La artrosis es la degeneración del cartílago articular y es la artropatía a más frecuente en la población, siendo las manos es una localización muy frecuente. Suele afectar a las articulaciones interfalángicas distales, proximales y trapeciometacarpiana del pulgar.
¿Por qué se produce y en quién?
Para esta degeneración del cartílago, existen varios factores de riesgo que se han relacionado con la artrosis de manos, entre ellos se encuentra la edad, la predisposición genética y el sexo.
La edad es el factor de riesgo más importante, ya que con la vejez aumenta la prevalencia y la gravedad de la artrosis. Suele iniciarse a partir de los 40 años y entre los 70 y 80 años la prevalencia se aproxima al 75%. No es una enfermedad hereditaria pero sí que tiene un componente genético sobre todo entre los familiares de primer grado. También se ha visto una clara relación con en el sexo femenino y con la postmenopausia. Por otro lado, también se ha demostrado una asociación entre diversos trabajos y actividades que requieren la prensión y agarre de la mano, con una mayor afectación por estrés mecánico de las articulaciones metacarpofalángicas, especialmente de los 3 primeros dedos.
¿Cuáles son los síntomas?
Los síntomas más frecuentes son dolor, tumefacción, rigidez de la mano y deformidad. El dolor se localiza alrededor de la articulación afectada limitando los movimientos. En muchas ocasiones el dolor se acompaña de tumefacción o inflamación articular. La rigidez sobre todo matutina y suele acompañarse de debilidad, especialmente para realizar movimientos como la pinza, abrir frascos o agarrar objetos. Por último, se suelen formar nódulos en articulaciones interfalángicas distales (Heberden) y proximales (Bouchard) que pueden producir una desviación lateral de la falange y deformidad de las manos.
¿Cómo se diagnóstica?
El diagnóstico de la artrosis se basa en los síntomas que explica el paciente junto a la la exploración física del médico. En caso de precisar alguna prueba de imagen, la radiografía simple es la pruebas más sencilla y más útil en el diagnóstico. En ella se aprecian signos degenerativos con disminución del espacio articular.
¿Tiene tratamiento?
Los objetivos del tratamiento van dirigidos a mejorar el dolor, reducir la inflamación y proteger la articulación de daños progresivos.
El tratamiento se divide en 3 tipos: no farmacológico, farmacológico y quirúrgico.
Como tratamiento no farmacológico se incluye el ejercicio físico y la fisioterapia, enfocados a mejorar la movilidad y fortalecer las estructuras articulares. Aplicar calor local, con baños de parafina y ultrasonidos. Y la utilización de ortesis y férulas pueden ser útiles para controlar el dolor.
En cuanto al tratamiento farmacológico, puede ser tópico con antiinflamtorios o capsaicina en crema, en caso de presentar dolor leve o de pocas articulaciones. También puede ser por vía oral, inicialmente con paracetamol, antiinflamatorios, condroin sulfato o condritín polisulfato, que se individualizará según la clínica y el grado de afectación del paciente. También se incluyen las infiltraciones intrarticulares con corticoide y anestésico local, aunque el efecto puede ser muy variable.
El tratamiento quirúrgico está enfocado a pacientes graves refractarios a los tratamientos anteriores. Este tratamiento incluye la artrodesis de la articulación trapeciometcarpiana o artroplastias. Se elegirá un tratamiento u otro en función de la edad, gravedad y deformidad asociada.