Siempre se ha dicho que la naturaleza es caprichosa. Plantas, rocas, piedras o agua, en los lugares más insospechados, inhóspitos, con formas muy diversas, algunas raras, otras excéntricas, pero todas ellas con un denominador común: la naturaleza, lo que el hombre no lo ha hecho de forma artificial. Bien cierto es que muchas veces se trata de un prisma óptico, de cómo se mire o cómo se vea.
Enmarcando la sexualidad
Cuando hablamos de sexualidad solemos referirnos a conductas (relaciones sexuales) o a partes del cuerpo (genitales). Sin embargo, es algo mucho más amplio, se trata de una dimensión humana que va más allá de meros comportamientos y que tiene que ver con nuestra identidad (sentirse hombre o mujer), con los roles que atribuimos a nuestro sexo, con los afectos y con un sinfín de matices relacionados. No hay que olvidar que somos seres sexuados.
Si es algo tan natural, ¿por qué nos cuesta hablarles a nuestros hijos?
Las anteriores generaciones de padres, posiblemente no poseían formación suficiente en materia sexual. Lo paradójico es que actualmente la tenemos en exceso. No obstante, ante tal avalancha de criterios, en ocasiones dispares, no sabemos cual seleccionar para educar a nuestros hijos. La confusión pues, está servida. Otra causa a considerar en la reticencia a hablar sobre sexualidad sería nuestra propia inseguridad. Sucede, a veces, que en materia sexual no estamos seguros de qué valores vamos a transmitir y cómo y en qué momento lo vamos a hacer. Solucionamos las situaciones a golpe de improvisación, “dando largas” o incluso delegando la educación en la escuela.
Quizá en este sentido, algunos padres recordarán con un pequeño rubor aquel desconcierto sufrido cuando sus hijos les preguntaron por primera vez sobre algún tema sexual. Es posible que, entonces, la incomodidad o la vergüenza hicieran su aparición ante la sola idea de explicarles los diferentes aspectos de la sexualidad humana y de la reproducción.
La vergüenza y el tabú
Hablar de sexo con nuestros hijos acaba siendo un tema inevitable. La buena información sexual es importante y necesaria para su desarrollo. Cuando empiezan las preguntas sobre la sexualidad y sobre las diferencias entre hombre y mujer, es preciso estar preparados para no cometer errores y transmitirles, de manera adecuada, las respuestas que nos demandan. Unas respuestas que deberán ser acordes con su edad y nivel evolutivo a fin de que las puedan asimilar. Pero siempre con franqueza, naturalidad y en términos apropiados a su desarrollo. Entre otras cosas porque los adolescentes no son muy amigos de “sermones”. La opción es clara: o los padres les proporcionan información verdadera y sana sobre la sexualidad, o ellos la buscarán por otros medios que, posiblemente, estarán llenos de inexactitudes.
La vergüenza
Muchos padres sienten vergüenza al hablar de estos temas con sus hijos. La vergüenza es un sentimiento consustancial a la naturaleza humana y difícil de evitar. Al margen de las connotaciones, psíquicas, neurológicas, psicoanalíticas, sociales etc., que los investigadores atribuyen hoy día a la vergüenza, lo cierto es que hay algo de innato y algo de adquirido en todos los mecanismos por los que aquélla se manifiesta. Muchos investigadores sostienen que tiende a presentarse con más facilidad en personas que han sido educadas en culturas algo restrictivas o con más tabúes y que, por lo tanto, guardaría una relación directa con una formación rigurosa.
Otros especialistas, por el contrario, consideran que la vergüenza es un sentimiento positivo, gracias al cual nos mantenemos dentro de unos márgenes que nos evitan entrar en conflicto con las leyes, las normas sociales o los preceptos morales. Si no fuéramos capaces de ruborizarnos en determinadas situaciones, tal vez perderíamos la conciencia de nuestros límites razonables. En el polo opuesto, se sitúan las concepciones psicoanalíticas de la vergüenza entendida como manifestación de los sentimientos de culpa. Para confundir más la cuestión, hay estudios que indican un origen congénito de este sentimiento. Pero sea como fuere, y dicho de una manera simple, la vergüenza es una emoción muy compleja de nuestro psiquismo que podría evidenciar la existencia de cierta dualidad en nosotros mismos.
