Toda mi vida he bebido. Nunca me ha creado problemas. Bueno, algún lunes de resaca he llamado a la empresa para decir que había pasado mala noche; y también he de reconocer que he tenido alguna “bronca” cuando me había pasado un poco. ¡Pero nada más! ¡Si hasta los médicos dicen que es bueno! Y para una vez que voy al médico por unos dolores de estómago, me dice que, según las analíticas y la exploración, debería plantearme dejar de beber alcohol. ¡Y encima mi mujer también le dice que bebo demasiado! ¡Pero si yo sólo bebo cervezas! ¡Yo bebo como todo el mundo, lo normal!
El nivel de ingesta de alcohol se ha incrementado notablemente en los últimos años, y cada vez a edades más tempranas. De hecho, es la sustancia de abuso esporádico más extendida entre la población española.
Asimismo, se estima que alrededor del 5 por ciento de la población ingiere una cantidad de alcohol que entraña riesgo de padecer múltiples consecuencias adversas, complicaciones que ya están presentes en el 25 por ciento de los adultos que ingresan en un hospital. No debemos olvidar tampoco las variables referidas al género porque en general, las mujeres son más susceptibles que los varones al daño orgánico producido por el alcohol. Las causas que justifican esta diferencia de género son diversas, siendo las principales: diferentes patrones de consumo, de composición corporal, diferencias en su metabolismo y en la forma como el alcohol actúa dentro del organismo.
Prácticamente toda la población española adulta hemos probado alguna vez en nuestra vida alguna bebida alcohólica, y el 75 por ciento lo hemos hecho durante el último año. Pero ¿Conocemos la cantidad que no debemos de sobrepasar para que esta sustancia psicoactiva, no afecte de forma negativa a nuestra salud y a nuestra vida?
Figura 1
Tipo de Consumo | Hombres | Mujeres |
Bajo riesgo | Hasta 17 UBE / semana | Hasta 11 UBE/ semana |
Alto riesgo | Entre 18 y 28 UBE/ semana | Entre 11 y 17 UBE/ semana |
Perjudicial | Más de 28 UBE/ semana | Más de 17 UBE semana |
UBE (Unidad de Bebida Estándar) = 10gr. de alcohol |
Para comenzar hemos de saber que el alcohol es una sustancia psicoactiva que, cuando la consumimos, inicialmente nos produce euforia y desinhibición, pero que en realidad deprime nuestro Sistema Nervioso Central, inhibiendo progresivamente nuestras funciones cerebrales y afectando a nuestra capacidad de autocontrol. Existe una medida para cuantificarlo y es la Unidad de Bebida Estándar (UBE) que equivale a unos 10 gramos de alcohol. Una cerveza (200cl) o un vino (100 cl) equivalen a 1-UBE por ser bebidas fermentadas. En cambio las bebidas destiladas, tienen mayor graduación, por lo que una copa de licor o un cubata equivalen a 2-UBEs. Cuando bebemos alcohol no podemos afirmar que no tenemos ningún riesgo, pero entonces ¿Cómo podemos saber si la cantidad que bebemos no afecta gravemente a nuestra salud? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) puede servir de referencia la clasificación de la FIGURA 1.
Además es conveniente conocer algunas pautas complementarias como no beber todos los días, para permitir al organismo no habituarse al alcohol, comer o haber comido para hacer más lenta la absorción, alternar bebidas con y sin alcohol cuando se está varias horas en algún evento, moderar los combinados con bebidas carbonadas ya que la absorción es más rápida, beber con humor normal, no en situaciones de soledad o ante situaciones críticas, así como que el alcohol no sea la finalidad sino un medio de contacto o “ engrase “social. Pero aún siguiendo estas pautas ¡Una buena parte de la población estaría en situación de alto riesgo por cómo y cuanto bebe! Pues sí, lamentablemente así es. Por este motivo, en una gran parte de las personas afectadas por hipertensión arterial, úlceras, gastritis, cirrosis, cardiopatías, neuropatías, alteraciones del sueño, agresividad, depresión, disfunciones sexuales, demencia incluso cánceres, el alcohol ha tenido mucho que ver si no como causante al menos como agravante.
