Actualmente ya estamos acostumbrados a oír a alguien de nuestro alrededor decir que lleva a su hijo al logopeda. Lo más habitual es asociar la labor del logopeda al ámbito de desarrollo del niño, al entorno escolar y a dificultades en la adquisición del lenguaje. Sin embargo las competencias de este profesional abarcan todas las alteraciones y los trastornos que están relacionados con la comunicación, el lenguaje (oral y escrito), el habla, la audición y la voz tanto en población infantil como adulta.
La logopedia está reconocida como una profesión sanitaria, multidisciplinar, con posibilidades de actuación variadas : intervención clínica, educativa y social. La logopedia preventiva supone todas aquellas actuaciones que conlleven protocolos de detección temprana en cualquiera de los ámbitos de esta disciplina.
Hoy en día gracias a los avances médicos, con las mejoras en formación de los distintos profesionales y con mayor accesibilidad a medios de información cada vez son más los casos detectados con necesidades de intervención en el área de la comunicación y el lenguaje. De hecho, la alteración de lenguaje es uno de los síntomas más llamativos para aquellos que rodean al niño, tanto en ambiente familiar como escolar. Esto lo podemos observar en los siguientes casos: niños en edades tempranas con dificultades en el desarrollo (como por ejemplo los trastornos generalizados del desarrollo -TGD- o los trastorno del espectro autista –TEA-), niños con retrasos madurativos, aquellos que están diagnosticados con “enfermedades raras” ,niños en situación de adopción procedentes de otros países -con desfase lingüístico-, población inmigrante que se incorpora tardíamente al sistema escolar, etc. En estos casos las dificultades de comunicación son los primeros signos de alarma que nos hacen pensar en actuaciones preventivas de cara a un posible diagnóstico.
Sin embargo es curioso observar el gran desajuste entre necesidades valoradas y recursos reales para realizar dichos tratamientos.
Pero esto no solo ocurre en la intervención a nivel infantil sino en otros ámbitos de la actuación de la logopedia. Por poner algún ejemplo, podemos ver la evolución progresiva –aunque lentade la intervención coordinada entre profesionales del lenguaje y ortodoncistas. Las funciones innatas de succión, deglución y respiración se adquieren a edades tempranas. Un mal funcionamiento en estas destrezas provoca y repercute, en un gran número de casos, en una mala posición dentaria. Un trabajo preventivo sobre la deglución atípica en los niños a partir de 4 años facilita el trabajo del ortodoncista en edad adulta. Actualmente la labor del logopeda se está haciendo cada vez más presente, en coordinación con los ortodoncistas, en la reconstrucción dentaria del paciente adulto, pero insistimos en que un buen trabajo preventivo realizado a tiempo evitaría muchos problemas posteriores.
Otro ejemplo claro lo encontramos en pacientes con daño cerebral, debido a traumatismos craneales, ictus… En el caso de las lesiones cerebrales cuanto antes se lleve a cabo la valoración de la afectación del lenguaje (Afasia) y cuanto antes se planifique un programa de intervención, más posibilidades de recuperación tendremos.
Igualmente ocurre con las afectaciones de la voz (Disfonías) que tanto afectan a distintos profesionales (maestros…) . Un buen programa preventivo, incluso de carácter colectivo, podría proporcionar estrategias básicas del uso de la voz para evitar el desgaste de la misma y no favorecer así patologías más negativas en un futuro como pueden ser los nódulos.