Lupus eritematoso sistémico, la enfermedad de las mil caras


Marta López I Gómez. Médico Interno Residente 4º año Reumatología. Hospital Universitario de Navarra. Concepción Fito Manteca. Jefa de Servicio de Reumatología. Hospital Universitario de Navarra

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El lupus es una enfermedad reumatológica autoinmune sistémica, en la que el sistema inmunitario del paciente ataca a diferentes órganos, es decir, son las “propias defensas” las que provocan el daño e inflamación.

¿Por qué se produce el lupus?

En el momento actual, todavía se desconoce la causa exacta por la que se produce el lupus; no obstante, los estudios apuntan a una combinación entre causas genéticas, hormonales y ambientales.

¿Cuáles son los síntomas del lupus eritematoso?

Los síntomas son muy variados ya que es una enfermedad que puede atacar a prácticamente cualquier órgano. Suele ser muy típica la afectación cutánea y la articular.
Los síntomas y signos dependen del órgano afecto. A continuación, detallamos algunos de ellos:
1. Síntomas generales: fatiga, cansancio, pérdida de peso, febrícula sin que se acompañe de un proceso infeccioso.
2. Síntomas articulares o musculares: prácticamente el 90% de los pacientes presentan dolor e inflamación de alguna articulación. Las que más se suelen afectar son las de las manos, muñecas, codos, rodillas y pies.
3. Afectación cutánea o de mucosas: existen varias manifestaciones cutáneas siendo muy típica la sensibilidad a la luz solar que produce manchas eritematosas en las zonas expuestas al sol. En cara es muy característico el “exantema en alas de mariposa” que se localiza en mejillas y nariz. También son frecuentes las aftas orales.
4. Afectación renal: los riñones también se pueden ver afectados. Aunque puede ser una afectación grave, el paciente no percibe la inflamación renal, no suele tener síntomas. En la orina suelen objetivarse alteraciones como pérdida de proteínas y sangre.
5. Sistema nervioso y cerebral: engloba una gran variedad de síntomas que en muchas ocasiones son inespecíficos, como entumecimiento, dolor de cabeza, debilidad, pérdida de memoria, cambios de humor, depresión, ansiedad…
6. Corazón y pulmón: el lupus inflama las membranas que cubren tanto el corazón (pericardio) como el pulmón (pleura), produciendo pericarditis o pleuritis.

¿Cómo se diagnostica el lupus?

El diagnóstico se realiza obteniendo una puntuación de 10 o más en los criterios de clasificación EULAR/ACR 2019. Para ello se deben recoger los síntomas del paciente (anamnesis), seguido de la exploración física realizada por el médico y por último con los valores analíticos y de otras pruebas complementarias.
Los hallazgos analíticos más frecuentes son la positividad para anticuerpos antinucleares (ANA), niveles bajos de leucocitos, linfocitos y plaquetas. Aparecen anticuerpos más específicos del lupus, llamados anti-DNA, anti-Sm o anticuerpos antifosfolípidos.

¿Cómo se trata el lupus?

El tratamiento deberá individualizarse a cada paciente y al grado de afectación de la enfermedad que presente.
Inicialmente se recomiendan medidas generales como realizar actividades que fortalezcan la musculatura (caminar, andar o montar en bicicleta), así como la utilización de fotoprotector 50 en las zonas expuestas al sol.

Los fármacos más habitualmente usados son:
• Antiinflamatorios: para controlar los episodios de inflamación articular o dolor muscular.
• Glucocorticoides: sigue siendo uno de los mejores antiinflamatorios disponibles, sobre todo cuando necesitamos que la acción sea rápida. Prácticamente todas las complicaciones de la enfermedad se pueden tratar con corticoides. El tipo y la dosis dependerá del grado y el órgano afectado.
• Antipalúdicos (cloroquina e hidroxicloroquina): son fármacos que tradicionalmente se utilizaban para el paludismo o malaria. En la actualidad han demostrado ser muy útiles para el manejo de la artritis, lesiones cutáneas o para la afectación del corazón y pulmón.
• Inmunosupresores: estos fármacos son necesarios en manifestaciones graves y actúan controlando las defensas que están atacando a los propios órganos. Los más utilizados son el micofenolato mofetilo, la azatioprina y ciclofosfamida. También se pueden utilizar fármacos biológicos como el rituximab o belimumab.