debate que enfrenta a detractores y defensores de las células madre adultas o las embrionarias se mantiene todavía sin resolver. Sin embargo, los últimos avances en el área, protagonizados por el Dr. Shinya Yamanaka, pueden dar una solución tangencial a la polémica. Su equipo ha conseguido, a partir de una célula de un organismo adulto y a través de una manipulación genética, obtener unas células, denominadas por su acrónimo iPS, cuyas características son prácticamente idénticas a las de las células madre embrionarias. Dicho de otro modo, estas iPS son un nuevo tipo de célula madre, con capacidad de formar cualquier estirpe celular del organismo pero obtenidas a partir de una célula adulta. De este modo no sería necesario destruir un embrión, desapareciendo los problemas éticos que plantean las células embrionarias pero manteniendo su gran capacidad de diferenciación. Los próximos años verán si estas células iPS cumplen las expectativas que han levantado.
Conclusión
Por tanto, el uso de las células madre en medicina regenerativa tiene como objetivo reponer un área dañada del organismo que ha perdido una masa celular, restaurando de este modo el funcionamiento normal del órgano en cuestión. A pesar de que un gran número de equipos científicos en todo el mundo están dedicando su investigación a profundizar la manera en la que estas células pueden ayudarnos a remediar enfermedades a día de hoy no tienen cura, la terapia con células madre está todavía en su infancia. Las preguntas por resolver son todavía muchas, pero las posibilidades que se abren ante nosotros en este momento, casi infinitas.