El kárate y otras artes marciales tradicionales (judo, aikido, tai jitsu, tae kwondo, etc.) están derivadas de formas antiguas de combate que a lo largo de los siglos XX y XXI han evolucionado (continúan haciéndolo) para convertirse en deportes y formas de hacer ejercicio. Su práctica está muy extendida en la sociedad actual siendo frecuente que personas con alguna enfermedad, lesión o discapacidad las practiquen.
En este contexto no es infrecuente encontrarnos alumnos entristecidos que acuden al gimnasio en el que practican artes marciales diciendo que les han aconsejado abandonar la práctica del kárate u otras artes marciales tradicionales por alguna dolencia, lesión o enfermedad.
Este consejo se suele dar desde la idea de que la práctica de un arte marcial tradicional como el kárate supone entrar en el tatami y realizar un deporte de altísima intensidad en el que además estás expuesto a recibir múltiples golpes, sufrir luxaciones, proyecciones o vete a saber tú que otras injurias, en mayor o menor proporción dependiendo del arte marcial que practiques.
Nada más lejos de la realidad
El practicar un arte marcial tradicional como actividad física no supone necesariamente hacerlo al máximo nivel de tus posibilidades ni en niveles de competición. Vamos, que esto no es un blanco o negro, hacer a tope o no hacer nada.
El kárate y resto de artes marciales tradicionales se realizan adaptando su práctica al nivel, edad, condición física y estado de salud del practicante. Es evidente que un niño que se inicia en la práctica con 7 años no puede ni debe hacer lo mismo que un adolescente de 16 dotado para la competición y lo mismo ocurre con un deportista de elite de 25 años, un adulto de 50 años o un karateca anciano de 80 años (que los hay).
Las artes marciales se pueden practicar con la máxima velocidad, fuerza, explosión posible pero también de manera muy suave y fluida, trabajando principalmente la movilidad y flexibilidad articulares, la respiración, el equilibrio de la posición y el desplazamiento, etc.
Pueden, por tanto, ser realizadas por una persona con unas mínimas condiciones físicas y mentales como las que tienen muchos pacientes con diferentes dolencias.
Esta práctica puede aportarles un beneficio demostrado en múltiples publicaciones científicas, tanto de su salud física (disminución del riesgo de caídas y lesiones consecuencia de éstas) como de su salud psicológica.
Recuperación más rápida
Cuando una persona sufre una lesión, dolencia o padece una enfermedad, tras un periodo inicial en el que puede ser recomendable el reposo absoluto, la realización de una actividad física (como son las artes marciales tradicionales) adaptada a su estado de salud, no solo no le perjudicará, si no que muy probablemente le ayudará a lograr una recuperación más rápida de sus lesiones y dolencias, aportándole una mayor calidad de vida. Las artes marciales tradicionales como el kárate se pueden practicar sin ninguna duda en la mayor parte de las lesiones y enfermedades como una forma de rehabilitación. Lógicamente se deben realizar bajo la supervisión de un instructor cualificado y sensato, siguiendo las indicaciones médicas dadas. El practicante también deberá tener sentido común no superando el umbral de tolerancia de la lesión lo que provocaría el efecto contrario al deseado.
El nivel de adaptación es tal que en muchas federaciones existe incluso un departamento dedicado a la práctica de éstas por personas con discapacidad.
En la Real Federación Española de kárate existe un departamento de para karate, la World Karate Federation fue reconocida por el Comité Paralímpico Internacional en el año 2015, como se puede comprobar en su página web: www.rfek.es.
Así pues cuando nos aconsejen abandonar la práctica de ese arte marcial que tanto nos gusta aportándonos un bienestar psicofísico importante, y antes de deprimirnos, debemos tener en cuenta que estos deportes se pueden adaptar en la mayoría de los casos a nuestras capacidades. Y en caso de duda solicitar la opinión de un profesional con conocimiento del tema.