Un gran porcentaje de personas mayores, especialmente aquellos que padecen artrosis u otros procesos degenerativos, son reacios a hacer ejercicio porque piensan que les puede ocasionar más dolor o molestias. Cuando se realiza de forma adecuada, los beneficios del ejercicio físico se obtienen siempre, independientemente de la edad, estado de salud y condición física de la persona que lo desarrolle.
Ejercicio físico… ¿A cualquier edad?
El incremento de la esperanza de vida en la sociedad actual ha dado lugar a un crecimiento de la población en la etapa que hemos llamado “tercera edad”. Con ello indudablemente ha aumentado el deseo de poder disfrutar de una larga vida, libre de enfermedad, en buena forma física y mental.
El camino para alcanzar este ansiado “envejecimiento saludable” debe pasar ineludiblemente por fomentar lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) denomina “envejecimiento activo”, es decir, modificar los factores que influyen en la forma y el ritmo de envejecer, más que tratar únicamente las diferentes enfermedades que se asocian a la ancianidad. En definitiva, el envejecimiento no está programado genéticamente y es por tanto un proceso variable, de modo que está en nuestra mano que dicha influencia pueda ser negativa (acelerándolo) o positiva (retardándolo).
A este respecto, tenemos que huir de la idea errónea de considerar nuestro cuerpo como una máquina que se desgasta con el uso. No debemos plantear nuestra edad media o tercera edad con una actitud pasiva, ya que por el contrario, cuanto más ejercitamos nuestro cuerpo, siempre dentro de unos límites razonables, más cosas somos capaces de hacer y mayor independencia adquirimos.
¿Por qué es tan beneficioso el ejercicio?
La actividad física se propone actualmente en la medicina como un medio altamente eficaz para tratar y prevenir las principales causas de enfermedad, la mayor parte de las cuales están asociadas al propio envejecimiento.
Es conocido su papel en la prevención y tratamiento de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión arterial, obesidad, enfermedad coronaria y se considera un factor protector frente a determinados tipos de cáncer como los de mama, próstata y colon.
En personas de mediana edad y especialmente en ancianos, un nivel adecuado de actividad física ha sido descrito como un elemento preventivo frente al riesgo de sufrir una fractura de cadera, ya que incrementa la densidad ósea y por tanto previene la osteoporosis, no siendo necesario para ello realizar un ejercicio muy intenso, sino simplemente caminar de forma habitual. El mantenimiento de una adecuada musculatura a nivel de las piernas, obtenido a través de la actividad física, está también directamente relacionado con una reducción en el número de caídas y por tanto de fracturas óseas.
Con respecto al dolor crónico que padece un porcentaje importante de personas de edad avanzada, según diversos estudios publicados, se ha observado que el ejercicio físico realizado de forma adecuada, puede generar cambios en la percepción del dolor disminuyéndolo en gran medida.
Por otro lado, se ha descrito que un buen estado de forma física reduce la pérdida neuronal que se produce con la edad. De esta manera permite a la persona anciana disfrutar de mayor autonomía en sus actividades y tareas habituales de la vida diaria, mejorando su independencia personal y la posibilidad de vivir más tiempo sin ayudas externas.
La práctica habitual de ejercicio no sólo afecta positivamente a la salud física, sino también a la salud mental. Diferentes estudios han demostrado que el ejercicio físico influye favorablemente sobre la autoimagen, autoestima, depresión, ansiedad y trastornos de pánico. Se ha observado que aunque el tratamiento farmacológico antidepresivo puede tener a corto plazo un efecto más rápido que el ejercicio, tras 16 semanas de tratamiento la eficacia de ambas terapias se iguala.
Las actividades deportivas incrementan la sensación de logro personal, los sentimientos de competencia y auto-eficacia, aumentando de este modo los beneficios sociales y psicológicos que la práctica deportiva tiene en el bienestar de las personas mayores.
¿Qué tipo de actividad física es la adecuada para mi?
La realización de ejercicio como tratamiento antienvejecimiento debe estar basada en la individualización, de manera que la actividad física desarrollada sea la adecuada a las características de cada persona. Los beneficios en la condición física pueden obtenerse a cualquier edad pero es fundamental para ello conocer el nivel del que parte el sujeto y en qué aspectos necesita mejorar más. Partiendo de una correcta evaluación de la forma física, y teniendo en cuenta el estilo de vida y nivel de actividad de cada persona, se puede prescribir un adecuado ejercicio que permita al sujeto desarrollar, dentro de sus posibilidades, el máximo potencial y mejorar en definitiva su estado de salud físico y mental.
Aquellas personas sedentarias, deben comenzar con un plan de ejercicios de poca intensidad y duración, que según su tolerancia podrán aumentar de forma progresiva. Olvidando la prisa en obtener buenos resultados, es fundamental conocer que se necesitarán varios meses para alcanzar una condición óptima para su edad.
Pequeñas modificaciones de los hábitos de vida, tal y como evitar los ascensores, realizar desplazamientos a pie y las tareas del hogar suponen en sí mismas actividad física, que acumulada a lo largo del día podría ser suficiente en las personas que parten de un nivel de forma física muy bajo.
En la tercera edad se ha observado que una actividad física vigorosa no es imprescindible para obtener mejorías en la calidad de vida. La experiencia médica nos lleva a afirmar que el hábito de caminar constituye un determinante de bienestar y salud en las personas ancianas, siendo la actividad que mejor se mantiene al avanzar la edad.
Vida activa, vida saludable
Si nos basamos en los estudios científicos más recientes, se ha demostrado que el ejercicio físico, practicado de forma habitual y adecuado siempre a las características de cada persona, es la mejor herramienta hoy disponible para retrasar y prevenir la aparición de enfermedades asociadas al envejecimiento, así como para fomentar la salud y el bienestar físico y mental.
Es un hecho constatado que la actividad física en las personas mayores mejora su condición física y psicológica, lo cual permite disfrutar de una vida más sana, más equilibrada, más alegre, más activa y más dinámica.
En definitiva, desde el ámbito de la medicina actual, el potenciar una forma de vida activa basada en un buen estado de forma física, es el mejor aliado del que disponemos para alcanzar el tan ansiado objetivo de añadir tanto años a la vida como vida y salud a los años.