Cuando hablamos de deporte en invierno, conviene diferenciar entre deportes de invierno y deportes habituales practicados en invierno. Los primeros son aquellos que realizamos fundamentalmente con la estación fría, fundamentalmente esquí tanto en su modalidad alpina como en la de fondo. El resto son aquellos deportes que realizamos durante todo el año pero con la peculiaridad de que hay que soportar unas condiciones climatológicas más adversas de lo normal: frío, agua, nieve, menos luz…
Intentaremos dar unas pautas básicas para la prevención de lesiones y enfermedades en ambos casos. Comenzaremos por el más popular, el esquí alpino. En pocas palabras, consiste en bajar, sujeto a una (snowboard) o a dos tablas, una pendiente resbaladiza por la capa de nieve que la recubre. Como el trabajo de conseguir velocidad lo realiza la fuerza de la gravedad, que es una energía renovable, gratuita e inacabable, podemos caer en la tentación de pensar que no hace falta gran cosa, físicamente hablando, para poder practicar este deporte. Nada más lejos de la realidad; bajar por una pista de esquí con las irregularidades que pueda tener, rodeados de gente descendiendo a diferentes velocidades y con diversos grados de habilidad supone un ejercicio intenso de equilibrio y reflejos que requiere una condición física trabajada, sin la cual el riesgo de accidentes se multiplica. Obviamente es imprescindible dominar la técnica de la especialidad y no asumir riesgos innecesarios.
Conocer nuestras limitaciones debería ser la regla de oro antes de ponernos a hacer deporte
La adrenalina es divertida siempre que sea en condiciones bien controladas. También será muy importante usar un material adecuado y en condiciones.
Todas estas recomendaciones son aplicables al esquí de fondo con la particularidad de que en esta modalidad sustituimos la ayuda de la gravedad por el trabajo de nuestros propios músculos. La necesidad de una buena condición física es evidente.
Como en cualquier actividad deportiva un buen calentamiento y una hidratación adecuada (aunque haga frío, sudamos) son preceptivos a la hora de evitar desagradables sorpresas en forma de lesiones.
Respecto a las actividades cotidianas en condiciones invernales yo distinguiría entre la prevención de lesiones y la de enfermedades. La climatología, el frío, la lluvia, la nieve o la disminución de horas de luz condicionarán, o deberían hacerlo, nuestro comportamiento antes, durante y después del ejercicio físico. Se acentúa la conveniencia de proteger las vías respiratorias altas. La respiración nasal calienta y humedece el aire inspirado y será por tanto, mucho menos agresiva para la mucosa respiratoria que si respiramos por la boca.
También será muy importante abrigarnos. Recordar que el sudor y su evaporación son imprescindibles para regular la temperatura corporal. Así pues, es preceptivo que la ropa de abrigo deje traspirar. Hoy día hay multitud de fibras para cada necesidad y condición atmosférica, pero me gustaría recordar que la lana mantiene el calor corporal y permite la traspiración, incluso mojada. El neopreno también puede ser una opción interesante para protegernos.
La falta de luz podría ser un factor que favorezca las lesiones. Si no vemos donde pisamos, obviamente será más fácil dar un mal paso, tropezar o caernos. Será necesario buscar terrenos estables y bien iluminados con el fin de reducir lesiones articulares o traumáticas.
Finalmente, recordar que el frío, además de favorecer las patologías respiratorias, puede ser responsable de numerosos problemas musculares y tendinosos. En invierno deberíamos hacer más hincapié en hacer un calentamiento riguroso. La importancia de que la transición entre las condicione de reposo y las de esfuerzo sean más graduales es mucho mayor conforme las condiciones ambientales se van endureciendo. También deberemos finalizar progresivamente, así como ducharse y ponerse ropa seca con la mayor celeridad posible.