Las técnicas quirúrgicas evolucionan constantemente y esto supone grandes beneficios para el paciente: se consigue una mejor progresión, un menor tiempo de recuperación, una reincorporación más rápida a la vida normal, etc.
Uno de los aspectos en los que se han producido grandes mejoras es en la realización de técnicas cada vez menos invasivas, lo que supone un mínimo daño en los tejidos circundantes y una ventaja estética para el paciente. En este artículo, abordaremos las consecuencias y precauciones que deberán tenerse en cuenta por pequeña que sea la cicatriz.
Una incisión quirúrgica no deja de ser una herida. Esta se va suturando por planos tras hacer la reparación que el cirujano busca.
A la hora de la cicatrización, será importante que cada plano de piel cicatrice con su plano correspondiente y que no se peguen entre sí ya que, de lo contrario, podrían aparecer problemas.
El tejido cicatricial se va formando a medida que la herida se va curando después de una lesión (o en este caso después de la cirugía). El grado de cicatrización dependerá tanto del tamaño, profundidad y localización de la herida, como de la edad, nutrición, herencia genética y características cutáneas de la persona. Podemos decir entonces, que la cicatriz es la secuela de la lesión de la dermis, que queda después de su curación y que se produce como consecuencia de los fenómenos fisiológicos de reparación. Este nuevo tejido se compone de un tejido conectivo blanquecino, fibroso y denso que tendrá menor elasticidad que el tejido original.
Las cicatrices se diferencian de los tejidos vecinos por su aspecto: aumento de forma, a veces retracción, cambios en la coloración de la piel y consistencia más espesa que los tejidos que la rodean. Aunque una cicatriz siempre deje marca, no tiene siempre porque ser problemática ni dar grandes molestias al paciente. Sin embargo, si queda adherida, existirán complicaciones derivadas de la falta de elasticidad y de movilidad de la piel con respecto a sus diferentes planos.
¿Qué problemas puede dar una cicatriz adherida?
Las consecuencias de la pérdida de deslizamiento de los tejidos son múltiples y pueden suponer molestias como picor, alteraciones de la sensibilidad de la zona, hormigueos, tirantez, miedo al movimiento de la zona (lo que puede hacer que adopte posiciones incorrectas), etc. Otras alteraciones pueden aparecer según la zona sobre la que se sitúen: como en el caso de las cicatrices abdominales (estreñimiento, alteraciones viscerales, acortamiento de tejidos que puede ocasionar dolor de espalda, etc.) o las que se sitúan sobre articulaciones y músculos (dando acortamientos musculares y articulares, aumento del tono muscular etc.).
¿Cómo se pueden tratar?
El tratamiento puede empezar en casa: adoptando medidas como el cuidado de la piel y de las suturas, la aplicación regular de cremas o aceites hidratantes y el uso de protección solar en la zona (durante dos años como mínimo). A partir de los 20 días después de la cirugía, se podría comenzar a movilizar la región para prevenir o liberar adherencias. Esto lo puede realizar el propio paciente en casa según las indicaciones del fisioterapeuta o podría empezar el tratamiento de fisioterapia.
Según las necesidades de cada caso, las cicatrices adheridas se pueden tratar con fisioterapia mediante diferentes técnicas: masaje local de la zona, baños de contraste, drenaje linfático manual, ventosas, liberación fascial, estiramientos o reentremaniento muscular entre otras. Además, se puede añadir del uso de técnicas de electroterapia como ultrasonidos, iontoforesis, magnetoterapia, láser, etc. Con todo ello se pretenderá devolver la elasticidad y el movimiento a la zona, disminuir su apariencia engrosada y normalizar la sensibilidad y el dolor que producen.