Grupos de especial vulnerabilidad
Además la cosa no queda aquí. Existe lo que se denominan grupos de especial vulnerabilidad, lo que quiere decir que la tasa de alcohol recomendada es de cero. ¿Quienes entran en este apartado? Los niños y adolescentes, ya que su organismo está todavía en proceso de maduración y pueden verse afectados principalmente su cerebro, hígado y páncreas, aumentando además el riesgo de desarrollar en el futuro la dependencia alcohólica. Los hijos de padres con dependencia del alcohol por mayor riesgo de desarrollar problemas con la bebida. Las mujeres en estado de gestación, ya que el alcohol atraviesa la barrera placentaria y daña el futuro bebé. Personas que desarrollan trabajos de alta responsabilidad social, conductores de maquinaria, sustancias peligrosas, autobuses, trenes, pilotos o usted mismo cuando coge su coche y se pone en carretera, también adquiere responsabilidad social. Las personas con vulnerabilidad transitoria, esto es, afectados por alguna enfermedad, con o sin medicación o que lo utilicen para superar la soledad o los momentos de tristeza. Aquellos que tiene alguna alteración de la personalidad o enfermedad mental, ya que el alcohol les puede generar mayor agresividad y conductas violentas. Personas afectadas por ludopatía, por drogodependencias a otras sustancias… y por supuesto, aquellas personas que padecen dependencia del alcohol.
¿Hemos reducido la población sana con un hígado fenomenal que sabe utilizar el alcohol de forma moderada en eventos sociales como engrase social, conocedores que lo importante es la relación, con quién se está y que se hace y no siendo el centro de todo el alcohol?
Está claro que no tenemos en cuenta todas estas consideraciones, ya que no todos bebemos lo adecuado ni en el momento preciso, ni actuamos en consecuencia, ya que el alcohol está presente en buena parte de los accidentes de tráfico con fallecidos, (uno de cada cuatro, menores de 25 años) , en el 17 por ciento de los accidentes laborales no mortales , en embarazos no deseados (40 por ciento en mujeres menores de 25 años ), en el 70 por ciento de homicidios, 40 por ciento de crímenes y delitos contra la infancia, y en buena parte de los delitos sexuales, violencia de género, peleas y resistencia a la autoridad.
Pero ¿Estamos hablando de alcoholismo? De la enfermedad crónica que supone ser una persona dependiente de alcohol? No. Comentamos sólo la situación de un buen porcentaje de población que sin ser alcohólicos, abusan de él de forma continuada o puntual, generando graves problemas a sí mismos, a sus familias y a otros.
Dependencia
Cuando ya hablamos de la enfermedad y nos referimos a la dependencia del alcohol, lo entendemos como una enfermedad crónica que afecta al cerebro, es progresiva, sufre múltiples recurrencias y si el afectado no deja de beber lo puede llevar a la discapacidad y posteriormente a la muerte. Por eso decimos que la dependencia del alcohol es una enfermedad incurable (crónica), recurrente (evoluciona con recaídas), insidiosa (es silenciosa, los síntomas clínicos frecuentemente se confunden con el bebedor excesivo), progresiva (las complicaciones a nivel personal, familiar, laboral y social son cada vez más graves). La dependencia del alcohol es una enfermedad mental. El alcohol se considera una sustancia neurodegenerativa, porque el efecto tóxico crónico del alcohol sobre el cerebro produce un lento, pero paulatino deterioro mental. Cualquier conducta placentera -si se repite- puede convertirse en un comportamiento adictivo y, a la larga llegar a una pérdida de control; se ha producido la llamada dependencia psicológica. Quien la padece no puede quitarse de la cabeza el deseo de realizar lo que le gusta y se muestra desasosegado si no puede llevarlo a cabo. Por último, pierde interés por otro tipo de actividades que antes le resultaban gratificantes.
¿Cómo puedo saber si algún amigo o familiar se encuentra en esa situación?. Existen señales de alarma que el bebedor de riesgo raramente advierte y son las siguientes:
- Beber solo, beber para olvidar un problema, convertir al alcohol en una “medicina”.
- Habituarse a su consumo por estar continuamente en un ambiente social bebedor.
- Estar obligado a aumentar la dosis para obtener el mismo efecto.
- Ser habitualmente incapaz de frenar después de la segunda o tercera copa: pérdida de libertad, primera etapa de la dependencia.
- Comprobar el retorno del deseo de tomar alcohol cuando el efecto se desvanece ¿No está ya metido y atrapado en la rueda?
- Disimular los consumos después de haber hecho alarde de ellos.
Si faltan indicios, o estos se disimulan, hay que interesarse por la fatiga, fracturas, contusiones, así como por los trastornos del sueño más o menos combatidos por el alcohol.
Si Ud. bebe más de las cantidades señaladas como de riesgo por la OMS, intente seguir las indicaciones que hemos señalado; si no lo consigue o tiene dificultades para cumplirlas consulte a su médico de familia, quien le orientará o le remitirá a los servicios especializados.