El tabú
La sociedad y la cultura han configurado diferentes tabúes a lo largo de la historia. Uno de ellos es el sexo, del que supuestamente no sería adecuado hablar de él ni mencionarlo en diferentes circunstancias dado que así lo establecieron las normas, actitudes y conveniencias sociales basadas, a veces, en principios irracionales. La palabra tabú tiene mucho que ver con prohibición. Romper el tabú, ha sido considerado como un delito gravísimo por la sociedad que lo impone. Posiblemente en culturas primitivas los tabúes sirvieron para acostumbrar al hombre a la obediencia. Los pueblos que forman la “sociedad civilizada” actual seleccionaron determinados tabúes y permitieron la hegemonía de aquellos que habían demostrado servir para “modelar” diferentes comportamientos sociales. La tradición, la costumbre y diversas creencias erróneas, han hecho el resto y, así, el silencio sobre temas sexuales ha sobrevivido bajo el aspecto de etiqueta o precepto moral, impidiendo, en ocasiones, una correcta información.
¿Cómo evoluciona la sexualidad en nuestros hijos?
Es muy importante tener en cuenta que la sexualidad de cada momento evolutivo tiene sus propias características.
Durante los dos primeros años de vida
Los niños poseen la capacidad de experimentar placer, especialmente por medio del contacto corporal, a través de la piel. Resulta muy relevante en esta etapa la relación del niño con las figuras de apego, que generalmente son sus padres. Si el vínculo afectivo del niño con las personas que están a su cargo es satisfactorio, esto repercutirá en un correcto desarrollo de su sexualidad, y favorecerá su seguridad emocional, la confianza en sí mismo y en los demás.
De los 2 a los 6 años
En este periodo comienza a aparecer la curiosidad sexual, se descubren las diferencias anatómicas entre niño y niña, se cuestionan de dónde vienen los niños y van definiéndose los roles de cada sexo.
De los 7 a los 11 años
Puede haber un gran interés por los juegos con contenido sexual. En muchos casos, se descubre el placer sexual.
De los 12 a los 15 años
Se produce un gran cambio originado por las modificaciones físicas y cognitivas. Se inician los enamoramientos y la atracción sexual. En lo referente al desarrollo físico, procurarán identificarse con modelos idealizados de mujeres y hombres. A nivel cognitivo, utilizan la recién estrenada capacidad de abstracción para cuestionarse todo, especialmente el mundo de los adultos. Se sienten incomprendidos, circunstancia que les empuja a mirar fuera de sí. Buscan la cuadrilla como medio de compartir su soledad y su crítica al mundo de los mayores. Surge la necesidad de aceptación.
¿Qué podemos hacer como padres para educar a nuestros hijos?
La educación sexual no consiste únicamente en responder a una serie de cuestiones que nos plantean nuestros hijos. La sexualidad abarca más dimensiones que la meramente informativa. Se trata de planificar qué valores transmitimos ayudándoles a desarrollar correctamente su sexualidad, sus afectos, sus relaciones con otros, su autoaceptación, sus actitudes y comportamientos.
Las siguientes orientaciones pueden ayudarnos a reflexionar sobre cómo vamos a llevar a cabo la educación de la esfera sexual.
- Es oportuno que asumamos la responsabilidad de formarnos en aspectos relacionados con la sexualidad, tales como su evolución en las distintas edades, el mundo afectivo y relacional, para poder ayudar a nuestros hijos y comprenderles.
- Pensar detenidamente y hablar en pareja sobre los valores que deseamos transmitir y el tipo de explicaciones vamos a dar cuando se presente la ocasión. Debemos procurar tener criterios comunes para dar una imagen de coherencia.
- Promover un ambiente de confianza en el hogar, en la familia, desde pequeños, para que puedan charlar, compartir sus inquietudes y preguntar con naturalidad.
- Son importantes la espontaneidad en las muestras de cariño y en las relaciones afectivas de la familia para educar la sexualidad como cualquier otro tema, sin forzar las situaciones, solucionándolas conforme se vayan presentando.
- Tener en cuenta el momento evolutivo de nuestro hijo a la hora de responder a sus preguntas. No es necesario explicarlo todo sino adaptarlo a su edad y personalidad.
- Respetar el pudor, la necesidad de intimidad de nuestros hijos, No avergonzarles e intentar transmitirles ideas y valores positivos acerca de una sexualidad responsable.
En definitiva, la actitud que adoptemos al educar a nuestros hijos influirá en su seguridad y expectativas en materia sexual. Si nos esforzamos en transmitir afectividad, naturalidad y criterios firmes y coherentes, estaremos proporcionándoles estabilidad y evitaremos muchas inseguridades y problemas en el futuro.